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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

VUELA GAVIOTA, VUELA
El populismo de Esperanza Aguirre
llega a las Elecciones municipales de 2015

JGS

Esperanza Aguirre, flamenca

Lo único que les faltaba a los líderes políticos para ampliar fronteras electorales era coquetear con la pantalla televisiva para hacer campaña. Se trata de una empresa amante del populismo circense y del sarao surrealista. Este mundo artificioso se encuentra poblado de especímes que, como Esperanza Aguirre, confunden la cercanía a la gente con el puterío de bodeville barato. Son muñecos de cera que deberían tener un museo propio, gratuito y público, donde encerrarlos y dejar que fueran felices en la agonía de su endiosamiento populista. Son mesías del culto a la imagen sobre palabras que regalan sonrisas y lágrimas al mismo tiempo.
Su papel de político serio es la cara pública del personaje travestido en su particular parada de los monstruos, muy alejada del clásico cinematográfico. Es la escenificación cercana y divertida que, por unos instantes, hace que salga del armario y muestre su realidad, carente de tapujos. Agradecemos a doña Espe, siempre en clave coloquial, esta sesión de risoterapia free, sin necesidad de copago ni tarjeta sanitaria y al PP, su entrega por insuflarle ánimos. Esperanza Aguirre, vestida de travesura populista, azuza el mensaje anti bolivariano mientras disfruta con sus apariciones.

La palabra populismo se ha puesto de moda gracias a la presidenta del Partido Popular en la Comunidad de Madrid. Le gusta englobar bajo este paraguas a quien le resulta molesto, fiel a su religiosidad política. Le asusta esta forma de dictadura que persigue el objetivo de convertir a España en una dictadura venezolana. Lejos de la autarquía enviciada, gracias a la corrupción, las mordidas, los recortes o el paro, ahora somos una república bananera. “Si gana Podemos será la última vez que votemos libremente.” ¿Aguirre apela al argumento del miedo o es luchadora por la defensa de la tarta política?, ¿a qué populismo se refiere Esperanza Aguirre?: al populismo ruso de la segunda mitad del siglo XIX; al populismo estadounidense del último cuarto del siglo XIX; al populismo latinoamericano de mediados del siglo XX; los populismos europeos de extrema derecha del último cuarto del siglo XX o a los populismos neoliberales latinoamericanos de las últimas dos décadas del siglo XX.

En campaña electoral, el teatro de la palabra pesa sobre el valor de lo prometido y los compromisos que esto implica. Los políticos hablan bajo el peso del compromiso votante, momentáneo. Juegan a ser pregoneros de la manipulación lingüística, del miedo electoral, del donde dije digo: algunos basan la necesidad de sus recortes en la herencia recibida. Sin embargo, cuando piden el apoyo en las urnas, nunca hablan de supresiones sino de parabienes y transparencia.

Esperanza Aguirre, lideresa donde las haya, a quien le gusta sentirse cazatalentos sin tener que presentar curriculum por escrito, la misma que disfruta jugando al gato y al ratón con la política, siente apego por el populismo en la búsqueda del titular explosivo. Ella, que en determinados momentos despierta la cólera de Rajoy; ella, que cierra filas en torno al PP; ella, que ama tanto al Partido como a sí misma, es folclòrica. Doña Esperanza, frustrada Margarteh Thatcher, no necesita de ningún Goebbels porque le gusta ir por libre; sabe manejar sus métodos de propaganda mediática. TeleMadrid funciona. Con esa sonrisa quirúrgica en sus apariciones televisivas, Esperanza Aguirre, populachera, nos hace reír gracias a su sagacidad e ironía de revista. Es un titular seguro para la prensa, el culo inquieto de la provocación verbal, madrina del neoliberalismo, una mano de hierro en la sombra y, ahora, la vocera del anti populismo.

Tacha de demagogos a los que -dice- no cumplirán promesas, a los que venden humo. Ella no se siente populista, sino simpática y popular. Con ese aire de chulapa verbenera olvida sus errores en el baúl de los recuerdos. Está con los jóvenes empresarios, no con los jóvenes obreros; con el bilingüismo no con el lenguaje de la calle.

El 24 de mayo se aproxima, es momento de acercarse al pueblo, de palpar sus sentimientos, de oler sus inquietudes.
Aguirre, haciendo alarde de su popularidad, se patea Madrid para sentir el pulso de los votos, para atrapar manos, para abrazar a una mujer inmigrante negra; solidarizándose contra las devoluciones en caliente sin enfrentarse a su partido, negándose a restablecer la tarjeta sanitaria a los ilegales muertos de hambre. Esperanza Aguirre quiere darse una baño de masas entre los sudores del pueblo. No es populista, es Popular... E impopular a la vez. Es populista al construir hospitales que ha mantenido cerrados mientras los madrileños pagan su conservación.

La condesa consorte de Bornos es amante de la ironía verbal, espejo de que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Desea la proximidad con el ciudadano, quiere convertirse en realidad virtual twiteadora para estar más cerca de la gente. Es cibernética e innovadora en las formas.
Los partidos jóvenes, como Podemos, se han convertido en una oposición incómoda con quien no está dispuesta a pactar. Aunque luego todos formen camarilla de la misma madriguera, a Esperanza Aguirre no le gusta compartir litera.
Esta grande de España ha nombrado hijastro de Chaves al populismo que tanto critica: el de Pablo Iglesias. Siente repulsión hacia Podemos. ¡Viva el populismo de Aguirre, viva su naturalidad y ese desparpajo salsero! ¡Bravo Esperanza!, doctora honoris causa populis, que ama la crítica impregnada de rabieta populachera.

Igual canturrea a Ketama, desplegando su flamenco de academia, que se marca un chotis con Pablo Motos, apuesta por el género chico a golpe de karaoke en inglés teatral o se arranca en italiano al amparo de Domenico Modugno con sabor a piruleta. ¡Ay Espe, cuánto me estriñe tu bilingüismo musical!
Su aparición cantarina en QTTF y El Hormiguero resultó chistosa y de mercadillo. Sus bailoteos de plató la conducen por la estela del populismo electoral, de reseña sensacionalista. Es todo ilusión quinceañera de estrella televisiva moviendo sus caderas. Vuela gaviota, vuela.
Su repentina constancia televisiva en programas ociosos posee un gran valor de feria como mascota propagandística. Es la estampa irrisoria de un político serio. ¿Se atrevería a hacer dueto con Mick Jagger en “(I Can't Get No) Satisfaction”? Los morritos del Rolling Stone junto a la lengua viperina de Esperanza no tendrían desprecio.
Siguiendo los pasos de una estrategia televisiva plural, Esperanza ganaría más popularidad cantando a Barón Rojo en TeleK.

 


JGS

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