La proyección cinematográfica esconde un mundo particular camuflado entre máquinas que dan vida a la imagen filmada: todo un universo que se está cubriendo de polvo debido al avance del imperio tecnológico frente a la traquilidad de la artesanía visual.
La disciplina de trabajo a la hora de la proyección ha cambiado mucho en poco tiempo, forzada por este desarrollo. Las antiguas cabinas se han convertido en museos de historia empolvada que van desapareciendo. La relación entre operador, máquina y 35 mm. sufre una mutación tan drástica como lo fue el paso del
formato mudo al sonoro o del blanco y negro al color. La magia del cine ha perdido el contacto humano en sus entrañas. La conexión que sostuvieron proyeccionista e imagen escondía una relación silenciosa tan apasionante como las imágenes trasmitidas