Que paradoja: hablar de cine con una película mostrando al cineasta que ve pasar el tiempo bajo la prohibición de hacer cine. El cine de
Jafar Panahi se ha convertido en incómodo; su metalenguje se estructura en el propio hacer; es claro, sencillo, limpio, real y necesario. Libertad y talento deportados al arresto domiciliario. El cineasta iraní pecó de ejercer la libertad en una sociedad donde el arte que cuestiona las flaquezas del régimen político lo convierte en sujeto peligroso que incita a la rebelión social. Junto a su compañero
Mojtaba Mirtahmasb construyen un documental que reta al régimen iraní plagado de claves humorísticas en su personaliad.
"Esto no es una película" representa un ejercicio de valentía sin miedo a represalias.
La desobediencia pacífica, aquí, construye un nuevo código interpretativo; se establece la comunicación directa con el espectador, que acepta sin oponer resistencia; más bien, la exige. El personaje abandona la ficción para convertirse en naturalidad denunciante. La vivencia sin dramatismos de una realidad cáustica (casi claustrofóbica) se ha convertido en una cinta maldita para el régimen iraní y sus carceleros.