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CINE Y ESPECTÁCULOS
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EL APOCALIPSIS ACECHA SOBRE ROMA
Película "Suburra"


J. G.
(Madrid, España)

Suburra
  Ficha Técnica Video Banda sonora
Una de las máximas periodísticas sostiene que un texto jamás debe comenzar con una frase interrogativa. Y como la excepción confirma la regla, antes de hablar sobre “Suburra” es necesario preguntarse ¿hasta qué punto la política acepta la corrupción como su media naranja? Es una reflexión obligada que plantea la película de Stefano Sollima, cuyo sustrato navega paralelo a sus imágenes, entroncadas con el día a día de una manera tan simple que a nadie sorprende verlas. Y es que Sollima no se corta un pelo en matrimoniar los conceptos de política y mafia como base para desarrollar una película envolvente por su violencia cargada de sentido realista. La corrupción, hija maldita de esta simbiosis, se sumerge en la cotidianeidad avasalladora. El atropello que despliega “Suburra”, lejos de exhibir gratuidad, permite que la muerte se atavíe con un salvajismo cronometrado que la transforma en elemento de suspense. Aborda sin complejos cómo las mafias monopolizan, secuestran la política italiana. En definitiva: presente y futuro bañados en charcos de venganza familiar.
 
Los tentáculos de la mafia se expanden por el sistema político italiano en 'Suburra'  
'Suburra': la camorra en las altas esferas eclesiásticas
Los clanes mafiosos se protegen mientras crean un imperio que, fraguado a través de generaciones (pilar de terminología icónica), ansía adueñarse de naciones ya conquistadas por la religión, política, economía. Las Siete Colinas Romanas son cuna de este hormiguero entendido como fenómeno histórico, mecido por una falsa moralidad proteccionista. “Suburra” dibuja la rivalidad que alimenta el poder, la lucha entre familias para repartírselo, y cómo hombres de ley políticamente correctos se dejan untar por suculentas fragancias sobornadoras. Son hienas sedientas de poder como Filippo Malgradi (Pierfrancesco Favino) que, para no mancharse las manos, encarga el trabajo sucio a guardianes carroñeros que cobran sus tarifas del erario público.
Los planes de la mafia mandan sobre los planes de la política, democráticamente elegida, en favor de sus intereses económicos, ligados a ambiciones expansivas.
Numero 8 (Alessandro Borghi) a la izquierda frente a Samurai (Claudio Amendola), derecha, retándose con la mirada  
Pierfrancesco Favino interpreta a Filippo Malgradi
La transformación de Roma en un parque temático, que proporcione pingues beneficios para la camorra, es de prioridad canibalesca. He aquí el boceto de un mundo sostenido por fuegos artificiales, fiestas, yates de lujo, caras sonrientes y bien bronceadas donde el hombre rinde culto a Armani junto a la belleza femenina convertida en producto de lujo desechable. Marinero de agua mineral con novias esperándole en cada puerto.
La creación de un complejo ocioso (clon soñado por Sheldon Adelson) mueve los intereses especulativos de clanes mafiosos para descomponer, sin levantar sospecha, el ecosistema social. Los agitadores de este hedor pre apocalíptico disfrutan en su voluptuosidad macabra. Encarnan a una fauna diversificada por el peso de su apellido: desde el continuismo hasta la sangre nueva que se atreve a romper los estrictos cánones basados en un tradicional respeto familiar, nadando en la corrupción culturalmente aceptada. “Suburra” es una invasión de vendettas, advertencias, miradas frías, muertes innecesarias y excesos. Su violencia, apadrinada por el nervio inconsciente de Numero 8 (Alessandro Borghi), la frialdad de Samurai (Claudio Amendola), la sucia impostura de Manfredi Anacleti (Adamo Dionisi), el dramatismo heroinómano de Viola (Greta Scarano), la inmadurez reincidente de Sebastiano (Elio Germano), o los trapicheos de jefecillos, no mancha las imágenes. Son el relleno de una enfermedad vengativa, exponente de la peor calaña, aunque la verdadera mafia, la más ponzoñosa, es la que subyace bajo el cívico manto de la política parlamentaria o la sotana eclesiástica. La delicada banda sonora de M83 encaja con sus fotogramas bajo una perfección minimalista que impresiona. El ambiente electrónico y sofisticado imprime personalidad a una violencia que no hace de los escenarios sangrientos en elemento repulsivo.
La lluvia apocalíptica ha comenzado sobre Roma  
Así será Ostia con Numero 8: un gran casino

Cuando una ficha que sostiene este dominó perverso cae, las demás se desploman de ipso facto. La corrupción política, unida a la corrupción urbanística, enriquece la viciada vitalidad de “Suburra”, siempre en primera línea.
Si Pasolini resucitase y viera lo que se urde sobre su amada Ostia, ¿convertiría su sufrimiento en venganza violenta hacia el ser humano?

J. G.


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