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Histórico

 

ANOCHECER EN LA YURTA

(Huéspedes en la fiesta de Kautto
)

Marisa Ojeda
(Madrid, España)


Otso Kautto
 

 

Yurta o ger mogol
 

La tarde va declinando y las sombras, pertinaces, usurpan el ambiente, se empadronan del espacio acomodándose hasta en el mínimo rincón. Rápidos pasos se avían hacia el centro de reunión. En una agonía de adelanto, hay pequeñas carreras por llegar primero. El murmullo de voces puebla el silencio del espacio vacío. Una deshecha, pero rigurosa fila, se forma ante la entrada. Aún falta mucho pero todos se resignan a esperar; es una aceptación asumida de largo.
Risas, codazos, apretones; miradas complices, ambiente festivo.

Los anticipados asistentes, cansados de la espera, se acomodan en el suelo agrupados, unos, en animada conversación, buscando, otros, soledades reflexivas.
Tras más de una hora, la frialdad del suelo se filtra por los músculos y la carne se torna rígida. Es difícil cambiar de posición. Alguno se alza ligeramente, coloca papeles bajo las nalgas para aislarlas del frío y estira los entumecidos miembros.
Apresurados y afanosos, arriban los rezagados, preguntándose interiormente si llegan al sitio idicado y en el momento justo.
Comienza a chispear. Dos canes enfrentados se miran, se olisquean, sacuden la pelambre y siguen su camino.
Ha debido sonar el "¡vía libre!" porque todos se ponen en pie y comienzan a moverse en una misma dirección.
En medio del solado llano aparece la mas inusitada figura vista por estos lares: un envoltorio circular de telas estiradas y tensas cuerdas que, como burdo paquete, ocupa el centro del espacio.
La fina llovizna se desliza, persistente, por las paredes de la yurta.

Los Teatros del Canal y el Instituto Iberoamericano de Finlandia han brindado al público madrileño la oportunidad de asistir a una representación poético-musical que tuvo como espacio escénico un ger mogol levantado en uno de los patios interiores del edificio. Cincuenta personas, sentadas en semicírculo alrededor de los actores, aplaudieron la no fácil poesía y las inusitadas creaciones de Otso Kautto, escritor, actor y director, en esta tradicional carpa asiática. Erkki Lampén y la Quo Vadis Band tejieron el marco musical que nos llevó, durante mas de hora y media, por las minipiezas teatrales de Otso: "Las huellas", "Velocidad básica", "poemas"...
La disposición de los asistentes, la matizada luz, el espacio de la yurta y la proximidad a la escena, contribuían a crear un ambiente raramente obtenible. El verso fluía caprichoso en finés y en castellano, en castellano y en finés. El indescifrable idioma y el acostumbrado habla inundaban con nitidez y limpieza los extremos del círculo, el círculo todo. Las palabras de la lengua desconocida llegaban cargadas de matices y plenas de significado a los oídos del espectador.
La sorpresa y la desconfianza iniciales fueron mutando en asombro y aceptación, en sonrisa, en interrogante y en análisis.
En la obra de Kautto, las historias, contadas sin artificio, sin decorado ni tramoya, sin vestuario ni apoyo alguno, resultan cercanas y creíbles, preñadas de poesía. Personalísimos y extraños poemas conducen situaciones estrambóticas que, por rocambolescas, alcanzan la cotidianeidad. La palabra es el todo, la voz el vehículo, el gesto el aderezo.

Se utilizan los dos idiomas y en los dos todo se dice. El grupo Quo Vadis recita en finés, los actores del teatro Réplika cubren la parte española. Es como contemplar una representación duplicada y, al mismo tiempo, desdoblada. No es la mera repetición, no como fotocopia mecánica si no como trabajo amanuense que reproduce la belleza de las ilustraciones y conserva la fidelidad a los textos. Siendo la misma obra, en cada lengua y en cada actor alcanza tonos y matices diferentes. En plano de fondo, la música que, sin restar protagonismo al verbo, conduce con reverberación machacona todo el espectáculo; no en vano ellos la denominan "rock hipnótico". ¡Cuántos fuegos han visto musicadas sus asambleas con sones de narcótico magnetismo repetidos hasta la extenuación! Las paredes de la yurta recrean con largueza esa sensación de lo primitivo y lejano, sin quitar novedad a la propuesta.

Esta compañía de teatro lleva a sus espaldas más de veinticinco años trabajando en su país de origen, Finlandia, y fuera de el. Ni sus componentes ni sus obras se ajustan a patrones trillados; no han dudado en abandonar sus paisajes nativos para convertirse en nómadas del mundo; siendo así, no podían encontrar para sus representaciones un lugar más acorde con su esencia que el espacio de esta vivienda mogola. En ella reúnen a un público que, más que espectador, se convierte en amigo, en invitado a una fiesta en la que no falta ni la música ni las bellas o humorísticas narraciones que la harán inolvidable. En ella nos muestran su hospitalidad y nos regalan sus confidencias más intimas. En esta velada degustaremos un rico menú de emociones y sensaciones que irán de la risa al llanto, de la puntada irónica a la crítica amarga, de la desnuda soledad a la amistad compartida, del plácido discurrir de una barca por el lago, al paroxismo de un sexo intuído. Cada palabra en la obra lleva encadenada la siguiente; cada paso del pie izquierdo obliga a uno del pie derecho y esas marcas nos revelan a su propietario: ”Voy dejando huellas en la arena, y de cada huella surge aquél que la dejó.”

Una propuesta nueva no será fácil de entender; no será sencillo dejarse llevar. Desprendernos de las enseñanzas enquistadas y de los lugares comunes puede convertirse en un ejercicio extenuante pero, si logramos liberarnos de esas ataduras mentales que nos constriñen, conquistaremos la libertad tan necesaria para acercarnos a mundos desconocidos y estimulantes como el de Quo Vadis.

 
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