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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

FIESTA O COMPROMISO, CONTINUIDAD O RENOVACIÓN
1 de Mayo, Día del Trabajador

JGS

1 de Mayo, Día del Trabajador

El 1 de mayo se ha encapsulado en la tradición más peligrosa: la repetitiva. Se ha convertido en la patera del desaliento español: desamparado, exhausto y, por obligación, fosilizado en la esperanza. Una esperanza que el trabajador perfila, piedra a piedra, con el cincel de su protesta. Es algo más que una fecha; representa el símbolo de libertades pisoteadas (con nombres y apellidos), una advertencia contra la opresión, contra el recorte social. Se ha convertido en un día feriado que se aprovecha para que las siglas acaparen durante veinticuatro horas la decadencia social. Estamos descontrolados ante la vorágine de atropellos que padecemos, ante la pasividad e impunidad con que los políticos manejan los hilos del teatro humano. Las personas son marionetas de sus intenciones insolidarias: mercancía a precio de saldo en los mercados de la corrupción. Un año más, nos volveremos a concentrar, desplegando banderas entre consignas jóvenes y milenarias.
Los trabajadores estamos cansados de pelear por lo que nos roban, de enfrentarnos a la injusticia a golpe de marea multicolor en un océano sin horizonte. La bravura de su oleaje no tiene perspectiva de amainar.

El 1 de mayo ha dejado de tener la fuerza pasada, vestido con banderas sindicales. El movimiento vecinal se ha lanzado con fuerza a la arena política. En este oasis democrático, la lucha diaria eclipsa al poder mediático del acontecimiento nacional. La conciencia de clase se palpa sobre el terreno, en el día a día no en los libros de Historia. Se pelea por la igualdad en la justicia, el trabajo y el respeto laboral.

Los ciudadanos estamos cansados de que nos tomen el pelo bajo la capucha de la sigla política. El trabajador se ha hastiado del humo partidista, carente de novedad, inmovilista; preocupado en las disputas internas, ajeno a su implicación ciudadana. Hoy, otro día del trabajador, no es menos importante que ayer ni más representativo que mañana. Es un punto y seguido en la pelea cotidiana por mantener la dignidad trabajadora más allá de las siglas.
Los ciudadanos, alejados de las soflamas electoralistas, convierten las plazas en ágoras del saber y sentir populares. Se organizan en otro primero de mayo perenne. Los trabajadores no queremos políticos encorbatados sino gestores con mono y sin maletín: demandamos su compromiso a pie de calle. Gente que no vea en la crisis un Titanic ajeno; ni en el poder, el arma para engordar sus estómagos. Los ciudadanos estamos cansados de que nos pisoteen y de que el 1 de mayo sea una jornada de puertas abiertas para la voz obrera. Un manifestódromo amparado por la legalidad que el Gobierno pretende convertir en ilegal: ley mordaza. Es un día de religioso ateísmo, una procesión cargada de figuras vivientes, de santos anónimos. Una procesión de reos caminando bajo la presión de grilletes invisibles. Los recortes se convierten en usurpaciones propias de un ejercicio de vandalismo nazi y descarado. El imperio de la legalidad democrática funciona a base de estos paquetes anti crisis.

La época de las grandes revoluciones se ha estancado y la necesidad de grandes renovaciones está por venir. El trabajador honrado sólo sabe protestar con la fuerza de su voz y su sacrificio. Los políticos nos inundan de siglas convertidas en marcas comerciales, de promesas recauda votos que se desempolvan en el último momento y de futuras promesas que se esconden cuando llegan al poder. Estamos cansados de tomaduras de pelo, de insultos con nombres y apellidos, de delfines corruptos, filtraciones que despiertan rabia; de luchar cada día sin oponer más resistencia que la ofrecida por nuestra paciencia. Del funcionario apoltronado, de las administraciones prepotentes que dictan normas a conveniencia, de los insultos dentro y fuera del hemiciclo: de su fariseísmo y desidia.

Los partidos políticos deben renovarse, sacrificar su egoísmo por la honradez, adherirse a la marcha popular sin distinción ni discriminación. Hoy no es día para las declaraciones enfrascadas en el oportunismo del calendario.

Los sindicatos también han perdido su dimensión social: se dice que no los necesitamos, que no nos representan. Que se han convertido en prostitutas de alto standing, alejadas del trabajador al que representan. Necesitamos a los sindicatos y a la patronal y ellos nos necesitan. Necesitamos políticos honrados que piensen en clave ciudadana, celebrar este día con ilusión y no sonrisa agridulce. Una sociedad donde derechos y obligaciones caminen juntos. La manifestación del primero de mayo no debería suponer un frente abierto a la hostilidad social sino el eje que certifica la existencia de una colectividad respetuosa con los derechos ajenos y con los propios: los de empresario y los de trabajador.

 


JGS

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