La misiva a los Magos de Oriente no es un derecho exclusivo de la niñez. Esa edad en la que soñar está permitido da paso a otra que, muchas veces, antepone la meditación del afán irracional a la cordura. Cuando la ilusión se convierte en obligatoriedad, los luces de color ennegrecen. Cuando la miseria ocupa portadas, a otros les comen las moscas. Recibir regalos es un lujo que no todos verán correspondido, se materializará de manera desigual entre regocijos y esperanzas. Muchos piden, las expectativas cortoplacistas decepcionarán (como era de esperar). Otros mantendrán viva la chispa al plantearse el obsequio como proyecto de futuro. Los Reyes Magos no llegan a todos porque, en algunas partes del mundo, las armas impiden su entrada. La agonía ha borrado la certidumbre de su venida. Los juguetes y las sonrisas han sido invadidos por juegos de guerra que los adultos imponen. La alegría en los pequeños es un fantasma. No lloran porque los Reyes Magos no les hayan cogido en brazos sino porque se han olvidado. Ojalá que esos gestos de dolor muten en llantos de alegría ante una paz ansiada. Deseos anónimos ruegan que la próxima bomba no caiga en su casa.
¿Por qué no celebrar una cabalgata sin Reyes Magos, pajes ni regalos? Y que el público, en vez de mirarla boquiabierto, se abrazara como obsequio compartido. El desfile de una tríada solemne es el colofón de una fiesta pagana que derrocha sentimiento con tarjeta de crédito. La tradición espiritual se ha trasformado en compromiso mercantil. En vez de pedir, ¿no sería mejor dar? En vez de hacerlo para los demás, ¿por qué no im-pedir que la compasión se apodere de los discursos buenistas? Deberíamos ofrecer diálogo, entendimiento, respeto, ganas de vivir, solidaridad, acogida y no tanto rechazo. Entregarse sin esperar recompensa es el mayor presente que existe.
La ilusión de la infancia carece de edad y ojalá que nunca crezca si madurar significa perder la confianza en la magia del amor. Que siga en el cosmos de su lógica, capaz de sacar los colores al mundo. Cuándo la independencia de los combustibles fósiles no sea un sueño, Sus Majestades de Oriente ¿con qué tirarán de las orejas a quienes no se han portado bien? Seguirá habiendo buenos y malos… pero ¿las opiniones estarán tan enfrentadas como ahora?
Me gustaría que hubiese más sentido común y menos orgullo; más caricias y menos bombas; más cercanía y menos distancia. Un imposible que no está mal recordar (por si la flauta suena). |
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