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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


DE PLATOS Y DE PLATÓS
El cine en el Festival gastronómico "Madrid Fusión 2011".

J. G.
(Madrid, España)

Gastrofestival 2011 en el cine
     
Madrid se ha convertido, por segundo año consecutivo, en sede de la fiesta culinaria “Madrid Fusión”, una cita que congrega a cocineros atrevidos y a restauradores interesados en dar a conocer nuevas tendencias.
Manejarse bien ante los fogones implica creatividad, experimentación y disciplina. La comida, como evento social, es escenario de rupturas y reconciliaciones, diálogo y discusión, negocios y placer.
La cocina entra por los sentidos; está representada no sólo por artistas del tenedor sino también por aquellos otros que han decidido llevar sus exquisiteces y dramas al celuloide. La cumbre gastronómica ha encontrado en la gran pantalla una forma de abrirse al público asociando así el séptimo arte con el arte del buen comer. Las dulces y apasteladas salas del Cine Doré han presentado todo un menú de platos fílmicos de lo más sugerente.
 

Gastrofestival 2011 se plantea con el fin de maridar habilidad gastronómica e ingenio cinematográfico: deleitar paladar y espíritu.
Las películas exhibidas han servido de vehículo para presentar un guiso, desde que aparece descompuesto como materia prima, en bruto, hasta que se convierte en manjar aderezado con el toque personal de cada mano. La cámara ha desgranado plano a plano la fruta madura de la película acabada.
El cine se fusiona con las viandas; las películas son exquisiteces de elaboración artesanal; el plato, un fotograma para degustar.

De izda a drch: André Polonski es Jacques Dutroc; Isabelle Huppert, Marie-Claire 'Mika' Muller (de pie); Anne Mouglais, Jeanne Pollet y Rodolphe Pauly, Guillaume Polonski  
El mundo de las especias triunfa en “Politiki kouzina”

Los aromas de la comida griega ("Politiki kouzina") se mezclan con el chocolate francés (“Merci pour le chocolat”). Este último crea personajes y combate lo aburrido: “defiendo las tramas simples con personajes complicados”. Su cine antepone la estructura narrativa a la intriga. Los personajes de “Merci pour le chocolat”, chocolate agridulce en este caso, se asientan en una linealidad, pasiva, casi autista. Se retrotraen a un mundo abandonado y vacío en donde la música, por un lado, y el chocolate, por otro, fueron placeres ya alcanzados en el pasado. Los actores encarnan al formalismo puro, la pasión obsesiva por el trabajo pianístico, el desconcierto absoluto, la ocultación enfermiza y las ansias detectivescas. Cada miembro de la familia protagonista vive alejado del mundo e inmerso en su propio cosmos, sin salida. La música que llega a unir a unos se convertirá en espina para otros. El chocolate será vehículo de placer y de dolor; de amor y daño. La maldad se sirve fría en la cinta de Chabrol mientras las notas de Chopin y Liszt borbotan cálidas como una infusión de Romanticismo.

Europa ha puesto alto el listón de su cine en este encuentro gastro-cinematográfico con una película helena: “Politiki kouzina” en donde lo culinario se mezcla con un trasfondo político amargo. Los disturbios de Estambul en septiembre de 1955 hicieron que la comunidad griega de esta ciudad fuera deportada en lo que se consideró una turquificación del Imperio Otomano. Los griegos, tan dados a estudiar las etimologías, se personifican en el abuelo cuando relaciona gastronomía con astronomía.
Tassos Boulmetis aborda el fenómeno gastronómico como un elemento más de nuestro cosmos.
Grecia es sinónimo de especias: pimienta negra, laurel, canela, romero, hinojo, nuez moscada, comino (con el que dicen se consigue un ), o el orégano y la albahaca tan necesarias para la elaboración del Souvlaky.
Las tiendas de especias son bazares de souvenirs envueltos en aromas que conforman todo un jeroglífico nasal. “Politiki kouzina” es el equivalente casero del colmado de Le Bon Marché parisino o el de Fauchon en la Madeleine o Harrod's en Londres, dispuestos a deleitar los olfatos y los paladares más exquisitos. La intensidad y la diversidad aromática de esta cinta recuerdan a “El perfume”, de Süskind.
La figura del abuelo, y filósofo culinario, aparece como transmisor de conocimiento y sensibilidad a su nieto.
La geografía se aprende con el olor de las especias: se aprende a ver con el olfato.
Olores, colores, sabores... Es una película para degustar.

La traducción más acorde con su idea central sería “La sal de la vida”: refleja su espíritu. Una pizca de sal es imprescindible, y más gustosa si no se aprecia; la mejor delicatessen es la que tiene su justa medida en todo. Alrededor de la sal giran el resto de alimentos alineados en conjunción como planetas. La simetría en su medida. La Vía Láctea es una alineación de condimentos para Corraface, sabiamente aprendida de su abuelo.

