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NOTICIAS Y NOVEDADES 2013

Histórico

 


PROTESTA CONTRA UNA SOCIEDAD MUERTA

Dukkha
mmFicha técnica
 

 

Dukkha  
“¿Y tú quién eres? Ya te he visto en alguna parte, pero no recuerdo tu nombre”. Tan inquietante como demoledora se presenta la vida del hombre moderno. Aceptamos el sometimiento a una rutina edificada sobre la miseria que ocasiona nuestra soledad. Esto es “Dukkha”, una carcajada crítica hacia nuestra soledad social; algo más que una obra pellizcándonos el corazón con dolor. La Charanga, o Beatriz Cano y Almudena Estradé, restriegan nuestro sometimiento perverso y cínico sobre una vida asesinada de manera natural. Un panorama desolador que se revuelve con frescura gracias a dos mujeres hábiles en la interpretación arriesgada. “Dukka” incide de manera única y transgresora en la incomunicación: nuestra paranoia más perversa.
La raíz budista de la palabra Dukkha describe un mundo basado en el sufrimiento. Esta obra descubre teatro en la insatisfacción moral del ciudadano moderno; nos brinda una pieza escénica que lo contempla en su dualidad objeto-sujeto. ¿Quién está loco, quién cuerdo?, ¿quién se muestra repetitivo, quién rompe moldes a base de la repetición? Florian Opitz, director del documental "Speed – En busca del tiempo perdido”, nos obliga a admitir, basándose en argumentos irrebatibles, la esclavitud del hombre moderno con su sociedad. “Dukkha" corrobora la certeza de esa sumisión. El escenario sobre el que se desarrolla nos introduce en la frialdad maquinista de un mundo poblado por esculturas metálicas: restos humanos sin mirada. Lo ficticio se convierte en realidad y ésta en fruslería que alimenta la nimiedad de corazones muertos. Dos personajes se bastan para mostrar este slencio; dos actrices se convierten en sujetos parlantes a modo de disco rallado. Son el alma de un espejo repetitivo, codiciado por el discurso político. Dos sujetos se encargan de estimular mentes abotargadas, lanzando la ponzoña de un vacío asimilado con terrorífica insolidaridad. El epicentro de lo cotidiano en nuestra vida está siendo bombardeado con la intención de romper las cadenas que nos atan a su sordera.
Grito y silencio  
Nos hemos acostumbrado a lo cómodo, a no pensar para no luchar, a dejarnos manipular por nuestra filosofía simplista del yo. Hemos conseguido acariciar la nada, llegar al ser como apariencia sin la necesidad de leer a Nietzsche). La nada se ha convertido en sustancia material. La nada, nuestro gran mal. El hombre del siglo XXI es capaz de hablar con una pulcritud muda que asusta. El alma de esta tragedia moderna es sufrimiento y reflexión, grito y necesidad de silencio; incita a la reflexión. El arte ha nacido para reinventarse, para explorar nuevas maneras expresivas.
La dirección de Victoria Olmedo esculpe una pieza teatral significativa que no se conforma con su representación sobre las tablas; se lanza al teatro reflexivo a través de la originalidad cáustica en la palabra. La expresividad corporal se funde con un texto que puede resultar monótono pero, en el fondo, a base de repeticiones, transmite la incomunicación del hombre en un mundo saturado de oferta comunicativa. Su sencillez adquiere vitalidad gracias a la insistencia repetitiva en estereofonía dolorosa; una repetición que, desde la seriedad cómica, despierta la incomodidad del espectador al mostrar lo monótono de esta vida. Es un grito desesperado que busca la ruptura con lo que nos separa del yo no fingido, nuestra identidad. El dolor ante la incapacidad de ser felices nos puede.
  El hombre de barro
Abre tu corazón  
Beatriz Cano y Almudena Estradé se enfrentan en un diálogo pugilístico formado por un solo ente. Su voz representa un reproche dirigido a quienes escuchan. Su denuncia ataca a la farsa social que necesita expulsar miedos. Las palabras, repetidas, saltan de la boca como puñetazos. La saliva se acumula epiléptica en sus comisuras; los ojos, prominentes como aguijones envenenados, no buscan el asesinato sino la vida. No hay esquizofrenia en sus movimientos, acaso desesperación y tragedia griega. Sus palabras hieren por la verdad que esconden.
Nos pasamos la vida buscando, sumidos en la necesidad de encontrar para satisfacer nuestra ansia de descubrimiento. La intención de este ansia acaparadora amplia los horizontes de un espacio que se reduce a la supremacía del tener sobre el ser. La necesidad de abarcar invade un mundo efímero y vacío, repleto de angustias morales.
  Dukkha
Los dos sujetos que dan forma a “Dukkha” son el espejo de nuestras vidas: lo que somos y lo que deseamos ser. El caos envuelve los pasos de una sociedad ciega y embarullada. El vacío, nuestro vacío cotidiano, se convierte en hilo conductor de una realidad que esta pieza teatral pone sobre la mesa: el enfrentamiento a unos fantasmas innecesarios en la vida.
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