El dúo francés de synth pop que se instaló en el éxito gracias a Prettiest Virgin vino a conquistar Madrid con sus sonidos ochenteros. Clara Cappagli y Armand Bultheel salieron al escenario oscuro flanqueados por acodes sintéticos y estética minimalista. Necesitaron pocos aditamentos coreográficos para envolver al público con músicas atmosféricas. La voz forma parte de un conjunto en el que su presencia se desvanecía entre la vorágine de una electrónica que hipnotiza pero, hoy, poco se lo curró para enganchar al escéptico con sus loops. Se esparcieron por una sala que fue ocupando los espacios vacíos hasta negar el sitio a un alfiler. La gente entraba al club Changó como hormigas que regresaban al agujero en busca de más adrenalina. El azul telúrico y rojos fueguinos hicieron de muro que impidió verles las caras. Algún matiz en forma de luz blanca dejó ver sus rostros humanos. La potencia de Fangs Out recordó al ritmo pegadizo que Kraftwerk ha inmortalizado en The Model como base. La oscuridad de Grass no se olvidó de la new wave. La longitud de sus temas no les restó contundencia, llena de magnetismo.
Una actuación lineal en lo interpretativo y seductora musicalmente se lazó a la piscina de la emotividad, marcada por la regularidad machacona de los sintetizadores con sabor a siglo XX. Lejos de lo retro, Agar Agar rebosó frescura entre cadencias orgánicas como parte de su paisajismo lunar. La paradisíaco se codea con lo cósmico y el aire tropical. Clara y Armand fueron un viento sin domar que mantuvo su uniformidad dentro de territorios siderales.
Desde que en 2016 se dieron a conocer con el EP Cardan, siguen atrayendo la atención de la pista de baile. Las canciones proponen una interacción entre el cuerpo desinhibido y el abandono de una música gimnástica que incita a movimientos convulsivos. La voz de Clara se escuchó frágil detrás de la fuerza instrumental que eclipsó su capacidad vocal excepto en los dos temas finales. Concentró concentró su chorro vocal en la intensidad de You’re High, el tecno de Nap o Trouble, cargado de decibelios y compás endiablado. Poco a poco, el dúo parisino fue ganando en potencia y solidez. Las revoluciones aumentaron hasta alcanzar momentos de drum and bass crujiente. La energía pasó del caos sintético a la ordenación con protagonismo vocal. La fuerza de Symbiose salpicó de excitación el auditorio iluminado por los móviles empeñados en captar el momento sonoro y visual. Agar Agar es la espontaneidad del underground. Fiesteros y entregados al electro personal, sin comercialidad pero efectivo.