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LA TEATRALIDAD PEREZOSA
Película "Ayer no termina nunca"


J. G.
(Madrid, España)

Ayer no termina nunca
  Ficha técnica Video
¡Qué bien hubiesen quedado los papeles de Candela Peña y Javier Cámara como personajes teatrales! Una decepción para ese público que busca movimiento escénico en el cine. En el mejor sentido de la palabra, la nueva película que dirige Isabel Coixel es puro teatro; una representación, técnicamente mimada, sobre tablas grisáceas. La vida y la muerte se dan la mano en una farsa teatral que, por desgracia, va hundiéndonos en el bostezo más felino. El dominio impecable de la cámara nos descubre que “Ayer no termina nunca” tiene madera como promesa visual. Su arriesgada propuesta se sustenta sobre un dominio impecable de la cámara para adentrarnos en un ambiente clausterofóbico. Poco a poco, la palabra nos abre las puertas a un escenario irreal dirigido por la palabra forzada.
What a pity!, dirían los ingleses, por asistir a la ruptura de unas imágenes que nos adentran en la belleza muda del misterio prometedor, formando un lirismo delicado. Hermosura y decadencia fraguan el calor de un ambiente interesante. Inteligencia llevada con mal tino.
 
Candela Peña es C.  
Javier Cámara es J.
No me cansaré de repetir, y con lastimera afirmación, que este trabajo es puro teatro. Teatro por la apuesta escénica: un solo decorado de arquitectura industrial fría; teatro por la interpretación de sus protagonistas, teatro para la imagen en movimiento. Tanto Candela como Javier lo dan todo en una dudosa eficiciencia cinematográfica. Son como dos trozos de glaciar desprendidos de un todo común, navegando a la deriva. Su presencia personifica un reencuentro doloroso y dolorido. Combate dialéctico y sentimental entre lo que sucedió y lo que podría haber ocurrido en la vida de un hombre y una mujer a quienes les unía un vínculo natural.
Coixet se la juega a una carta regalándonos la composición visual de este mundo con olor a tragedia griega. Diálogo enfrentado, cubierto de reproches. Amor y rencor. La desolación del entorno hace buenas migas con la incomodidad de dos personas separadas por una decisión no acordada. Se constata que el hombre, a veces sometido a las reglas del miedo, no es dueño de su Destino.
Ayer no termina nunca
 
Dolor de una mujer
Una vez más, triunfa el hecho de que no cumplimos todo lo que prometemos; que nunca permaneceremos en el mismo nido. Mientras unos deciden abrazar nuevos rumbos, otros permanecen en su sitio para recoger la mierda que queda.
Los reproches inundan expresiones dramáticas entre la contención y la rabia. Un drama mascado desde el comienzo va abriendo los traumas que han llevado a esta situación. Celos y orgullo; rehacer una vida y continuar con el estigma del pasado, clavado en el corazón. La mano publicista de Coixet juega con inteligencia la baza de la actualidad. Su película nos involucra en el guión, mostrándonos un escenario basado en la desazón política y económica que nos acosa estos días.
Amor en el recuerdo  
Amor separado

A medida que aumenta su duración, “Ayer no termina nunca” pierde fuelle para acabar destrozada en panfleto de recordatorio pasteloso. Se asiste, con esto, a un suicidio manchado por una respetada consciencia.
El guión supepra a los personajes, tediosos e incapaces de emocionar. El argumento, ejecutado con una habilidad técnica de manual académico, carece de la chispa necesaria para convertirse en fuerza vigorosa. Isabel Coixet es maestra creando opiniones antitéticas.

J. G.


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