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EL GLAMOUR DE LA MAFIA FAMILIAR
Película La casa Gucci


J. G.
(Madrid, España)

La casa Gucci
Ficha Técnica Video    
Si nos dieran a elegir entre pertenecer a la familia Gucci o a la Corleone, el clan toscano saldría ganador mayoritariamente. A pesar de que el primer apellido es sinónimo de boato, la tragedia campa plácida por sus dominios. En 1921, el diseñador Guccio Gucci fundó desde la nada las bases de un imperio que invadió el mudo de la moda y el consumo con personalidad. Como todo buen negocio familiar con vena de pura sangre, la expansión generacional estaba garantizada por su dos hijos. Sin embargo, el nieto del fundador estaba dispuesto a truncar la rama del árbol centenario camino de la abogacía en vez de dedicarse al mundo del corte y confección exquisito destinado, en palabras de Rodolfo Gucci, a permanecer en los museos. Maurizio, su hijo, empatizaba con esta prioridad cuasiespiritual ajena a los problemas económicos. La mirada amable y tranquila se siente segura en un círculo exclusivo que pisa decidido hasta que el amor, ajeno a las estratificaciones sociales, se cruza en su vida. La aparición de Patrizia Reggiani supone un giro no sólo en su experiencia sentimental. Ella impone una personalidad fuerte con ambiciones definidas desde el principio en un ambiente dominado por la masculinidad. La mujer sencilla, sin alcurnia y prototipo de la italiana obrera, se encarga de moldear-custodiar una personalidad frágil, sosegada en la lucha empresarial; un tipo que está por encima de los enredos caseros, alguien que se toma la vida con placer contemplativo, sin prisa. El enfrentamiento entre lo que la sangre une rompe un cordón umbilical demasiado tiempo conectado a la comodidad patronímica. Las disputas entre el padre y el hijo reactivan un entorno tranquilo que nadie se ha atrevido a sacudir sus pulgas.
 
Patrizia Reggiani (Lady Gaga)  
Maurizio Gucci (Adam Driver)
La casa Gucci es la evolución de un emporio con sus aciertos y desencuentros, con anhelos cortoplacistas y visión comercial puesta en el futuro. El de los Gucci es un universo de tramas y maquinaciones familiares donde la entidad grupal pesa más que el individuo. La existencia de un hermano tambalea el imperio en vez de reforzarlo. La aparición de Aldo Gucci, que Al Pacino encarna con naturalidad catedralicia, remueve pilares sólidos al tejer un vestido invisible con hilos finos y costuras de medida escultural. Ridley Scott saca los trapos sucios de una belleza impura al mencionar los problemas con el fisco de un ámbito que se vende como atractivo pero no puede ocultar su lado oscuro. Ambición, dinero, poder y la pertenencia a la dinastía con apellido también aparecen como guías de un drama intenso.
Aldo Gucci (Al Pacino), el hermano de Rodolfo Gucci y segundo dueño del imperio creado por la familia toscana  
Patrizia Reggiani en la discoteca Studio 54 con Aldo Gucci de espaldas a la cámara

El cóctel de nombres propios es un tapiz elegante que da verismo a un drama diseñado con una prestancia visual vertiginosa. Karl Lagerfeld, y su gata Choupette, o Michelle Pfeiffer aparecen brevemente en su salsa como parte de este catálogo de alta costura. El mobiliario sigue el canon de la belleza marcado en el largometraje con el sofá Los labios de Mae West, diseñado por Salvador Dalí. Un Mercedes 300 de los años 60 y un Ferrari GT4 de los 70, el Maserati Indy de 1971 que Aldo Gucci conduce en la película, un Porsche Targa, un Mustang descapotable con motor 289 de 1968 y un Lancia Thema completan este entorno que tenía el lujo por norma. En el escaparate Gucci, no apto para todos los bolsillos, el comprador admira la belleza antes que la utilidad del objeto adquirido.
La música es una fiesta que acompaña a las colecciones textiles; un surtido de sonidos con época y textura relacionada y personal. El pop, la ópera y un poco de jazz, desde David Bowie hasta Pavarotti, pasando por Eurythmics o George Michael, tienen en común una conexión emocional y sonora dentro de un entorno, en ocasiones, de caramelo. La dirección es hábil, ágil, capaz de mantener la batuta en alto más de dos horas y media durante un metraje donde nada sobra. La rapidez ejecutora del final remarca su carácter anecdótico dentro de una vida llena de incidentes. La virtudes y defectos de La Casa Gucci abren las puertas de un paisaje vetado a una minoría.

J. G.


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