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GOLEM: ENTRE MITOLOGÍA Y TECNOCRACIA
"Golem"
(Teatros del Canal, Madrid)
Ir a parte 1
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El golem primigenio de esta tragedia urbana avanza despacio por su nuevo mundo, tontorrón y efectivo. Este paseo militar sintoniza con el arribismo social y la mercadería político-económica actuales. El gigantón, llamémosle 1.0, asiste y complementa, sin intromisiones, al hombre al que sirve, aunque, en medio de un progreso vertiginoso, interesado y cruel, de poco vale la eficacia productiva: su carcasa ciclópea perece ante lo pequeño y novedoso. |
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Su inmediato competidor, el Golem 2.0, lo deja relegado a objeto decorativo, a trasto inservible y casi no reciclable. Este duendecillo cibernético, plastificado y petimetre, es el mosquito zumbón que busca la intromisión en las necesidades ajenas; es la droga barata que se nos ofrece bajo un altruismo solidario. Es la sombra de un hombre que no sabe controlar el progreso. Aparece una nueva forma de acoso basada en los mensajes repetitivos directos o subliminales, en una mentalidad reduccionista: consumir antes de pensar. De nuevo, el creador es superado por su creación. El vasallo se convierte en Ojo de la Providencia. Lo humano se reduce a escombros: materia procesada y empaquetada con esmero anulador. |
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El punk radical de Animal Underground, rebosante de frescura contestataria, sucumbe también a su evolución predecible (Golem3), convirtiéndose en un holograma de Kraftwerk.
Suponemos que la evolución continúa y continúa... y... no acertamos a ver el final. |
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Esta propuesta, tan plástica como filosófica, es arriesgada y sobresaliente; una gran carcajada al cinismo del que presumimos. Su denuncia revolucionaria describe la caída en picado de los valores éticos tradicionales. En su valentía crítica, aúna la diversión con la reflexión. El poder de las imágenes, tan feroz como sincero, aporta un magnetismo que consigue epatar al espectador. La música ayuda a conectar con el mensaje. |
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Las estructuras vitales están cambiando a pasos agigantados, deformes, sin rumbo. Esta interpretación de lo demoníaco nos conduce por ese túnel del tiempo que, sin meditarlo, tanto nos gusta vaticinar. Queda claro el declive social de un mundo que engatusa, aliena, exprime, engaña en aras de avances y ventajas que ni necesitamos ni nos hacen mas felices ni más persona.
La industria es capaz de pensar por nosotros, se ocupa de nuestra intimidad y nos obliga a entregarle el alma. Absorbidos por bombardeos publicitarios que nos convierten en devoradores compulsivos de cosas innecesarias, seguimos dejándonos seducir en una lobotomía cerebral sistemática de nuestro comportamiento. El Golem de la Compañía 1927 es el despertar del gen bipolar que duerme en la parte más oscura de nuestro cerebro, momento en el que la palabra “humano” deja de existir. (Ir a parte 1) |
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