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LA TEMPESTAD MATRIMONIAL
Película "Fuerza mayor"
J. G.
(Madrid,
España)
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Banda sonora |
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Todo en “Fuerza mayor” es tan bello como perverso. La tranquilidad que desprende un paisaje nevado, sobre un entorno exclusivo, se va a convertir en el escenario de una retorcida pelea familiar. Una lucha particular, sin enfrentamiento físico, en la que la disgregación moral se convertirá en el centro de un iceberg que se va resquebrajando poco a poco. La familia aparece como unidad frágil donde el individuo hace valer su peso. Es un ente formado por comportamientos singulares que mantienen su estructura en pie gracias a la convivencia que permite observaciones opuestas sobre un acontecimiento. Se analiza hasta dónde llega la mentira y cuánto hay de verdad en ellas. El imprevisto inesperado se vuelve cuestionable para una mujer que duda sobre el sentimiento paternal de su marido. El alud emocional comienza a desmoronarse en este entorno acogedor y familiar. Lo único puro de este ecosistema sociológico es la inocencia de unos hijos que percibirán la soledad adulta. |
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Ruben Östlund plantea una trama diabólica, en la que el conflicto se agranda gracias a la falta de coordinación en las interpretaciones de lo sucedido. La avalancha de nieve provocada se convierte en avalancha de reproches. Alrededor de este enfrentamiento, los hijos revolotean en silencio, sin permanecer ajenos al conflicto adulto. La pelea les convierte en sufridores callados de los desarreglos maduros, creando un trauma propio. El eje familiar se perfila como pilar desde la primera imagen. Desde el momento en el que los cuatro miembros de esta familia se someten, como muñecos, al ojo indiscreto del fotógrafo que quiere inmortalizar su encuentro en la nieve. En los rostros no se adivina cariño ni complicidad, sólo cansancio por este manejo de sus poses que los convierte en maniquíes. El distanciamiento entre la pareja se palpa. Los niños, aportando su dulzura, representan la constatación de un matrimonio enamorado. Es todo tan impoluto, tan ordenado, tan nórdico; tan sospechoso que incomoda dentro de la belleza exterior. Lo paradisíaco del entorno se vuelve contra estos turistas níveos cuando la avalancha se convierte en más que una caída de nieve controlada. |
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El alud se aproxima con la suavidad del desprendimiento que provoca más placer que precaución. La pericia de Östlund en turbar situaciones intrascendentes convierte a su película en sombra de Haneke. Lo absurdo se restriega con la tortura entre raciones de civismo enfrentado. Porque, el desarrollo de “Fuerza mayor” es una manera de convertir lo diario en pesadilla. Es un ejemplo de cómo cada persona interpreta el miedo y hace de la huida un sentimiento egoísta. Se habla del proteccionismo familiar, del sentido maternal hacia los hijos, de cómo un suceso sin importancia activa las alarmas familiares. Lo que más aterra en la película no son estas situaciones exasperantes sino la manera civilizada de acatarlas. Tomas y Ebba no encajan con la visceralidad latina, el brío verbal peca de educado. En los momentos de discrepancia, son capaces de llegar a un acuerdo que sellan con el abrazo. “Fuerza mayor” dice mucho de la mentalidad sueca; de cómo es su célula familiar. |
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La espiral se va haciendo cada vez mayor y el agujero más hondo cuando Ebba no puede aceptar la ruptura del convencionalismo familiar. Lo ocurrido hace tambalear la solidez de su matrimonio; siente decepción. En medio de este enfrentamiento plagado de frustración educada, la figura de los hijos resulta clave en su desarrollo. Son pequeños seres que entienden lo que los mayores quieren ocultar y saben que algo anómalo está pasando, llegando a sentirse incómodos con la realidad. Reclaman su parcela de protagonismo en el incidente. La familia sueca no es la mediterránea. El hispter que representa Mats es la nota colorista para una película llena de fondos blancos y tonalidades claras. |
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La música, junto al paisaje, es otro gran protagonista de “Fuerza mayor”. Los violines del Verano de Vivaldi suenan como cañonazos chirriantes en esta película terrorífica. Pronostican angustia y fatalismo; también belleza inexplorada. La soledad inunda un escenario en el que la relación se trasforma en distanciamiento. La pesadilla del desconcierto y la erosión matrimonial se convierten en una inmensa bola de nieve donde la frialdad del paisaje se refleja en lo aséptico de sus protagonistas. Como guinda en este mundo de personajes, se encuentra la figura muda y observante del limpiador (Johannes Moustos) de hotel. Es una metáfora andante de la sociedad que lo ve todo y juzga para sus adentros sin inmiscuirse en lo ajeno. El juego psicológico congela la sangre. La tensión se adorna con gotas de impotencia. |
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