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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
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CUANDO LA GUERRA PROVOCA SENTIMIENTOS HUMANOS
Película "Perdidos en la nieve"


J. G.
(Madrid, España)

Perdidos en la nieve
  Ficha Técnica Video Premios
La guerra representa el acto más inmoral de la conducta humana. El cine ha encontrado en ella materia prima para explotar su industria: desde el antibelicismo defendido por “Senderos de gloria” hasta el odio despertado en "Platoon" -“la película favorita de (Richard) Nixon”, según su director, Oliver Stone-, el choque entre las mentalidades nipona y británica de “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” o el realismo documental de “Stalingrado” (Joseph Vilsmaier).
La última película del director noruego Petter Naes describe una situación verídica ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial. Su interés se refugia en la peso de las relaciones humanas entre enemigos, abocados a convivir en un espacio reducido, prisioneros del destino: un canto a la supervivencia, donde la animadversión lucha contra el entendimiento. “Perdidos en la nieve” es fruto de lo imprevisto; desde el comienzo posee desde el principio el maravilloso, y silente, encanto de lo inexplorado. Nada es fingido en una circunstancia cargada de tensión.
 
Perdidos en la nieve: un reto  
Tensión entre enemigos
El avance hostil de la guerra tiende a apoderarse de las fronteras como objetivo prioritario. El combate aéreo que acaba en relación humana se describe inicialmente entre poesía nevada. El hombre se ve obligado a enfrentarse, cara a cara, contra las inclemencias del tiempo, contra el enemigo (todos son enemigos de todos) y contra su temple militar. El lugar y la época en que transcurre este incidente (Noruega, abril de 1940) sirve para identificar su contexto histórico (la Segunda Guerra Mundial), que, desgraciadamente, no ha envejecido con el tiempo. La batalla nos sitúa en un marco de hostilidad y maldad humanas previsibles y pone a los protagonistas en la tesitura de enfrentarse a dos caminos: el regido por los ideales o el que se basa en la realidad.
Petter Naes juega con la conflagración para construir una película anti bélica que enseña el alma de sus protagonistas. Gracias a los personajes, descubrimos que el soldado hace el juego a quienes han prendido la mecha. En el fondo, nadie desea la guerra pero nos vemos abocados a secundarla en un círculo vicioso alimentado por papiroflexia patriótica. “Perdidos en la vieve” no habla de héroes militares sino de soldados convertidos en personas.

Comienzo de un entendimiento
 
El teniente Horst Schopis (Florian Lukas) junto al sargento mayor Wolfgang Strunk (Stig Henrik Hoff)
El enfrentamiento se suaviza en una relación entre individuos pertenecientes a bandos contrarios que, hasta hace poco, se perseguían a muerte y ahora se ven obligados a compartir lo que tienen.
La formalidad militar germana hace frente al tono británico jocoso. La lentitud de la narración acompaña la soledad del desierto nevado al que han ido a parar unos y otros. La convivencia fusiona la manera de entender la vida, capaz de transformar sus ideales. Los prejuicios y la enemistad se ponen en juego, aislados del mundo; obligados a crear un ambiente que describe lo ilógico de unas políticas fallidas, basadas en el odio.
El ritmo cinematográfico es pausado con una intencionalidad añadida: saborear la convivencia en el cambio de pensamiento. Las escenas no gozan de la rapidez que se impone a las películas bélicas; al contrario, poseen una tranquilidad pausada, apartándose de la visión ampulosa. El metraje describe una trama acoplada a su duración. No se encuentran imágenes retorcidas por tecnología millonaria ni obtusos planos de geometría ensayística, sino que el espectador se enfrenta a los personajes en su esencia, con los que puede mantener un cara a cara disfrutable. Existe una corrección relajante en los actores. Hay que felicitarse por esta película humana, que entra debido a la sencillez cercana que diferencia al cine europeo del resto.
Teniente Horst Schopis  
Capitán Charles P. Davenport (Lachlan Nieboer)

No aprendemos nada nuevo de la guerra ni descubrimos lo que no conocemos sobre la naturaleza del hombre; sólo que Petter Naess no identifica al soldado como amasijo de ideología ni mentalidad heróicas; “Perdidos en la nieve” lo presenta como alquien que descubre el placer de anteponer las circunstancias al yo.

J. G.


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