Navidad es tradición. Tradición es sinónimo de continuismo y éste conduce al lado oscuro. Bienvenidos al bazar de la manipulación consumista convertido en festejo de significado espiritoso y pose hipócrita.
Navidad es época de reuniones familiares más casposas que níveas, de alterada climatología social. El cambio climático está irrumpiendo con fuerza en el espíritu de este carnaval burlesco: una pantomima huracanada que resopla con temor entre regalos sorpresa y visitas protocolarias. El fariseismo de contentar a todos (familiares, amigos y desconocidos figurantes) nos convierte en potenciales duendes navideños. Es época en la que sonrisa y buenos sentimientos son fragancias de expositor vestidas de largo inmaculado. Caras amables, encuentros ansiados y cumplidos disimulados, corazones explosivos, furia de alegría que se transforma en cortina de humo sobre la realidad o autopista de peaje vampírico. La norma y buenas costumbres nos venden la Navidad como droga legalizada, impuesta vía religiosa dentro de un estado laico como es España. Vestimentas religiosas que saben montar el belén.
¿No es una farsa esperar todo un año para la reunión familiar por antonomasia?.. Con permiso de los bautizos, bodas, comuniones y funerales; claro. Tiene narices, encontrarse porque lo dice el alendario y no tu necesidad más interna... y luego llamamos paganos a las tribus milenarias. |
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Arriba el recuerdo gijonense con zambomba y molinillo, de aroma televisivo. Que no falten las chicas burbuja. Por cierto, este año no se han prodigado tanto en su espumosa presentación. Recibiremos el premio a nuestro buen corazón.
En Navidad estamos condenados a ser buenos porque es época conciliadora entre las almas de buena voluntad, las malas seguirán siendolo y recibirán carbón de la minería leonesa. Mientras el resto del año no nos soportamos, a partir del 24-5 de diciembre, el mundo se fusiona en la llama de la solidaridad fictícea para convertirse en dios bueno, lleno de besitos e intenciones solidarias.
El banquete de risas tontas y sentimientos fáciles engorda estómagos hambrientos de calor, mientras gotas de cava riegan lo mejor de nuestra esponaneidad antiprotocolaria. El champán resulta demasido burgués para esta sociedad en crisis económica, exenta de paga extra y con subida en las viandas. El peso de la recesión moral sigue subiendo en el IBEX; es Navidad y toca aplaudir este escenario berlangiano.
- Córcholis, ¡para un día al año!
Es la frase coreada al unísono en torno a mesas escaparate, comensales con cara de besugo y cerebro estofado. Al final, la reunión familiar se concentra en torno a lo material. ¡Viva la hermandad! Lo solidario queda en la tristeza del recuerdo hacia el otro. El alma se arruga, los ojos enrojecen un poco y los mocos resbalan sobre caras de pandereta.
La noche navideña es nacimiento de barrigas hinchadas: unas por exceso y otras siguiendo la tradición de su continuismo en la miseria. La despedida del año también se apunta a la tradición que nos reúne en torno a la mesa. ¡Mejor despedir el año con la tripa llena! y recibir al nuevo huésped entre eruptos de buenaventura. Festejamos que nos queda un año menos de hipoteca. Adiós viejos harapos, hola nuevas preocupaciones. Somos artesanos en maquillar con nuevas promesas las mismas que no hemos cumplido.
Los compromisos familiares son entornos agresivos contra la tranquilidad del hombre. Nos empujan a vivir una etapa volátil dentro de una burbuja contaminada.
La espiral consumista se expande desde lo material hasta la manipulación de los sentimientos.
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