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BRUCE SPRINGSTEEN VISTO DESDE FUERA
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Bruce Springsteen nunca ha parado de ofrecer giras. Es un músico nacido para desplegar su potencial tanto en grandes escenarios como en reuniones íntimas. Es un músico de masas. Propiciado por el lanzamiento de su primer álbum de estudio surgió “Greetings From Asbury Park Tour” junto a la E Street Band, su iniciático tour americana que no pecó de corta. Les llevó a realizar 127 conciertos por Estados Unidos promocionando el disco homónimo durante el periodo 1972-1973. Aún eran desconocidos a escala mundial; otro grupo del montón que se dedicaba a hacerse un hueco en la industria discográfica. 1974 fue clave en la carrera de Bruce Springsteen: mientras viajaba de ciudad en ciudad, entre bolo y bolo tenía tiempo para escribir "Born to Run". El 3 de agosto de este año, la música dejó de cotemplar su figura como telonero y el 14, dio su último concierto con David Sancious y Ernest “Boom” Carter en la E Street Band. La publicación de “Born to Run” el 25 de agosto de 1975 significó el lanzamiento internacional de The Boss. El hombre macro concierto nacía.
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Salida al extranjero |
La primera gira internacional estaba en marcha. El 20 de julio de 1975 arrancó “Born to Run Tour”, con las miras puestas en Europa. El londinense Hammersmith Odeon ha tenido el privilegio de pasar a la historia como el primer escenario europeo que pisó Bruce Springsteen; le siguieron Estocolmo, Amsterdam para finalizar de nuevo en el teatro diseñado por Robert Cromie. Springsteeen, tras su visita inicial a España el 21 de abril de 1981 en el Palau d’Esports, se ha convertido en un habitual de las plazas ibéricas. La última vez que lo vimos en el Estadio Santiago Bernabeu fue el 17 de julio de 2008 ante 55.000 seguidores. Aquella primera actuación, en la que presentó “The River”, queda distante en el tiempo frente a la reciente “Wrecking Ball Tour”, trayendo uno de sus trabajos más castigadores. |
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| Calor y color en el Santiago Bernabeu |
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El estadio madridista se encontraba rodeado por un cerco humano, era una serpiente arrastrándose entre el calor con lentitud. Una marea humana que se dejaba llevar, un ansia por entrar al recinto. Todo salpicaba confusión, reinaba la calma; los VIPS llegarían al final. Springsteen es un icono entre sus fans; son sus hijos que visten la misma piel y le profesan un amor incondicional. Había desde seguidores roqueros hasta jóvenes generaciones que no le han visto actuar en directo. |
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Aquellas que le han escuchado enlatado en mp3 pero no han sentido la electriciad que transmite. Vienen enfunados en sus camisetas, objetos de recuerdo y presencia fetichista; signos de identidad, descripción de sus gustos. Hombres anuncio paseantes, discípulos creyentes. “Bruce para siempre”. Todos con la misma intención: entrar en un santuario del culto al rock durante más de tres horas: una larga ceremonia donde la entrega se produce por partida doble. Ofrenda pagana. El trasiego de personas aumenta, se dispersa sin disolverse; los afortunados portadores de una entrada se mezclaban con los puestos de chucerías y refrescos. Pocos consumían, muchos venían pertrechados de viandas y bebida; los aledaños del Santiago Bernabeu fueron testigos de un ritual carnavalesco. |
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El rostro reflejaba fiesta, los pensamientos eran fáciles de adivinar; las palabras se suponían. Bruce es es mejor, el más grande, el único, el irrepetible; en definitiva: el jefe. El jefe es un sinónimo de adoración y respeto, músico y filántropo: un mito viviente. El chico de Long Branch es un artesano de la canción, una cifra con muchos ceros en su caché y generador de otros tantos, melodías politonos y creatividad.
La gente se organiza: “ésta es la diecisiete, tenemos la fila quince”; manos indicando la entrada, pies camino al cielo; calor, mucho calor; fuego interno.
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Las camisetas sudorosas tenían estampada su cara, sólo un nombre, el mapa de una gira (antigua o la actual). Seguidores extranjeros que no han abandonado a su dios en “Wrecking Ball Tour" llevan tras sus pasos más de diez años. Vienen de Trieste, lo vieron en Barcelona; habrá una próxima parada dentro de dos días en Montpellier. Viejos roqueros tras una hilera de impaciencia, espíritu juvenil; idas y venidas, algún despistado. |
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La espera agoniza
El sol va bajando y el nerviosismo de no haber entrado todavía, amaina; otro sol aguarda. Listillos que vienen a última hora e intentan burlar la fila de rigor se cuelan entre esta serpiente multicolor. La espera es un ceremonial que exige su protocolo. Los aledaños al Estadio Santiago Bernabeu se vacían; quedan los escombros de una presencia multitudinaria. El espectáculo comienza. Las taquillas acojen a últimos compradores; la reventa compite al lado. ¿es legal? Un timador se sale con la suya, la entrada era falsa.
Los repartidores distribuyen su publicidad. La cara de Bruce Springsteen es un holograma, un cromo pegado al pecho. Gracias a las camisetas conviven pasado y presente ignorando al tiempo. Nostalgia pintoresca de “Born in the USA”, “The River”, “Hungry Heart”, “Mystic Tour” o “Wrecking Ball Tour”, un confeti de recuerdos springtinianos. Puro rock a pie de calle.
Conforme la gente va entrando al estadio, la muchedumbre se convierte en cadena ordenada; por fin, hacer cola tiene sentido. |
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