La vida está llena de paradojas. Antes, cuando los padres llegaban a casa hartos de trabajar lo que menos deseaban era que su hijo les diera la brasa. La pandemia de la COVID-19 los ha vuelto más compresivos y agradecen su presencia hasta que vuelven a tocar las narices. Los mayores se controlan más porque su furia no puede sofocarse con la escapada al bar de la esquina o al estanco imaginarios mientras los pasos se perdían en el recibidor hablando de fútbol con el portero. Ahora, eso es un lujo de la imaginación. El espacio robado se acusa cada vez más. El ser humano lo quiere todo y no sabe gestionar lo que tiene más cerca. Los chavales están calentando motores para pisar las calles, de nuevo, siempre enganchados al brazo de un acompañante mayor que ellos. El domingo, mañana, se encara como un seis de enero en la máquina del tiempo.
Mañana, los adoquines van a temblar por turnos de una hora. Somos capaces de enfrascarnos en el mundo artificial de las las redes sociales durante horas y no sabemos explicar a los niños que el resisitiré de cada tarde a las ocho es más que una canción y un entretenimiento. ¿Se ha roto el compromiso de su letra? Las voces más desquiciadas han corrido la voz de que sus hijos han decorado las paredes con arañazos cinematográficos o que los muelles del sofá del abuelo respiran desconfinados. El vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, ha insistido en que los menores podrán ‹‹correr, saltar y hacer ejercicio›› siempre que se respeten las condiciones de distancia social. Eso, a jugar respetando la separación con adiestramiento de dóberman.
El ansia de salir a jugar al parque borra la mediocridad de la Play. Este nerviosismo define vida: ¿sabremos controlarlo?
La escapada se anhela una noche antes como ese regalo de reyes tanto tiempo deseado. Mañana es un día para sentir el pulso muerto de la ciudad pero en turnos de una hora. A ver cuántos respetan la norma futbolera de los cuatro unos. ¿Habrá padres que conviertan esta salida corta en merendola familiar?
En un programa de debate televisivo en una cadena privada, una responsable de Sanidad fue preguntada si sacaría a sus hijos al parque. Su respuesta fue un no tajante mientras se le escapó una sonrisa reveladora.
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