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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


MEDITACIÓN SOBRE LA VIOLENCIA
Película "La Cinta Blanca".

J. G.
(Madrid, España)

La Cinta Blanca
Ficha Técnica Video  
Michael Haneke ha conseguido con “La Cinta Blanca” lo que muy pocos directores logran en contadas ocasiones: regalarnos arte documental en una película plagada de imágenes tiernas y contenido dramático: mezcla de amor, odio e impotencia. Su cine saca a la luz, sin intención aleccionadora, lo más íntimo del ser humano en la mejor tradición de Bergman.
 

Haneke sabe marcar las escenas, y tomarse el tiempo de cada plano, para hacer hincapié en su importancia, atrayendo el interés sobre el espectador. Domina la técnica y domina las emociones, se pone a la altura de su público, siente como él, confraterniza con él y consigue una película ácida y bella. El dolor dramático convive con la recreación estética en el paisaje, en las formas y las luces; en la sencillez del blanco y negro, midiendo la iluminación con la oscuridad sin imperfecciones. Resplandor y penumbra hacen soñar, pensar, sorprenderse e intrigarnos. Esta tonalidadd dual de su metraje realza el dramatismo, y terror, que expresa sin la necesidad de recurrir a una violencia en carnes abiertas. La crueldad, siempre presente, convive con el agresor y el agredido. El público tiene que advertirla y, a veces, visualizarla: una puerta cerrada, un silueteado, un plano cortado son matices que se identifican con ese desgarro.

Burghart Klaussner como el pastor  
Inocencia

La maldad humana es una bestia que nos acompaña en “La Cinta Blanca”. Haneke sabe atraer nuestro interés desde los créditos iniciales, escritos en con un baile de letras mudo: premonición de lo que vamos a ver. Las imágenes son lo suficientemente autónomas como para no necesitar de un apoyo musical, exceptuando a capelas corales bañadas de tono religioso alienante.

Haneke comienza igual que finaliza: en silencio. El espectador cambia, pasando de la curiosidad a la reflexión. Impresiona por su sencillez, es el silencio de la elegancia. En las intenciones del director sobre esta película, Haneke deja muy clara su postura para que no se le encorsete como cineasta cazanazis: “... Porque el filme no habla sólo del origen del nazismo, sino del nacimiento de toda forma de terrorismo. No soy un profesor de Historia. Hablo del aquí y el ahora”. Sin embargo, las referencias históricas de su película tienen una localización tangible, la Alemania profunda y protestante, en un momento delicado de Europa (comienzos de la Primera Guerra Mundial), cuando algo está cambiando en este continente.

Los personajes de “La Cinta Blanca” están llenos de culpa: unos por su constante abuso autoritario y otros, por el sometimiento que padecen. Es una denuncia contra los totalitarismos y la moralidad repugnante que gobierna el mundo. Ahonda en los comienzos de una Alemania negra, instaura las bases de la pureza racial y la complicidad oligarca entre moral y política. La culpabilidad forma parte de nuestras vidas sin necesidad de ser malo para convertirse en culpable.

Marcado por la cinta  
Autoritarismo religioso
Los niños son grandes actores. Haneke ha conseguido la perfección germana con sus papeles. Vemos una infancia educada bajo un código represor, generador de violencia. No poseen armas para defenderse ante los valores erróneos inculcados, excepto su inocencia. “La Cinta Blanca” muestra estos principios y cómo son interiorizados por la puericia. Les encomendamos la misión de blindar su fragilidad a golpe de represión. Una sociedad pervertida fabrica hombres pervertidos.
El fascismo moral de las religiones representa terroríficos mensajes de sumisión.
Austeridad

El castigo visto por Michael Haneke es la identificación de todas ellas. El castigo es algo implícito en “La Cinta Blanca”, una magistral reflexión acerca de la historia, la moral y la psique marcadas por la violencia de las relaciones humanas, la educación autoritaria y el peso de la religión.
Como buena doctrina mutiladora del pensamiento libre, el protestantismo es castrador, alienante y generador de odio. El dolor es un valor universal. El arrepentimiento a través del castigo físico, y la vejación social, sirven para lavar los pecados y alcanzar la rectitud.
La sobriedad marca toda la película: su vestuario, la arquitectura. El entorno cerrado, y feudal, de una comunidad aislada del exterior, convertido en campo de concentración estructural, cultiva la maldad dentro de un círculo reducido a las figuras de poder (comadrona, médico, …). Se desarrolla en un mundo aparte, donde la dependencia es algo necesario para la subsistencia de las personas, digno de agradecimiento, vivero de más violencia.
La vida de sus gentes es rueda de molino unidireccional, con la independencia amputada. La aceptación va implícita en sus destinos, intentar cambiarlo es una mácula hacia el continuismo instaurado que sólo puede traer más penas a la miseria de su monotonía campesina.
Haneke no exige a los actores más que lo que son, la naturalidad en sus actos es tan lineal que resulta violenta. Se ha cuidado de narrar lo desagradable con imágenes bellas.

En la granja  
La siega

La estética de Haneke se recrea en blanco y negro puro. Christian Berger transmite la esencia de la película a través de una fotografía que conjuga drama con ternura bajo la misma luminosidad. La violencia gratuita es recortada en fotogramas de medio cuerpo, estáticos, descriptores de todo el dolor de la muerte; sobre puertas infranqueables que esconden castigos purgantes. Haneke mantiene la imagen fija en el plano, aumentando la tensión. Su dramatismo y belleza son fieles al expresionismo de Ingman Bergman, cuya sombra planea sobre la nuca de muchas escenas.

El sexo, en su escasa voluptuosidad, es una forma de explicar la humillación hacia el débil. La manipulación sexista trata a la persona como utensilios con caducidad, Rainer Bock (el médico) proporciona al pene poder despreciativo.

Haneke se introduce en la exploración sobre los valores que nos inculcan desde la infancia. “La Cinta Blanca” es un compendio de historia, sociología y moralidad. De nuevo, la religión queda al descubierto como arma diferenciadora que genera desunión y violencia en el hombre. “La Cinta Blanca” describe una microsociedad corrompida por el animalismo religioso.

El médico (Rainer Bock) y su hija  
El coro
 

“La Cinta Blanca” representa austeridad en el gesto, economía en la sonrisa, despilfarro en humillación. Michael Haneke, lejos de aburrir, nos revuelve el estómago; desnuda la crueldad humana en un drama abierto que hundió a Europa. Narra su iniquidad con una pasmosa tranquilidad, poética. Los niños de “La Cinta Blanca” nos enseñan hasta dónde es capaz de llegar la monstruosidad de las morales absolutistas.

 

La película de Michael Haneke debería incluirse en el plan de estudios de las escuelas cinematográficas como cabecera para los futuros cineastas.

J. G.

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