Remi es el protagonista de "Ratatouille"  
Sideways
Entre película y película el estómago encontró en el Cine Doré un restaurante self-service de aroma popular. Los vinos de Navarra se degustaron después de que Alexander Payne retratara la crisis de los cuarenta con el humor de Paul Giamatti y Thomas Haden Church (ambos nominados al Óscar en 2004 como Mejor actor de reparto por "Cinderella Man”). “Sideways”, con sus viñedos, es melancolía de un catador de vinos y lo imprevisible de un aventurero; el jazz de su banda sonora palpita como una delicia.
Los documentales y el cine de animación tuvieron su espacio en Gastrofestival 2011 con "El pollo, el pez y el cangrejo real" y "Ratatouille". Con ese primer título, Jesús Almagro y Pedro Larumbe despertaron la química gastronómica entre lo mecánico y lo artístico. Con el segundo, dibujos y alimentos compitieron en color.
La comedia romántica apareció con "Fuera de carta".
Retos deseosos de formar parte del Libro Guiness de los Récords con Meryl Streep y Amy Adams
en "Julie & Julia".
La comida mexicana fue entrante para la película de Alfonso Arau, “Como agua para chocolate”. En 1992, la novela de Laura Esquivel, llevada a la gran pantalla, elevó el cine mexicano a la calidad de internacional. El reconocimiento en su país se consagró al conseguir diez premios Ariel, situándola en el quincuagésimo sexto lugar entre las cien mejores películas de su cine, algo así como las tres estrellas de la guía Michelin. Alfonso Arau exploró el ambiente de la cocina, aunque de manera indirecta, en "Un paseo por las nubes (A Walk in the Clouds)".
Codornices con pétalos de rosa, el mole y los tamales para los días festivos, tortas y frijoles se mezclan en esta obra en donde el amor imposible se asienta en un México revolucionario. El secreto de un buen guiso está en cocinarlo con amor. El mundo reflejado por Alfonso Arau se sumerge en el universo de ollas caseras, de cortejos culinarios e improvisados paritorios de aroma especiado. Se respira el ambiente del guiso cocinado a fuego lento dentro de un drama romántico. En “Como agua para chocolate”, la miel es el secreto de la longevidad, los nopales a la mexicana sirven para adelgazar y la menta quita el mal aliento. Hay recetas culinarias para todo excepto para arreglar un amor imposible. Los ágapes familiares se transforman en retortijones, infusiones calientes para calmar el vómito. El encanto femenino, y su personalidad en la cocina, educan los modales de la Revolución Zapatista cambiando la pólvora por el almíbar.
El dicho mexicano “Mujer que guisa, se casa aprisa” no se cumple con Tita (Lumi Cavazos), obligada a sufrir una vida de cautiverio entre olla y olla.

Olivia Molina es Sofía en "Dieta mediterránea"

 
El chocolate no sólo se emplea en la repostería
La vida es una conjunción de sabores: salado, ácido, dulce y amargo. La imagen tiene un valor especial en el mundo de la restauración. La sencillez frente a la alta cocina se abre paso en "Dieta mediterránea". Empezar desde cero en un chiringuito de playa cercano a la gente. La cocina francesa, ceremoniosa, se presenta como cumbre del arte culinario. Oristrell da cabida a la cocina innovadora, su colorido y su diseño. Amar la cocina es enamorarse de las sardinas con chocolate o de los bocatas de salami con aroma playero. La comida de “Dieta mediterránea” es comedia, es amistad, trío, imagen, sentar la cabeza.
Cine y gastronomía se fusionan en este festival  
El olor de la
 
El recorrido geográfico que ha rodeado al Gastrofestival 2011 pasa por Taipéi. Poseedora de una cultura milenaria, China ha hecho de la comida uno de sus mayores valores.
Decir Ang Lee es referirse al concepto de cine asiático.
La ruptura que quiebra la estabilidad familiar proviene de una modernidad invasora: invasora hacia los valores de las costumbres mandarinas. La comida tradicional china se convierte en ritual gracias a Chu, un samurai de la tradición culinaria.

"Comer, beber y amar" es un homenaje a la comida dentro de una cinta rebelde. El cambio, además de ser conflictivo, se presenta inevitable
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Se conocen más de setenta variedades de papaya. El fruto verde, inmaduro, de esta especie tropical puede ser consumido en ensaladas y estofados. La cocina tailandesa se sirve de ella para mezclar sabores. La papaya es pura savia y "El olor de la papaya verde" muestra la savia de la vida en la persona de Mùi durante distintas etapas (la actriz Man San Lu, a los diez años y Tran Nu Yên-Khê, que la interpreta con veinte). La película transcurre con calma, aderezando bien el guiso entre miradas, agua y frituras, hasta conseguir que el arroz alcance su punto justo de cocción antes de servirlo. La escasez económica no borra la sonrisa de su rostro. El cuidado que Benoît Delhomme pone en su fotografía hace de El olor de la papaya verde” una película rica al paladar de quien ama un cine exigente, cuidadoso con la técnica fotográfica y contado en silencio. Es aroma, textura, cremosidad, fluido, poesía, albor: la guinda que colma este pastel de gastronomía cinematográfica.

 

Este homenaje de celuloide a los frutos de la tierra lo clausuró Ettore Scola, un clásico de la Commedia all'italiana que, junto a Mario Monicelli, Luigi Comencini, Pietro Germi, Nanni Loy, Antonio Pietrangeli, Pietro Germi, Dino Risi, Steno y Lina Wertmüller, encumbró al cine italiano entre los años cincuenta y principios de los ochenta del siglo pasado a muy altos niveles. Dentro de su extensa filmografía, “La cena” es un fiel muestrario de actitudes adoptadas frente a la mesa, llenas de comicidad. Su argumento se basa en personas corrientes y situaciones cotidianas. “La cena” describe distintos mundos dentro de un todo globalizado, el restaurante. Los placeres mundanos se exaltan. Necesitamos comer tanto como comunicarnos y la comida es una manera de expresar esa necesidad: es el vehículo que exterioriza miedos y alegrías. Italia es un restaurante. Amantes, revolucionarios, marimachos envueltas en colorete putón, hijas deprimidas, otras que caminan hacia la castidad perpetua, cocineros sabelotodo, videntes listillos de poca monta, gran apetito y mucha labia; ancianos profesores de larga experiencia en la vida y frugal alimentación. Esto es “La cena”, un acontecimiento con la comida como nexo que enlaza, durante unas horas, a estómagos y a almas desconocidas.
La comida nutre, deleita, sirve para acercar culturas y edades: el cine también.

 

Marisa Ojeda Pardo - J. G.


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