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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

EL RECUERDO DE UNA PESADILLA QUE NOS PILLÓ
EN FUERA DE JUEGO
El estado de alarma, con alarmismos distintos dos años después

JGS

Dos años han paso del estado de alarma contra la COVID19 en España
 

El 14 de marzo de 2020, los españoles observábamos atónitos cómo la vida cambió de un plumazo. Cómo nuestras alas de libertad se vieron replegadas por una fuerza desconocida: la COVID-19. Un día antes se venía barruntando algo extraño en las calles. Los ciudadanos escondíamos un susto despistado ante un enemigo nuevo al que no dimos la importancia necesaria. No advertimos la letalidad del peligro hasta que su tela de araña nos encerró en su cercado extensivo. El coronavirus acechaba con un silencio angustioso que luego ha abierto gritos de dolor. El presidente Pedro Sánchez decretó ese día el estado de alarma como medida preventiva ante lo inesperado. Nos lo tomamos sin la importancia que tenía, con más sonrisas que caras preocupadas: entre otras cosas porque caía en fin de semana. Lo que significaba encerrarse en nuestros hogares hasta orden nueva suponía un disfrute más cercano de la familia. Nos permitiría dedicarnos más a faenas domésticas descuidadas hasta el momento, estar con los seres queridos, abandonar el estrés laboral. El encierro se pronosticaba largo, con una propuesta gubernamental que, aunque tenía que ser debatida en el Congreso de los Diputados, debía durar seis meses (hasta el 9 de mayo). Lo que no pensamos nunca fue que a esa decisión confinante le sucederían otras formas de atajar al intruso, también incómodas, que rompían el estado de bienestar disfrutado hasta ahora.

Fue un final e inicio de un ciclo salvaje en todos los sentidos: salvaje por enfrentarnos a una situación novedosa; salvaje por tratar con un enemigo desconocido, en una sinonimia bélica; salvaje al permanecer estupefactos en nuestra alegría sabática. El alborozo inicial se ha convertido en tragedia sobrellevada con más o menos entereza, empujados por la supervivencia. La pandemia ha entrado a formar parte de nuestras vidas. Luego llegaron los aplausos solidarios, los balcones floridos de personas que, cada día, salíamos a tomar el aire entre una sinfonía coral encargada de sostener el ánimo recto. La supremacía de los cadáveres se hizo notar, comenzaron a apilarse en las funerarias y las residencias de mayores. Ahora, se amontonan en Ucrania, víctimas de otra lacra que esperamos no salpique nuestras vidas: la guerra mundial. El lenguaje se enriqueció con términos como inmunidad de rebaño, incidencia acumulada, colas del hambre, vacunación, mascarilla o negacionismo. La jerga popular podía presumir de tecnicista. Las videoconferencias entraron a formar parte del tejido comunicacional, el teletrabajo dejó de pertenecer en exclusiva a los chinos laboriosos. ¿Ampliación de vocabulario o reduccionismo?… porque sólo se hablaba de eso. Otras expresiones como contagio, hospitalizaciones, sobreprecios, proveedores desconocidos y muerte también se apoderaron del léxico. Las queríamos tener alejadas de nuestros domicilios como si una peste imparable acechara con más virulencia que el paro. Los nombre propios de Fernando Simón, Pedro Sánchez o Isabel Díaz Ayuso se popularizaron con su fallos y aciertos. Todos parecíamos tener más cultura informativa aunque pocos razonábamos los comentarios o, como siempre, sesgábamos opiniones políticas en favor de nuestro lado de la balanza. Lo único que permanecía inalterable fue la entrada de un microorganismo, que alguna lideresa madrileña se atrevió a diagnosticar con rotundidad mas demagógica que científica. Ella sustituyó el acrónimo ingles COVID-19 (coronavirus disease 2019) por un interpretación personal: ‹‹Tengo claro que este virus, por eso se llama COVID-19, 'coronavirus diciembre 19'››. Los reproches políticos empezaron un combate pugilístico marcado por la sangre del pueblo.

Dos años después, este 14 de marzo ha amanecido lluvioso, entre cielos de esperanza despejados y nubarrones que amenazan con su presencia estática. Otros tiempos raros corren en los que la espera se ha vestido de sorpresa agónica o susto. Las cifras relacionadas con esta pandemia en España no alejan el peligro. Las estadísticas de Worldmeter, contador de referencia en tiempo real, nos sitúan en el décimo lugar de contagios a nivel global con un número de casos creciente. El impacto de una amenaza constante es invasivo siempre que no miremos al coronavirus con ojos de Guadiana inocentes, siempre que hagamos de los políticos la voz cantante frente a la comunidad científica.

 


JGS

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