Pregunta: El punto de partida de la película es un taller con alumnos de instituto en su primer curso de cine.
¿Cómo diste con ellos?
Jean-Gabriel Périot: La película responde a una invitación que me llega desde el ayuntamiento de Ivry-sur-Seine a
través de su sala municipal, Le Luxy, para realizar una película con los alumnos de primer grado de cine del instituto Romain Rolland. La idea me pareció
sorprendente y singular porque se trataba de pasar tiempo con el alumnado y, a partir de ahí, acabar realizando una película.
Yo quería que descubriesen uno de los aspectos más importantes del trabajo del cineasta: la posibilidad que nos da el cine de enfrentarnos a lo que no conocemos, de
conocer personas con las que, por diversas razones, no habríamos entrado en contacto. Enfrentar la alteridad para disolverla. El punto de partida de mi proyecto
consistía simplemente en hacer posible que los adolescentes confrontasen lo desconocido.
Y el cine político y militante tras el Mayo del 68 me pareció un medio apropiado para que se cuestionasen algunas cosas que podían parecerles alejadas de sus
preocupaciones habituales.
P.: ¿Cómo se organizó el rodaje?
J.-G. P.: Como en cualquier rodaje, cada persona tenía una función bien determinada. Por un lado había alumnos que eran técnicos de
imagen, sonido u organizaban el rodaje, otros trabajaban en la puesta en escena de los remakes, decidían los movimientos de cámara... Inicialmente no estaba
previsto que las decisiones fuesen escritas y pasasen por mí. Esta decisión se tomó colectivamente y más bien hacia el final.
P.: ¿Cómo fue la selección de los extractos de las obras de Mayo del 68 que hiciste reinterpretar al alumnado?
J.-G. P.: Fue un proceso colectivo. Les envié una treintena de obras y discutimos sobre ellas. Como apenas ven cine documental
y no conocían nada del cine político y militante, su sorpresa fue mayúscula, no sabían que se habían hecho obras tan próximas a la vida de la gente y a sus
dificultades, a este universo obrero. También me alegró mucho que seleccionasen el fragmento de La salamandra (Alain Tanner, 1971), que adoro especialmente y con el
que abre la película.
P.: ¿Cómo se decidieron las preguntas que les trasladas a los alumnos tras reinterpretar los fragmentos?
J.-P. G.: Hay dos tipos de preguntas. Las primeras relacionadas con el fragmento que han filmado, acerca de su comprensión sobre el mismo, pero también de
palabras y frases precisas del texto que acababan de reinterpretar. La segunda se compone de un conjunto de cuestiones más generales que les traslado: «¿Qué es una
revolución?», «¿una huelga?», «¿y un sindicato?». Primeramente les escribí un formulario muy simple, pero al finalizar el rodaje me di cuenta de que muchos
conceptos no eran una evidencia, había preguntas falsamente sencillas como «¿qué es la política?» a las que nadie podría responder en treinta segundos de una manera
clara.
P.: La estructura de la película parece crear un contraste entre las escenas reinterpretadas, donde los alumnos dan muestra de una impresionante precisión, y
las entrevistas, en las que parecen más dubitativos.
J.-P. G.: Fue una de las sorpresas del rodaje y sobre todo del montaje. Revisando los brutos en frío, decidí agarrarme a esa diferencia. Cuando ellos
reinterpretan los textos, tenemos la sensación de que los entienden perfectamente, defienden cada palabra de una manera precisa y creíble, incluso cuando no sean
capaces de captar todo el sentido. Habíamos escogido juntos los fragmentos, habíamos hablado de cada una de las obras y discutido largo rato sobre política. El hecho
de que hubieran alcanzado cierta consciencia durante el rodaje sin haber comprendido el fondo de lo que habían llevado a escena, me permitió descubrir lo que ha
desaparecido en materia de educación política y de transmisión para comprender el mundo social. En todo caso, crear una relación comparativa no significa que una
época sea superior a la otra. Estos estudiantes tienen sus propias esperanzas y razones de lucha incluso cuando lo articulen con un vocabulario diferente.
P.: Las cuestiones políticas que formula la película los hace evolucionar, como demuestra la última parte. ¿Podría haberse
terminado sin este último segmento?
J.-G. P.: Sí, yo había hecho un primer corte sin esta conclusión. Era más pesimista sobre el tema del compromiso. Al ver las imágenes de las cargas
policiales a los estudiantes de Mantes-la-Jolie, que se encuentran entre los hechos más violentos e inaceptables que yo haya visto jamás, me pregunté qué pensaban
los alumnos que comparten edad con los jóvenes de las imágenes. Al preguntarles sobre la cuestión me confesaron que estaban a punto de bloquear el acceso al centro
como medio de protesta. En ese momento les propuse continuar la película reconstruyendo la secuencia de Mantes-la-Jolie a fin de que ellos me pudiesen hablar de este
suceso. Finalmente, el hecho de haber participado en la huelga, de haber bloqueado el acceso al instituto, en algunos casos incluso de haber hecho guardia en la
puerta y discutido con algunos profesores, les ha inculcado mayor conocimiento sobre política que todos los fragmentos de películas que les haya hecho
reinterpretar. Me fascina haberlos visto cambiar en cuestión de seis meses, expresándose de manera más clara y afirmativa. Esto da a la película una perspectiva
totalmente imprevisible que enriquece todo el proceso.