Por fin, vuelta a la normalidad, con su atascos motorizados, sus caras largas, las prisas, los bocadillos atragantados y sin fuegos cruzados que alteren esta especial concepción Zen de la vida llamada rutina.
La maquinaria electoral de los políticos para ascender a la cima del Parlamento Europeo se ha parado, comienza el mecanismo de la defensa territorial, en osasiones feroz y personalista. Más promocional que un vendedor de escobas a domincilio. Europa tiene nuevos representantes; la selección española, otras caras en quien confiar, viejos tiburones políticos y nuevos nombres: más bocas alimentadas por la teta de la vaca lechera europea, que engordamos todos. Unos la cuidan y otros se descuidan de ella. Unos la miman y otros juegan a ser cornudos de la justicia. Los escándalos se suceden, el diálogo parlamentario se encasquilla y vemos como los excrementos caninos se sienten acosados por los políticos. Sus dueños no los limpian ni son multados, unos amos convertidos en portavoces gracias al voto ciudadano, aunque se crean propietarios de éste. Esa confianza merece ser devuelta.

Estamos en un época de cambios y la política ha consolidado esta transformación en una fuerza corrupta. Europa tiene nuevos representantes, ¿qué y a quién defienden? A su familia más cercana: al partido. En estos días posteriores a las mieles del triunfo electoral es tiempo de darle lustre y de flirtear con el adversario, si se tercia. Pero sólo un polvo rápido.

Hemos venido arrastrando el bombardeo de unos y otros para acudir a las urnas como kamicaces endiablados, para elegir a los representantes de nuestro bienestar, de nuestras críticas, de la Justicia, de la reivindicación social; nunca de las alianzas secretas, ni de las decisiones unilaterales, ni de la permisividad guerrillera, ni de los lobbies, ni de sus temores supranacionales ni luchas intestinas. Confiamos en que no se doblegarán ante un Goliath cargado de armamento militar y dialéctico.
In Europa We Trust, hola Tío Sam.

Luego vendrán los ganaderos quejándose por sus cuotas lácteas, los que observan como su producción se pierde en el barbecho gracias a Europa; los recolectores de fruta contemplando con envidia a las naranjas israelíes en sus mercados mientras las suyas se pudren en los árboles; o el tomate triturado en la carretera. Así es Europa, la que nos comemos cada día y la que los políticos se niegan a digerir. Para arreglar esto hemos votado. A parte de innovador, quizás sería constructivo nombrar a un médico Ministro de Sanidad, darle a un labrador la cartera de Agricultura y a un chapista la de Industria. Dicen que Europa es la puerta que nos abre al mundo, y ahora, con el AVE, estamos más cerca de ella, incluso se ha dicho que hemos sido locomotora.
Las fuerzas socialistas retroceden, han perdido ese aura paladín de la igualdad social. La debacle de la izquierda moderada es una realidad en Europa después de una racha afortunada. Una situación de malestar general que la derecha ha sabido aprovechar. No han ganado por goleada pero sí la liga, que es lo importante.
La ultraderecha, con veinte escaños en ocho países, se ha convertido en algo más que una minoría de vandalismo ancestral. Se ha creado un hueco en la Europa parlamentaria. Su poder está subiendo, alimentado por el paro, el odio que éste genera, el desencanto, la xenofobia. Nos quejamos de que hay barrenderos negros limpiando nuestras calles albinas, pero ¿quién quiere trabajar de recoge basuras?

Socialistas, de derechas, idependientes, de izquierdas, alternativos... ¿Por qué sobran políticos y faltan médicos? Todos son de centro, todos se venden a la ética del poder.

Esta campaña electoral se ha convertido en en una batalla a bofetadas por ver quién gritaba más alto y con menos tono, como siempre: “¡Yo corrupto!, tú más”. Todos han ganado, así lo dicen. Todos han obtenido un buen resultado. El optimismo rebosaba dentro de los sondeos internos, antes de las primeras valoraciones. Otros rostros, las mismas cosas que defender, el futuro está por ver y la confianza en los políticos por los suelos.
La política sale cara a los ciudadanos y rentable para los políticos. ¿Se ocupará el Parlamento Europeo de buscarle novia a Berlusconi? Todos contentos, todos felices.Todos entran por la puerta grande y alguno sale por la de atrás más rollizo, con más experiencia, más barriga y más ceros.