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ORÍGENES SANGRIENTOS DE UNA NACIÓN
Película Los colonos
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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¿Qué sucede cuándo un país enmudece parte de su Historia? Felipe Gálvez Haberle quiere interrogarse y preguntarnos de manera directa apuntando hacia Chile y la matanza perpetrada sobre el pueblo selk’nam en la Patagonia entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Su acidez contenida en la forma se encara al revisionismo sin buscar el reconocimiento de documento histórico sino que prefiere desempolvar un aspecto oscuro de la modernidad chilena en su formación como país. Es una forma de poner sobre el tapete lo sucedido en los albores de una nación que se constituyó a costa de la fuerza conquistadora que usurpó las tierras a los dueños originales. El poder terrateniente se adueña de territorios sin frontera cartográfica ni administrativa, acotándolos con verjas que privatizan su extensión. La mentalidad posesiva actúa como percutor silencioso de la matanza evidente. El estilo retro de la narrativa visual se acomoda al momento del relato: destaca, y defiende, la estratificación social entre el hacendado, el mercenario y la etnia amerindia; entre colonos sin escrúpulos y sometidos. Este testimonio de la forja de una nación invita a la reflexión mil veces realizada: ¿hasta qué punto el ser humano tiene derecho a usurpar tierras a costa del exterminio? Es el ciclo de la vida repetido en la actualidad.
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La acción se trocea en episodios con títulos tan gráficos como ‹‹El rey del oro blanco››, ‹‹El fin del mundo›› o ‹‹El chancho colorado›› en su recorrido por Tierra del Fuego. Esta división da entidad a unos personajes prepotentes, cínicos y sumisos al poder. Segundo, mapuche por parte de madre y español por parte de padre, se sitúa en otro estadio mientras contempla las atrocidades como pieza secundaria para los conquistadores y referente para el futuro de Chile. Su mirada no necesita articular palabras ya que asiste, como testigo privilegiado, a una de las masacres mayores del hombre blanco sobre las tribus aborígenes. Esa prepotencia hace avanzar una película incómoda y necesaria.
Las ovejas de José Menéndez quitan el suelo a su propietarios naturales, la limpieza se produce de manera directa y sin paliativos. El estorbo se reduce a escombros al abrir una ruta comercial para expandir su imperio con el beneplácito gubernamental (si bien él, y los de su calaña emprendedora, son el gobierno de estos territorios salvajes. La expedición trascurre en forma de wéstern actual que sustituye el entorno estadounidense por el frío patagónico. La lentitud en el desarrollo de las secuencias acrecienta una inquietud que puede resultar tediosa para quien busque la resolución rápida y sangrienta. Los colonos pone el acento sobre los ejecutores intelectuales y físicos del genocidio antes que los nazis. La alianza de la iglesia con los poderosos apoya el festín carnicero al lado del capitalista, despreciando al masacrado. |
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La parte siguiente, situada en la isla de Chiloé, muestra la cara amable de representantes políticos buscan constituirse como Estado democrático. El encuentro entre Vicuña, el enviado presidencial para investigar la aniquilación de los pueblos originarios ocurrido hace siete años y José Menéndez (Alfredo Castro) enfrenta dos visiones del mismo problema. Menéndez representa la defensa del espíritu colonial apoyado por su familia. El entorno doméstico, dentro del que el viejo achacoso infunde un respeto totémico, lo defiende a ultranza abanderándose como generador del desarrollo nacional. Hay furia y apego a la tierra en palabras que lanzan llamaradas de odio contra el indígena. La reaparición de Segundo, quien vive con su esposa en una cabaña modesta, mantiene su espíritu observador. Devuelve el tono humano que no quiere saber nada con el mundo y hace del pasado un recuerdo guardado en su privacidad. Los elementos positivos no pueden eludir un comienzo parsimonioso, de acorde al espíritu del lugar, preparatorio para una digestión incómoda. La tardanza del arranque prepara el terreno a un recorrido terrible que pisotea sin miramiento a los selk’nam en nombre del desarrollismo latifundista.
El ritmo pausado va en consonancia con el peso de las palabras, permite acariciar visualmente paisajes bellos. La fotografía sabe conducir la riqueza paisajística con la dureza gestual dentro de un mensaje que rescata nociones de Historia silenciadas en libros y charlas. Los colonos es violencia pluridimensional que llama la atención por su oscuridad salvaje expresada con la agonía propia de la indefensión, el vacío más dañino. |
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Texto: www.photomusik.com
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