ENTREVISTA A ISABELLE HUPPERT
Actriz de la película "Mamá María".


Pregunta: ¿Qué le atrajo del proyecto de MAMÁ MARÍA?
Isabelle Huppert: Descubrí la novela por casualidad, al escuchar a la autora Hannelore Cayre en un programa de la cadena France Culture. Hablaba del libro unos días antes de que le otorgaran el Gran Premio de Literatura Policíaca 2017. Me gustó lo que dijo y salí corriendo a comprar el libro, que me pareció genial. Era todo un retrato de mujer, la promesa de un destino. No busco sistemáticamente papeles en las novelas que leo, también leo por placer. Pero en este caso, y por lo que había dicho la escritora, me di cuenta de que había un personaje central de lo más interesante. Y también la posibilidad de una película que no se entregara completamente a los códigos de un género, policíaco o comedia. Jean-Paul Salomé, con quien viajé mucho por motivos de trabajo con Unifrance, me dijo que le interesaba y, algún tiempo después, que había comprado los derechos de la novela. Ya habíamos vivido una situación fallida, era el momento de recuperarla.

P.: ¿Le apetecía hacer una comedia?
I. H.: Nunca ocurre así. Siempre es posible rehacer la historia y decir que el deseo precedió al acontecimiento, pero no, no es por falta de tonalidades diferentes. Siempre he pensado que hay tragedia en la comedia y viceversa. MAMÁ MARÍA es un tema que habría gustado a Claude Chabrol: tiene todos los ingredientes de la sátira, pero tanto en el libro como en la película, nunca se deja de lado una forma de humanismo. Me gustó esa necesidad por parte de la protagonista de sumirse en una aventura que le convierte en cómplice y adversaria. Cómplice porque todo empieza con la amistad que le une a la enfermera que cuida de su madre. Adversaria porque va a sacar el máximo de dinero posible a los que engaña. Hay una amoralidad, un lado anarco que me gusta. También me gusta como acaba, la alegría y la melancolía unidas. Y con una forma de soledad. Para el personaje, lo novelesco no excluye la soledad. Ni el valor. No le asusta a dónde ir

P.: ¿Cómo resumiría el recorrido de Patience, su personaje?
I. H.: Es una mujer que se enfrentó a un duelo brutal. Lo cuenta en una escena con Hippolyte Girardot, magnifico compañero. Se ocupa sola de todo, de sus hijas, de su madre. La verdad es que no se hace muchas preguntas cuando surge una bendición inesperada y se lanza de cabeza a la aventura. Es amoral sin saberlo; probablemente lo haya heredado de sus padres. Suelta las amarras. Pero no lo hace tanto para tener una nueva vida como para volver a encontrar una magnificencia perdida, volver a la vida de antaño. En cierto modo, es lo opuesto del personaje que interpreté en VILLA AMALIA, que lo dejaba todo después de un desencuentro amoroso. Pero no son cosas en las que pienso conscientemente cuando hago una película. No me hace falta pensarlas ni formularlas porque están ahí: el peso del pasado se cuela de forma sutil y alusiva en el relato. Aporta una forma de poesía al personaje y a la película.

P.: Tuvo que aprender árabe
I. H.: Sí, entender árabe y hablarlo es parte del personaje. De hecho, es lo que da pie a la historia. Fue un reto divertido, pero muy difícil. El mismo año tuve que hablar un poco de chino en LUZ, de Flora Lau, y mucho árabe en MAMÁ MARÍA. No es difícil con los idiomas más cercanos, pero tanto en chino como en árabe hay sonidos muy complicados de reproducir. Me preparé con varios meses de antelación y espero haberlo pronunciado con la suficiente corrección. Al principio solo entendía el sentido general de la frase. Poco a poco me esforcé en entender a qué palabra o grupo de palabras correspondía el sentido. Pero la musicalidad del idioma es tan importante que no entender nada tampoco era muy grave. Preferí esforzarme en reproducir esa musicalidad lo mejor que pude. Los diálogos en árabe nunca están aislados del resto: hablo árabe disfrazada de mujer árabe, a veces de mujer árabe muy rica y a veces más pobre. Me gusta mucho el traje que llevo en el supermercado, me parece muy auténtico. Cuando brilla, me parece más cercano a un disfraz. Todo me divertía, y no conseguía disociar el idioma del disfraz.

