Pregunta: ¿Cómo fue el reencuentro con François Ozon?
Denis Mènochet: François está entre los grandes realizadores de su generación.
Además, es un amigo. Pensé que tenía mucha suerte de que
recurriera de nuevo a mí, sobre todo para una película cuyo
tema, al menos así lo espero, conmoverá a mucha gente.
Cuando nos despedimos después de la comida en la que me ha-
bló del proyecto, le pregunté si había pensado en un título. Lo
último que me dijo fue GRACIAS A DIOS. Luego, andando
solo por la calle, la frase me emocionó, me pareció muy fuerte.
No sabía que el cardenal Barbarin la había pronunciado.
Durante toda la preparación, François me hizo ver vídeos de
casting, me daba a leer escenas preguntándome mi opinión...
Sin ser responsable de nada de la película, me sentí incluido en
el proceso y fue una enorme alegría para mí.
P.: GRACIAS A DIOS tiene una dimensión casi documentalista en la forma en que sigue el desarrollo del caso Barbarin y la creación de la Asociación "La palabra liberada"
D. M.: Quién no ha oído hablar de Preynat o de Barbarin en los
diarios o en la tele en Francia e incluso en el extranjero? Todos
sabemos que hay casos de pederastia en el seno de la Iglesia, los
medios ofrecen cifras, se comenta en Twitter. Pero la gran fuer-
za de la película es que el espectador lo vive todo desde dentro;
estamos al lado de los hombres que sufrieron, es imposible no
darse cuenta de los daños, de las consecuencias de los abusos
en sus vidas. Los actos pederastas son crímenes, no solo porque
afectan a niños, sino también por los desequilibrios posteriores
que conllevan.
P.: ¿Cómo se ha enfrentado a un personaje inspirado en una persona de carne y hueso?
D. M.: Miré muchas entrevistas con el verdadero François. Intenté hacerme con algunas de sus expresiones, pero sin pasarme. François Ozon y Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario, pensaron en vestirme en el mismo estilo, pero yo tampoco quería ser una copia exacta. Habría sido contraproducente, me habría convertido en una caricatura.
Lo que más me sirvió fue el tema porque tenía resonancias
personales. Me entregué a la historia dándole toda la compasión posible y pensando en lo que significa haber sido víctima
de abusos siendo niño. Basta con tocar el problema para darse
cuenta de que mucha más gente de la que creemos ha pasado
por un trauma semejante
P.: ¿Conoció al auténtico François?
D. M.: Nos cruzamos porque rodamos en su casa y estaba en el mismo
hotel que nosotros, pero no quise hablar con él, sobre todo
porque estábamos ya a mitad rodaje. Habría tenido la impre-
sión de equivocarme totalmente, de fallar. Prefería quedarme
con la energía con la que me había enfrentado al personaje
desde el principio, y usar mi humanismo en su historia. Sobra
decir que admiro al verdadero François y lo que hizo.
P.: Además de documentales directamente relacionados con el asunto Preynat, ¿vio alguna otra película para buscar la energía reivindicadora que demuestra tener su personaje?
D. M.: Ai muchísimos documentales sobre scouts que tenía en el
móvil. Durante el rodaje me bastaba con volver a escuchar las
voces de esos niños inocentes jugando en el bosque para recu-
perar la energía y la indignación cuando las perdía entre toda
la agitación típica en los platós, y más aún en los de François,
donde todo pasa muy deprisa. Me ponía los cascos y, como si
tuviera la pluma de Dumbo, sus voces me ayudaban a encontrarme, a entender por qué rodaba esta película.
P.: Dentro de la Asociación, François es el más combativo y el menos inclinado a perdonar.
D. M.: Sí, tiene un lado guerrero, se mete con todo el mundo, quiere
que todo cambie como sea. Para él es inconcebible aceptar las
disculpas de Preynat y perdonarle. Para François, lo importante no es la venganza ni tampoco exterminar el mal, sino
mostrar a pleno día que hay abusos y las secuelas dramáticas
que dejan en las víctimas, así como denunciar el papel silen-
cioso y cómplice de la Iglesia y de las autoridades eclesiásticas.
P.: De niño, François pudo hablar y sus padres le escucharon, pero le asustó ser el responsable de la condena de Preynat.
