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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

ESTAMPAS POLVORIENTAS
El viento arenoso saharaui compone estampas
tan bonitas como incómodas

JGS

El polvo saharaui se apodera de los cielos de Madrid creando duna neblina pintoresca
 

De repente, todos nos hemos convertido en meteorólogos. Observamos el cielo para comprender lo que ha ocurrido en la tierra sin intención religiosa. Hasta los ateos nos santiguamos para mostrar incredulidad mientras pensamos irremediablemente en Europa. Al curiosear por la ventana hemos palpado el significado de la palabra invasión. El cielo español se ha teñido de naranja, las ciudades se han cubierto de un manto trasparente que hace más inhóspita su presencia contaminada. El sol se ha escondido asustado por el ímpetu de este carro de combate climático que ha convertido nuestra vida en una anomalía molesta y divertida. El paisaje urbano es un dibujo sombrío de la tragedia que ronda por nuestras mentes y que ha asaltado la rutina. El fenómeno atmosférico nos ha pillado desprevenidos. La televisión habla de bombardeos contra Ucrania. Las columnas de humo que inundan sus cielos saltan a la realidad de calles abandonadas al impacto de pintadas sin firma. Sabina cantaba Pongamos que hablo de Madrid; de Madrid, de Barcelona, de Palencia, digo yo. La diferencia entre Kiev, Cartagena o Zaragoza es que el polvillo desprendido en la región caucásica siembra muerte, dejando un reguero de sangre como colorido morboso de la catástrofe. Aquí nos encontramos con un acontecimiento pasajero que implica problemas respiratorios y apreciaciones fotográficas.

Madrid carece de horizonte. El paisaje es un terreno dantesco cercano a Marte. La oquedad impera y el silencio de los vehículos es el ruido de una circulación fantasma cada vez más siniestra. Incluso parecen que han reducido su velocidad, no resultan tan agresivos y las personas caminamos igual que fantasmas entre nuestras preocupaciones. Una neblina ha entrado a formar parte del vestuario que nos camufla ante Hacienda, el coronavirus o la guerra.
Igual que las víctimas ucranianas se están acostumbrando a refugiarse en los sótanos, huyendo de las bombas, los españoles nos hemos integrado en una masa que piensa más en el presente que en el futuro, cada vez más cambiante. La normalidad, ahora, se denomina capear el instante.

Uno de los efectos visuales más llamativos de este episodio de contaminación por polvo procedente del Sahara es el cielo anaranjado por la acumulación de las partículas en suspensión de gran tamaño, como sucedió este lunes en algunas ciudades de la costa mediterránea. La queja no se ha escondido ante la incomodidad: las bares gruñen porque sus terrazas están vacías, los transeúntes refunfuñan porque primero fue la pandemia, luego Filomena, ahora esto. Y mañana, ¿qué?, se preguntan algunos. Las autoridades recomiendan quedarse en casa, que se lo digan a los afectados por asbestosis. Este paisaje marciano devuelve romanticismo a la fotografía paisajística. La utilización de filtros para dar un toque artístico a las creaciones visuales es innecesaria.
Aunque parezca increíble, la lluvia roja tienen connotaciones positivas para la salud. Es un fertilizante de primer nivel porque la polvareda que llega del desierto posee hierro que fertiliza nuestros bosques. El mar absorbe el dióxido de carbono y proporciona mucho alimento a los bancos de peces. ¿Quién ha sacado partido de esta llovizna arenosa?: las gasolineras con sus lavacoches. El tiempo pone su granito, nunca mejor dicho, para apoyar a la economía. Sólo los agoreros lo pintan todo negro con profecías titiriteras para volvernos locos.

El mapa que refleja la cantidad las partículas de polvo en suspensión estremece. El escalofrío recorre las neuronas como una bomba termonuclear que arrasa la diversidad de tonalidades orográficas. España es una piel teñida de manchas con intensidad sospechosa: desde el amarillo que podría ser lluvia ácida hasta un rojo cruento y un marrón producto de una onda expansiva sísmica. El verde es un pastizal reducido que respira a duras penas. Climatología y política muestran su sintonía con un mundo majareta. Por unos momentos, me gustaría ser daltónico.

En el universo estelar colonizado por los humanos la tranquilidad flota. Mientras, las afirmaciones de Dimitri Rogozin, jefe espacial de Rusia y responsable de la agencia Roscosmos, han amenazado con dejar caer la Estación Espacial Internacional si Joe Biden impone sanciones al programa espacial ruso. Las amenazas de este polvo sahariano que cae con lentitud constante me hacen dudar si la Tierra gira de manera ordenada o se ha convertido en una peonza loca.

 


JGS

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