P.: Es conocida por trabajar en el momento, ¿ya había tenido que preparar un papel con tanta antelación?
I. H.:
Tocar el piano para LA PIANISTA también fue algo parecido. No puede una anticiparse a la interpretación pura. La fabricación de la película precede al actor, no queda más remedio que dejar que las cosas lleguen a su tiempo. Pero tocar el piano o aprender un idioma son procesos que requieren tiempo y no pueden saltarse. Como elaborar un vestuario. Y no me refiero solo al disfraz de Mamá María. Marité Coutard, con la que ya había coincidido en LUCES DE PARÍS, de Marc Fitoussi, hizo un trabajo de primera. Casi se me olvida, pero también ensayé mucho con el perro. No soy muy de perros, pero es interesante observar a los animales en un rodaje. Estuve con él varias veces antes, era muy bueno. Vino con su domadora al patio de mi edificio y dimos la vuelta tres veces juntos. Fue un rodaje agradable, sobre todo porque trabajar con Jean-Paul Salomé es muy agradable. La puesta en escena que había escogido le permitía a mi personaje recorrer toda la gama de sentimientos sin ocultar ninguno. Un verdadero lujo para una actriz. La película estaba muy bien preparada. El guion había evolucionado desde la primera lectura. La película se centra principalmente en lo que piensa y siente Patience, sin por eso renunciar a lo que ocurre a su alrededor. Cuando empezamos a rodar, ya estaba todo en su sitio, no quedaba mucho por hacer, como ocurrió con ELLE, de Paul Verhoeven. Son películas totalmente habitadas por el personaje principal. Para una actriz es maravilloso tener un papel sustancioso, como si tirase de un hilo. Y uso el adjetivo "sustancioso" en vez de "importante" (es obvio que es importante) porque son papeles ricos por la infinita variedad que ofrecen. Siempre son lo que son y lo opuesto: fuertes y frágiles, divertidos y tristes. No hay nada impuesto, todo es libre.

P.: ¿Nada de psicología, no construye el personaje?
I. H.:
No, no creo en semejantes nociones. Pero debe haber materia y profundidad, hay que aportar explicaciones discretas al espectador. Me gusta mucho mi relación con la Sra. Fo; el personaje me divierte y la actriz que lo interpreta, Jade Nguyen, también. Me gusta la sororidad entre Mamá María, la Sra. Fo y Khadidja, tres mujeres de orígenes muy diferentes a las que une la solidaridad. Esa forma de ir en contra de los arquetipos funciona muy bien en la película. Ser fuerte desde la fragilidad, engañar desde el candor, ahí está la gracia. Que alguien como yo vaya de superheroína cuando carece del físico adecuado. Ahora pienso en el plano de mi silueta recortada contra el aerogenerador. Jean-Paul ha sabido utilizar su talento como director y la fuerza del cine para que las imágenes hablen por si solas. Ya había notado el contraste en la novela, esa vertiente "ratoncito" en un mundo de hombres, la imagen de un personaje apocado solo en apariencia.

P.: Patience miente a menudo, ¿la mentira cambia la interpretación?
I. H.:
Sobre todo es una fuente cómica. Al mentir se domina un poco el mundo que nos rodea, es una forma de poder para Patience. ¿Si lo noto cuando interpreto? Trabajo con las capas que se forman y se apilan para formar el personaje. Ahora bien, el cine permite una enorme gama interpretativa con las miradas. Y efectivamente, la mentira ofrece una gran variedad de formas de interpretar. Me divertí mucho en las escenas con Hippolyte Girardot, donde Patience intenta sonsacarle información sin revelar nada. O cuando se autotraduce. El placer que aporta la mentira al personaje también es el mío. Hay una fusión entre el personaje y la actriz. La comedia permite muchos efectos, solo queda saber dosificarlos.


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Texto: Wanda Visión ©
 

 
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