La historia europea no tuvo la misma consideración con Napoleón que los ciudadanos de Portoferraio, el Isla de Elba. La Toscana italiana vio pasar los últimos días del Premier Cónsul francés. El Ogro de Ajaccio de las monarquías europeas disfrutó de la victoria y padeció la derrota la Europa decimonónica. Su llegada a tierras italianas es retratada por Paolo Virzí como la estela de un revolucionario que significaría progreso para la vida del comerciante portoferraiesi.
Paolo Virzì consiguió entrar por la puerta grande con su primera obra, "La Bella Vita". Ésta consiguió premios como el Ciakd'Oro, el Nastro d'Argento y el David di Donatello al mejor director revelación. La película se aleja del trasfondo histórico que rodeó al destierro napoleónico. Evita una recreación histórica de lo que ya conocemos. Huye del historicismo en busca de Napoleón mortal, asediado porlameculos y enemigos acérrimos.
Se detiene en su perfil menos omnisciente, lleno de ironía. Consciente de su defenestración, Napoleón sabe que ha encontrado un segundo trono desde donde puede ejercer su poder de papel. Juega a reírse de su mundo rodeándose de pueblerinos que sólo saben cortejar sus desgastadas posaderas.
Entre tanto lameculos, su figura se revitaliza, aunque siempre hay nubarrones que intentan tapar ese esplendor. Es el idealismo de hacer justicia que, unido a la sangre juvenil, se convierte en un cóctel explosivo. Si no tuviera enemigos que persiguieran su muerte, su figura carecería de importancia en el mapa histórico. Son aquellos que se sienten predestinados a lograr la libertad matando a Napoleón. Individualistas en su intento, pero fieles comunicadores de las ideas revolucionarias a la juventud. Este es Martino Papucci, Elio Germano, maestro e hijo de comerciantes. Poco dado a recorrer mundos, pero entregado a la aventura de adelantar la historia.
Siendo un sencillo maestro de escuela, levanta la voz ante esta invasión, algo que le cuesta el puesto. Jamás pensaría que ese cese cuasi-voluntario en sus tareas docentes le llevaría hasta la misma guarida del dragón. Obligado a convivir con Napoleón como escribiente, se convierte en pluma y voz de sus pensamientos. La impulsividad inicial se irá acomodando a la convivencia con Napoleón hasta revivir su idealismo kamikace inicial.
La música de Beethoven guiará todas las situaciones, con un final de auditorio: su genialidad se recoge en “Sinfonía Nº 3. Eroica”; “Sinfonía Nº 7 Op. 92”; “Sinfonía Nº 9. Op 125”; “Piano Concerto Nº 5 Op. 73- Emperor”; “Sinfonía Nº 9. Inno Alla Gioia”; se escucha música de Clara Shuman, de J. Brahms, un vals de Prokofiev.
Se dejan abiertas las puertas a la imaginación.
Daniel Auteuil se muestra locuaz, y algo fondón, en el papel de Napoleón Bonaparte. El joven Martino Papucci (Elio Germano) cae en la trampa de la manipulación amatoria, siempre amarga. Monica Bellucci, jugando a la Baronesa Emilia, se encarga de ello.
Su picadura es enemiga del compromiso, dulce y peligrosamente atractiva: devoradora de amor veinteañero. La artista italiana es un Matrix (trabajó en la versión “Reloaded” y “Revolutions”, ambas de 2003); comenzó a mostrar su talento de la mano de Coppola en “Dracula de Bran Stroker”, 1992.
Poco a poco, descubrimos a un héroe viviendo un ocaso patético, incluso cómico, envuelto la voz callada de los libros y su memoria. El destino de Napoleón ya estaba sentenciado. Es un escribano con espíritu de Hooligan y mano temblorosa. La paciencia del Maestro Fontanelli, Omero Antonutti, tiene una continuidad.
La niebla marina trajo a Portoferraio el huracán de un hombre sarcástico con el destino.