No me gusta el fútbol: lo reconozco y lo defiendo con más vehemencia que el hincha forofo de su equipo a muerte. La radio me entusiasma, me cautiva, me tranquiliza, me motiva. Tengo que agradecerle su ayuda a expandir mi círculo de amigos aunque sea de manera unidireccional. La voz radiofónica tiene un egoísmo altruista que se introduce en tu vida sin pedir permiso. La sensación de consentimiento cosquillea las ganas de vivir. Michael Robinson era, y es, uno de esos acentos que al escucharlo, atrapaba. Su flema inglesa desprendía calor, era suave, reposada, amante del análisis cercano. Por avatares profesionales, el cambio de formato comunicativo pasó del Informe Robinson televisivo al Acento Robinson, más radiofónico. El programa aferró este vínculo gracias a su presencia no invasiva cada domingo. El exjugador del Liverpool y el Club Atlético Osasuna supo combinar la problemática social con el deporte. Su voz se deslizaba por las ondas como una crónica deportiva con formato divulgativo. Michael descubría pasados y presentes enterrados. Boxeo, una forma de vida en Cuba (febrero de 2009); El fútbol en la cárcel (abril de 2009); Carlos Moyá (enero de 2011); El dopaje en la RDA (mayo de 2012) o el reportaje Refugiadas en el fútbol (enero de 2018) sirvieron para ver cómo el deporte esconde historias duras y hermosas. La objetividad y la pasión siempre llegaban en primer lugar a la meta en una carrera de sesenta minutos sin bajones de ritmo. Fue un comunicador social que informaba y entretenía; ademanes como centrar el guion en experiencias personales formaban parte de su imperfección.
A pesar de que el acento británico no quería esconder sus raíces; se enfadó con los compatriotas cuando casos como el brexit manchaban su país. El contenido de las frases compensaba los fallos gramaticales. Michael Robinson sorprendía por una capacidad lingüística superior a la media teniendo en cuenta que cuando llegó a España sabía decir cerveza y poco más. No se mordía la lengua: cenutrio era uno de sus vocablos favoritos. La frase el lado humano del deporte era algo más que parte de una sintonía. La canción Over you, de Roxy Music, estuvo entre las favoritas porque podía bailarla sin desentonar con el ritmo. El repertorio musical del programa variaba desde el nervio de Go Go Dolls hasta el pop anglosajón de Oasis o Coldplay sin olvidar el sinfonismo de Pink Floyd. El deporte se paraba en los estadios el tiempo necesario. Se acercó a las cunetas, compartió la soledad el ciclista en las subidas solitarias, los entrenamientos bajo condiciones adversas; respetó la entrega y puso sobre la mesa la gloria acartonada por el fraude, saboreó el éxito, mostró su cara decadente. Hizo fácil lo complicado al otro lado de la alcachofa amarilla. Su vaya con Dios era una forma de decir hasta luego... o hasta siempre.
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