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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

EL AVANCE LENTO PERO SEGURO DEL ENEMIGO INVISIBLE
El coronavirus avanza, el miedo también

JGS

El coronavirus se mueve con sigilo
 

El coronavirus es un miembro más de la familia en el mundo entero. Hace días que se ha posado en España, ya no es propiedad exclusiva de los chinos. Se está internacionalizando y los racistas lo desenfundan con precisión mortífera. Thomas Siu salía del Metro cuando entro en el túnel de la prepotencia nazi. Dos voces hostiles le increparon, sin sentido, chino y coronavirus. Siu les respondió ‹‹callaos gilipollas›› y se abalanzaron sobre su sorpresa como bestias poseídas. Una paliza se cebó en él por ser oriental. El COVID-19 se ha convertido en excusa de los xenófobos para sembrar el pánico mientras el miedo inversor infecta Wall-Street en otro Martes Negro. Hace dos meses, el parqué bursátil festejaba con champán una remontada alcista a pesar de la tensión entre Estados Unidos e Irán. Lo anómalo se está convirtiendo en rutina y ésta reclama su lugar en nuestras vidas. Todo es irregular con el coronavirus, todo lo que toca lo trasforma.

Italia, después de lanzar su ira furibunda contra los chinos, permanece resignada en el silencio de una realidad pandémica que h c errado sus fronteras. Los sueños de Salvini se han cumplido bajo la emergencia nacional mientras el país se blinda. Los campos de fútbol se cierran, ver un partido imaginar un partido a puerta cerrada es el deporte nacional; los hinchas se han simplificado en dos equipos: los detractores de esta medida y quienes la apoyan. El virus avanza sobre la bota del mediterráneo como Atila devastó el Imperio romano. Las muertes y la expansión de su carga continúan. Austria ha cerrado la frontera con Italia. Lo mismo se proponen otros países. Europa se está amurallando. Europa levanta empalizadas ante un enemigo invisible. El avance ultranacionalista puede encontrar una excusa para reproducirse como otro virus.

Los políticos se delatan para levantar este contagio como bandera política, la contingencia nacional puede ser militarizada. El coronavirus no entiende de ideologías y Abascal ha caído en la trampa del abrazo patriótico que, dios sabe, ¿a cuántos habrá contagiado? La reunión promovida por su partido intercambió 9.000 abrazos con furor amistoso. Vistalegre III fue una central nuclear a rendimiento máximo. Algunos periodistas hablan con una precisión que asusta, los investigadores no lanzan hipótesis proféticas por precaución. La carnaza tertuliana ha llegado como epidemia nacional. España, sin igualar a 1918 (y ojalá no ingrese en el Record Guiness por ello) respira contagiada. El número de víctimas aumenta, la intranquilidad se asusta y el estado del bienestar se deja llevar por el pánico reclusivo.

España, se dice, tiene un sistema de salud fuerte aunque su fortaleza no está garantizada. No vayan al médico si no es necesario, llamen a los teléfonos de emergencia habilitados para que el hombre del mono amarillo le visite. Una estafa nueva ha proliferado contra la población más confiada. Todo vale en tiempos de enfermedad. El coronavirus ya no es excusa racista, los españoles también lo tenemos. El mundo es global y a quien no le guste, que apechugue. Las escuelas y universidades cierran en España, el teletrabajo funciona, los repartidores a domicilio tiemblan, los supermercados no dan a basto con los pedidos a domicilio mientras sufren un saqueo metódico. Los productos perecederos son los primeros en agotarse. El miedo se consume sin fecha de caducidad. La información, en vez de ser procesada sin aditivos externos, es devorada con glotonería. Las mascarillas son parte del maquillaje urbano. La sanidad aguanta el tipo ante la potencia infecciosa de un enemigo desconocido. Se hace negocio con las pruebas médicas que detectan coronavirus al precio de 300 euros. Las redes sociales son la farmacia nueva con remedios milagrosos. Baiden y Sanders cancelan sus asambleas en Ohio. La Guardia Nacional se despliega al noroeste de Manhattan: el miedo se institucionaliza. Las Fallas se suspenden.

La excursión suicida que partió de Wuhan urge frenarse. No sabemos lo que va a pasar cuando esto acabe, sólo queda la certeza de que nada va a ser igual.

 


JGS

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