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LA CARNE DEL TEATRO
"XIX Certamen de Teatro Universitario 2015"
(Facultad de Filología, UCM)
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La fiesta del teatro abre sus brazos, un año más, a quien acoja con la misma intensidad lágrima y carcajada, disfraz y desnudez. De nuevo, en un ritual de humilde representación, la dramaturgia rompe las fronteras entre imaginación y realidad. El teatro universitario es el embrión del considerado “gran teatro”, el paritorio de vástagos: cuna de cultura. Como embajador didáctico, convierte la monotonía mundana en nutriente espiritual. Es expresión libre y cambiante; materia sin forma definida. Abre los poros de la imaginación, es despertador de curiosidades y conformador de opinión crítica; sublima nuestra minúscula presencia y es una justificación para seguir viviendo. Es el alma del ateo, la realidad del nihilista, la bandera del anarquista comprometido. Pero, ante todo, es cultura y, en palabras de Federico García Lorca, “es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso.” |
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La vida, como decía Calderón de la Barca, es “una ficción, una sombra, una ilusión”.
El gran teatro del mundo, en el que representamos grandezas y miserias, convive con nuestro alborozo entre júbilo y llanto. “Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.” (Antonio Machado)
Sí, la vida es un coctel de juegos oníricos: la representación que nos mantiene en pie.
La Universidad, laboratorio en el que confluyen sustancias de todo género, ha convertido a este festival en su ADN cultural; un experimento tan atrevido como multicolor, donde la palabra busca en la plasticidad del intérprete su expresión más pura.
El XIX Certamen de Teatro Universitario sirve para tomar el pulso al termómetro de la inquietud juvenil e irradia sabia fresca y buenas intenciones. En cada obra se aporta trabajo, esfuerzo, talento e ilusión y aunque el buitre de la crisis, famélico de ayudas, planea sobre las cabezas de los grupos participantes, el hambre aviva el ingenio y ellos lo han exprimido hasta la última gota para salir airosos del empeño. Y así, como esta nueva cita acerca figuras consolidadas a promesas punteras, las firmas consagradas se han dado la mano con los talentos emergentes en un juego de amable interpretación. “Mi canto es una cadena sin comienzo ni final y en cada eslabón se encuentra el canto de los demás.” (Víctor Jara) |
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En esta edición, Alejandro Casona aúna curiosidad y melancolía en “Prohibido suicidarse en primavera”. La compañía Triaca Teatro escenifica, en un escenario tan aséptico como hueco, la puerta al más allá. Pinta al ser humano como inquilino de su soledad, recluido en una pena romántica. La llegada de huéspedes inesperados al Hogar del Suicida insufla color a las paredes oscuras de esta antesala mortuoria. Su presencia, más cinematográfica que teatral, devuelve la vida a un entorno en el que el deseo de muerte se ha convertido en lánguida rutina. |
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¿Qué es la Patafísica? Los personajes caricaturescos de “Jarry. Ubú Cornudo” la definen como una mezcla de surrealismo puro, criticando la presión que el poder ejerce sobre la sociedad. Ubú, salido de un cuento infantil, no puede despistar con su ocurrente disfraz. Representa, en clave cómica y cáustica, la injusticia del poderoso sobre el pueblo. Un personaje tan molesto como representativo, fruto del inventario ingenioso. |
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El argumento se sumerge en un mundo de amores poliédricos y tiranía del cínico absorbente. Ubú es el villano patoso, la clonación del hombre corrupto actual. El financiero usurpador de la libertad, el rostro de los fondos buitre, la madre de una casta social innoble. El dramaturgo Alfred Jarry proyecta a sus personajes hacia un humor amargo que no perdona la crítica de los que se creen dueños de la vida ajena dentro de esta nueva dictadura del poder. Ubú y su camarilla son las garrapatas prepotentes. |
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Eugène Ionesco odiaba la rutina de las palabras y la clasificación de su primera obra, “La cantante calva”, en términos de estilo definido (teatro del absurdo). Ésta desmontó todos los esquemas del teatro convencional, proponiendo una nueva interpretación del lenguaje escénico.
Es un canto a la incomunicación de la Humanidad: a más cercanía más distancia. Es una falla invisible, un desprendimiento de retina que nos impide ver más allá del limitado comportamiento burgués, instalado en el confort de la autocomplacencia.
Al escuchar y disfrutar aturdido la obra, una añoranza dulce de aprendiz de la lengua de Shakespeare despierta: “My taylor is rich”, “my car is big.” El homenaje a la descoordinación lingüística está presente en ella como un elemento de denuncia al fascismo de los convencionalismos sociales. ¿Qué distingue a los señores Smith y Martín? Nada. El desconocimiento de su pareja, arropado por el paraguas de la inopia, es mutuo. El uso del idioma como elemento desestabilizador constata una realidad vacía, tan inquietante como demoledora. La palabra se transforma en caníbal de la coherencia. La jerga, dentro de la abstracción menos estilística que Godard puso en “Adiós al lenguaje”, chapotea con su onomatopeya gutural en el fango de la incomunicación apocalíptica. (Seguir leyendo). |
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