La distancia, a veces, hace palpitar la convivencia matrimonial. El ensimismamiento rompe el vínculo sentimental que se tapa con la comodidad de una parte y la ignorancia de la otra. Charu y Bhupati representan una pareja privilegiada de
Calcuta. Mientras el marido se preocupa en su quehacer profesional, ella ha forjado los barrotes de un mundo culto que alimenta con la lectura y el bordado. Este ejemplo de mujer clásica dentro de una sociedad burguesa desconoce la palabra trabajo, para quien el tiempo es un momento visto a través del binóculo. El plano inicial de
Charutala. La esposa solitaria retrata el escalafón familiar sometido al género. El bordado de unas manos porcelanosas durante una secuencia larga e inmóvil representa, también, sosiego alejada de tareas domésticas. La calma se deja acariciar por este ambiente de belleza suave, escenas mudas y miradas saltarinas en busca de un más allá cercano. Lo femenil conquista el centro de una historia que afirma su comodidad poética. El protagonismo del personaje único deambula entre libros, camina por senderos de música culta, rellena su tiempo libre con una vida reposada. El surgimiento de Bhupati desplaza a su esposa a un espacio secundario, pasando de ser centro a elemento servil que agasaja al consorte con el fruto de su labor artesana: un pañuelo bordado de protagonismo repetitivo. La masculinidad ocupa la pantalla. La fragilidad femínea siente suya la desatención frente a la representatividad del yo varonil. Él habla de política, dirige un periódico de edición casera, se preocupa por los asuntos sociales que mueven el mundo con el discurso asambleario mientras ella observa, asiente en silencio y acepta lo intocable. La desatención sexual distancia a los cónyuges en un cuento de amor imposible.