D. M.: Sí, y también de que su familia quedara estigmatizada al vivir en
un barrio muy católico, muy unido en torno a la Iglesia. Prefirieron escribir a la jerarquía para intentar impedir que Preynat
hiciese más daño. Creyeron haberlo conseguido al recibir esta
respuesta por parte de la institución: "Sí, sí, claro, va a ser trans-
ferido". Y así fue, mandaron a Preynat a otro sitio, pero... seguía
en contacto con niños. Se llama "pederasta" a alguien que abusa
de los niños, ¿y cómo se llama a la gente que cierra los ojos ante
esos abusos y se limita a desplazar al pederasta un poco más lejos,
para que esté con otros niños? No hay nombre que defina a un
criminal de ese calibre. Habría que encontrar uno.
P.: La película despierta nuestra indignación, pero no por eso es anticlerical.
D. M.: Para nada, y menos mal. La fe es algo precioso, e ir a misa pue-
de representar un comportamiento, un modo de llevar la vida
con amor. La fe aporta bondad y compasión hacia los demás,
y todos estos maravillosos valores también son el corazón de la
Iglesia. GRACIAS A DIOS no es una película contra la Iglesia;
se ha hecho para que la Iglesia destape de una vez sus actos cri-
minales, limpie su casa y vuelva a enderezarse. Y quizá para que
autorice a los sacerdotes, sean heterosexuales u homosexuales,
a tener una sexualidad, vivir su vida y a dejar a los demás cons-
truir la suya desde la más tierna edad.
P.: Durante la rueda de prensa, su personaje se limita a los hechos
con un aplomo digno de un héroe de película hollywoodiana.
D. M.: Esa es la gran fuerza de la película, se limita a los hechos, no
acusa a nadie. Para la rueda de prensa, François me pidió que
fuera directo, sencillo y me limitara a los hechos, incluso en el
tono de voz, sin poner más énfasis en una palabra que en otra.
Y todo vino solo, la energía reivindicativa se apoderó de mí.
La fuerza del guion adquiere una dimensión aún más conmovedora con la encarnación de los actores, que insuflan huma-
nidad a los personajes y llega al espectador. Recuerdo mirar a
Josiane y a Swann hablando en la calle. En ese momento, a
pesar de conocer el guion de memoria, me di cuenta de que la
historia cobraba todavía más amplitud. Josiane está increíble
en la película. Le bastan tres frases para noquear a todo el mundo. En cuanto a Melvil, nunca le había visto actuar tan bien. Y
de Swann solo diré que es un Stradivarius.
P.: ¿Cómo vivió el rodaje?
D. M.: Al principio me concentré en mi papel, pero el tema era muy
duro y había días en que no conseguía pronunciar el texto, a
pesar de saberlo de memoria. Era como si mi cuerpo se blo-
quease. Como si me asustase ir hasta el final. Por suerte estaba
François, que me apoyó en todo momento. También había
mucho cariño entre los actores. A pesar de no conocernos de-
masiado, nos sentíamos cercanos, solidarios.
P.: ¿Le gusta la rapidez con que trabaja François Ozon?
D. M.: No, ¡no me gusta! François tiene un concepto de la interpretación muy diferente de la mía. Se lanza con esa impaciencia
tan suya. Con él siempre hay que avanzar. A veces es frustrante
no disponer de más tiempo para intentar mejorar algo. Se lo
dije, pero le da igual. Estaba satisfecho, había conseguido lo
que quería.
A pesar de eso, es un placer trabajar con él, me fío completa-
mente de él. Siempre contesta a las preguntas que le hago. Su
intuición y sus decisiones son extremadamente precisas, siem-
pre encuentra la buena solución. Y aprendo mucho con él.
Vi que había una progresión en su forma de trabajar. Quizá se
deba a la naturaleza de la película. Es muy diferente del tono
distanciado de EN LA CASA. Aquí sentí que se había entregado plenamente al tema, que interpretaba con nosotros. Lo
más increíble es que está detrás de la cámara.
P.: ¿Le sorprendió que escogiera un tema semejante?
D. M.: No, en absoluto. François tiene una filmografía de lo más va-
riada. Pero sí creo que ha comenzado un nuevo capítulo de su
obra, que está muy seguro de su cine y que lo ha puesto, en este
caso, al servicio de una causa muy noble.
No hay muchas ocasiones de participar en películas que aviven
un debate y que despierten las conciencias para que se tomen
las disposiciones necesarias que protejan vidas. Ya me ocurrió
con CUSTODIA COMPARTIDA. Me enorgullece aceptar
estos papeles.