La obra alimenta el enredo cómico, exento de pretensiones moralizantes, sin llegar a ningún resultado, y mientras algunos personajes esperan que el otro resuelva sus problemas, queda claro que cada uno ha de sacarse las castañas del fuego. La puesta en escena es moderna, facilitando la identificación del artista con el espectador, alejando la barrera que suele aparecer entre escenario y público. El trabajo dirigido por Manuel M. Velasco resulta productivo gracias al entusiasmo desprendido por ocho actores jóvenes que encajan en unos papeles de fácil comprensión e identidad cercana. La sabia nueva siempre es bienvenida.

El viaje, convertido en un episodio de largo recorrido y sabor familiar, se apodera de nuestras vidas con la sana intención de fusionar risa y pensamiento a través de personajes reconocibles. El vagón donde sucede todo es una sala de encuentros y rupturas amistosas; la necesidad de llegar al destino, que espera con los brazos abiertos, carece de importancia. Una pareja emocionalmente inestable comienza una catarata de acercamientos que personifican la incomunicación y soledad humanas. La sinceridad va destapándose entre conocidos y desconocidos, descubriendo identidades impensables bajo la fachada astutamente camuflada por una estabilidad que aguanta el peso de su figura acartonada. Los protagonistas son viajeros que terminan compartiendo sus vidas, haciendo de la amistad un valor conjunto y fugaz (lo que dura el trayecto). La desnudez del corazón humano, adornado con un toque cómico y refrescante, muestra su fragilidad e indecisión: desde la inestabilidad de una relación poco sincera, la postal de matahari sexual y triunfadora envidiada hasta la inocencia de una joven soñadora e infantil. Cada personaje se vuelca en la confesión de sus deseos, dejando a la vista un vacío sentimental, una convivencia invadida por el miedo. Se plantean conflictos de pareja, la necesidad de cariño, la no renuncia a la libertad personal, reivindicando el valor de la soledad como compañera fiel.

La sinceridad es el alma de esta representación fresca, aplicable a la vida gracias a un encuentro fortuito. Un cruce entre personas que conjugan el enredo con algunas enseñanzas aplicables a la vida, como la necesidad de posicionarse ante ella. Esta amistad enmarañada es el embrión de un lío que, poco a poco, descubre la existencia de relaciones ocultadas.
Lo que simula un trayecto programado por el destino, valiéndose del calendario festivo, no es más que la suma de coincidencias. Junto al deseo obsesivo de tenerlo todo en la misma copa, aparecen amores escondidos entre diálogos que desgranan abandono, fracaso y miedo al cambio junto a la existencia de un sueño inalcanzable, compensado por la constancia del trabajo rutinario como revisor de trenes. La misma sinceridad reconoce, en otro ejercicio de desnudez auténtica, que la vida no es lo que parece y que la mayor de las satisfacciones duerme en la aceptación personal.