Una fuerza, hasta ahora inexistente, se ha colado dentro del abanico político español y europeo como nueva alternativa de izquierdas. Pablo Iglesias, profesor universitario movido por la indignación, ha capitalizado el interés de partidos y opinión pública.
PP y PSOE han ganado estas elecciones europeas, perdiendo fuerza representativa mientras que Podemos irrumpe como una voz a tener en cuenta para futuras alianzas. Podemos no viste la misma camisa que EH Bildu y otras fuerzas minoritarias de izquierda. Quienes la definen como foco antisistema que busca la desestabilización española son los amantes escondidos del miedo que pregona su inmovilismo histórico. Son los mismos que califican al nacionalismo vasco e independentismo catalán como los grandes monstruos que acechan a Rajoy.
La crisis global ha paso factura a las fuerzas mayoritarias del bipartidismo español. El partido liderado por Pablo Iglesias se ha levantado con humildad ante la maquinaria política, valiéndose de unos postulados que rompen el modelo actual de control político y empresarial.
Podemos, nacido al calor del 15M, ha irrumpido como fuerza política dispuesta a dar batalla allí donde más duele, como en su día lo hizo UpyD, que tampoco sale mal parada con 4 representantes, uno menos que el partido de Pablo Iglesias. El incipiente aumento de Willy Meyer no puede dejar de pensar en Podemos como un grano en el culo que le ha restado votos. El acercamiento, por parte del electorado, hacia una izquierda más alternativa, ha reafirmado a IU como tercera fueza política. Estos resultados marcan un punto de inflexión, reflejo del castigo que con que votantes del PSOE han valorado la oposición socialista. El partido capitaneado por Rubalcaba, y el propio secretario general, tienen que plantearse muy seriamente las directrices de su futuro.
Podemos lanza un mensaje ofensivo a la troika y ataca de lleno al bipartidismo. Su desaparición ya no es un espejismo para Europa y se convierte en aviso a los próximos comicios españoles para 2015.
Estas elecciones al Parlamento Europeo han sido sorpesivas por el avance de la extrema derecha. El triunfo mayoritario del Frente Nacional que dirige Marine Le Pen en Francia; el neonazi NPC (un escaño) y los siete de Alternative für Deutschland en Alemania. La extrema derecha del FPÖ austríaco dobla su tamaño; la política ultraderechista del húngaro Jobbik llega al 15% y la aparición de Amacener Dorado (nazi) en Grecia siembra una serie de expectativas inquietantes. El avance de los euroescépticos es también muy contundente en el Reino Unido.
Junto a la aparición de Podemos, el otro gran titular de esta jonada electoral es el triunfo de la abstención. Las elecciones de 2014 han obtenido el peor índice de abstención (54,42%) en toda la Democracia española; lo que dice mucho del desapego que mostramos hacia las instituciones comunitarias. Europa para los españoles significa nada o muy poco.
El triunfo del PP no congregó celebración en el balcón de Génova. La alegría de Dolores de Cospedal, contenida en su euforia, se convirtió en el gesto forzado de la decepción. “El único objetivo era ganar y lo hemos logrado.” Arias Cañete estuvo repetitivo en sus buenas intenciones.
Elena Valenzuela aguantó el tipo afirmando lo innegable. El entusiasmo de Willly Meyer se sintió cómodo con el desplome del bipartidismo. Pablo Iglesias, satisfecho y aspirante a más, promete dar batalla a los “partidos de casta”, pensando en las próximas elecciones generales. ¿Hasta dónde llegará la preocupación de CiU ante la derrota de ERC por primera vez en la historia?
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