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ENTRE LA SENSIBILIDAD Y EL DEFECTO
Película "The Grandmaster"
J. G.
(Madrid,
España)
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Lo defectuoso se da la mano con lo magistral en “The Grandmaster”, creando un cóctel de poesía épica. La novena película del cineasta Wong Kar Wai no es su mejor obra; sin embargo, posee la fuerza del dragón rojo. Sus vaivenes se deslizan hipnóticos con la rapidez del viento y la suavidad de la pluma. Contundentes. No se trata de un película sobre Kung Fu al uso. Las artes marciales salen bienparadas dentro de una historia algo confusa y tediosa por momentos.
Sin embargo, resulta inevitable no dejarse atrapar por la textura de colores y movimientos tan fuerte y atrayente que sus imágenes despiden. Este género, salvando excepciones que rozan lo galáctico, se ha encuadrado en produciones B de bajo presupuesto. Sucede lo contrario en “The Grandmaster”. Tras un largo proceso de trabajo y ocho años en su gestación, este proyecto nace con vocación de ser amado o repudiado. Su espíritu se posiciona en los extremos: desde la perfección visual hasta la imperfección expositiva. Un choque que concuerda con el alma de esta película representado por la pugna entre horizontalidad y verticalidad, sosiego e ímpetu; agresión y defensa; pelea junto a venganza.
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La coreografía impregna el guión de una película que no deja impávido a nadie. El golpe seco se mide con la suavidad del giro y la estabilidad segura en sí misma. “The Grandmaster” es danza en estado puro: hay belleza, plasticidad de movimientos. Unos movimientos que convierten al texto en elemento innecesario sobre la explosiva fuerza convertida en danza de defensa espiritual. Existe mucho de misticismo en este ambiente marcado por la lluvia y la pureza del vestuario ceremonioso.
Quienes no estamos por la labor de juzgar a un director basándonos en su cronología cinematográfica, debemos aceptar la maestría de Wong Kar Wai sobre la imagen. Aquí, lo demuestra con el manejo superlativo de la cámara. Cada plano es una frase de acabado pluscuamperfecto, tan feroz como exquisito. La historia china se pasea por la pantalla de manera ligera como apoyo a una fotografía cuidada milímetro a milímetro, creando un ambiente preciosista dentro de su fiereza consustancial. Dicho virtuosismo estético está dirigido por danzas artísticas que recuerdan la elasticidad de “Matrix” dentro de un contexto más humano. |
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Las imágenes circulan por el tiempo a través de varias etapas históricas: desde 1936 hasta comienzos de los años 50, momento en el que se cierra la frontera entre Hong-Kong (territorio británico) y China continental. Se produce una confusión generadora de hastío en esta vorágine desenfrenada de golpes. La figura de Bruce Lee, protagonista en alma de la película, aparece como un espejismo borroso, obligado por la época. |
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El ambiente descrito se convierte en una cinta que explora el honor del Kung Fu. Dibuja el código de fidelidad hacia uno mismo, imperante en las artes marciales. La figura del maestro respira rodeada por un halo de humilde inmensidad. El espíritu oriental, ávido de conocimiento para entender, busca abrirse paso entre el desconocimiento humano y su falta de autocontrol.
La película es el retrato de una época desaparecida; un biopic confuso que relata la historia de Ip Man, maestro de Kung Fu y profesor de Bruce Lee.
Es una explosición de artes marciales (Wing Tsun, Bagua) y, ante todo, plasticidad visual narrada con la maestría de la tranquilidad oriental sobre un mar tormentoso. Los protagonistas de “The Grandmaster” hablan con su mirada fija y cuerpos rocosos en un viaje sin retorno por la historia del Kung Fu. |
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Texto: www.photomusik.com
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