Ay, ¡que me parto! No lo puedo aguantar, las lágrimas chorrean por mis mejillas como cataratas bailarinas. Es que, en argot de tasca, es la órdiga. Rajoy y Sánchez fueron dos pueblerinos dándose mamporros verbales en un enfrentamiento verdulero; indignante. Mientras uno aspiraba a revalidar su título, el otro ansió saborearlo por primera vez. El cara a cara que mantuvieron ayer contribuyó a engordar la confusión debido a una choque carente de propuestas políticas.
Rajoy-Sánchez, Sánchez-Rajoy; es que no se por quién empezar: Rajoy, resguardo en el sillón de su experiencia, o Sánchez abalanzándose desde el taburete de la impaciencia. |
|
El entusiasmo que genera este tipo de debates termina aburriendo cuando se enfocan con el corazón más que con la cabeza. Cuando las descalificaciones se convierten en la base ideológica de unas palabras huecas con las que se ve el poco respeto que los candidatos tienen hacia el espectador, hacia el ciudadano, hacia sus votantes, hacia quienes les contratan para trabajar en política por y para el pueblo. La pantomima del lenguaje, que tan bien representaron ambos candidatos, crispó los ánimos en un cruce de acusaciones empalagosas. El esperado cara a cara (jeta frente a jeta) de estos dos secuaces del bilingüismo político ha decepcionado por su falta de vitamina ética. La ausencia de un proyecto brilló mientras la chirigota bullanguera se enzarzó en un toma y daca creciente y sostenido. El masoquismo se notaba en los rostros: esa inocencia que tiraba a matar de Sánchez frente a la resbaladiza consistencia que aporta la veteranía de un Rajoy incómodo, siempre defensivo. En este abofeteo público, falto de autocrítica, ninguno de los dos se ha llevado el gato al agua; y a los ciudadanos (a mí por lo menos) nos han dejado más confundidos de lo que estábamos. La agresividad egocéntrica fue cavando dos tumbas vecinas para que, dentro de unos días, Rajoy y Sánchez las inauguren en un nuevo plan de VPO. Son viviendas de protección oficial que, presumiblemente, estarán cubiertas por las flores ajadas de la corrupción.
Se esperaba un discurso inteligente; al menos, civilizado. No ha sido el gran acontecimiento mediático del día, ni del mes, ni del año y mucho menos del siglo. No ha sido el debate del cambio sino la certificación del continuismo criticón. Ganó el si yo esto, tú más a que nos tienen acostumbrados los dos politicastros: los mismos que nos miran por encima de su hombro, los que manejan a la gente, los que se solidarizan con víctimas en una clara actitud oportunista. Quienes no alcanzan a centrarse en las preocupaciones del ciudadano (le voten o no). Es que no paraban de lanzarse bofetadas a modo de payasos sin gracia, y, jajajaja, ¡cómo disfrutaban los condenados!
Entre estos dos colosos del enfrentamiento infantil hubo alguien que lo pasó mal: el moderador. Manuel Campo Vidal, que además es el presidente de La Academia de la Televisión, fue un teleñeco sombrío. ¡Pobre!; acostumbrado a manejar la virulencia de estos envites, se le escapó el timón del barco; no pudo con un calentamiento global de dimensiones inimaginables. ¡Gracias Sánchez y Rajoy por descubrirme su lado salvaje, donde ni el desodorante ni el maquillaje pueden tapar el olor a sobaco sudado que huye de la mentira!
Se echó en falta a la energética Mercedes Milá, antes de que fichara por Gran Hermano. Si hubiese sido la moderadora, se lo habría pasado pipa porque, el debate 14D fue un gran espectáculo del morbo trajeado. Se auparon las bajezas de uno y otro de manera innecesaria y, lo que es peor, nada elegante. Atrás quedaron esos tiempos en los que la consigna “programa, programa, programa” era la reina de los debates (todos los debates). Ahora toca la improvisación chismosa.
-Pues yo digo que esto es así de gordo porque usted dice que lo otro es más grande, y su verdad no se corresponde con mis datos porque no me deja acabar lo que no se cómo va a terminar. Y lo proclamo más alto que sus vozarrones para que la ciudadanía no se entere y se lo coma con patatas. ¡No hijo, no!
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez están de acuerdo en una cosa: ambos desvelaron su pasión por el lenguaje de Antonio Ozores, exento de comicidad. ¿Qué se dirán a escondidas?, sin cámaras ni micrófonos delante.
|
Ha sido un combate entre dos caras y dos nombres que jugaban a ganar por narices. Nunca me he reído tanto y me ha dado tanta lástima tener a semejantes políticos como aspirantes a gobernar mi país; el país de Cecilia: mi querida España. Si alguien tiene que estar frotándose las manos sobre el resultado son los grandes ausentes: Ciudadanos y Podemos.
La próxima vez que quieran encontrarse, señores candidatos a la presidencia española, envíense un guasap; cítense en una finca habitada por rumiantes y pongan a parir sus árboles genealógicos (Gürtel, EREs, Bárcenas, Mercasevilla, Nóos, Sicam, mordidas, comisiones). Pedro Sánchez estaba quemando sus últimos cartuchos de campaña y a Mariano Rajoy le empezaban a doler las almorranas. ¡Gracias a ambos por proporcionarme casi dos horas de risa! Lo dice alguien que, tras escucharles, se siente ofendido como ciudadano y desencantado como votante. |