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EL BOZAL
Estampas perrunas de una ciudad con mascarilla

JGS

Por las calles de Madrid ante el coronavirus
 

La moda de la mascarilla no sólo pertenece a Japón. Primero, la polución y luego, el coronavirus la han convertido en parte de nuestro vestuario movido por tendencias. La situación actual viene impuesta por los acontecimientos y la fragilidad humana ante la cercanía de una catástrofe. Quién no ha escuchado, y participado de la frase ¡cuánto más lejos, mejor! El velo antiviral se impone por decisión popular. La sicosis del miedo y el desconocimiento marcan el paso. Quizás las principales pasarelas de moda la incorporen a su catálogo de novedades. Tiempo al tiempo. La moda de la mascarilla viste de estética indie una preocupación. El contagio de una prevención falsa, a no ser que ya hayas agarrado el virus, no convierte a la mascarilla en escudo del Capitán América.

Los estragos neuronales superan a los cambios ornamentales. Los ciudadanos nos hemos convertido en mentores de un nuevo tipo de vestimenta: la moda preventiva. Las farmacias se han visto desbordadas, la demencia cleptómana se ha propagado por algunos hospitales a través de médicos que entienden más de negocios sucios que de servicio público. Nos protegemos con una indumentaria seudoprofiláctica para repeler con estilo un virus gripal. Nuestra forma de vida convive con bacterias, trabajamos rodeados de bacilos, los aparatos de aire acondicionado son un foco infeccioso, el tabaquismo, la contaminación de los tubos de escape, las calefacciones de carbón, el reciclaje incorrecto también contaminan y no nos disfrazamos de bandoleros. La calle se ha convertido en un pasillo de higiene inocente. Somos perrillos adiestrados con pericia autodidacta en la ignorancia que provoca el miedo desbocado. La gente camina con su mascarilla convertida en reconstrucción endeble de un Muro de Berlín papirofléxico. El paso rápido por las aceras evita el contacto, la epidemia avanza más deprisa. Hace años, leí el siguiente grafiti urbano admirando el ingenio de su creador: ‹‹La inteligencia me persigue pero yo soy más rápido››. El coronavirus también va por delante. Lo alarmante no debe confundirse con lo alarmista.

Una estampa dantesca con transeúntes envueltos en mascarillas de colores y formas diferentes se hace cada vez más cotidiana y su normalidad, más delirante. Somos maniquíes andantes, orgullosos y temerosos, que caminamos envueltos en una seguridad de papel con doble capa transpirable. Me adelantan personas con antifaz, parecen aprendices de sanitarios sin bata en horas de descanso. Esta fiesta de disfraces forzada está llena de caras sin sonrisa. La voz de su amo.

 


JGS

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