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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

LOS VESTIGIOS DEL 11S
Aniversario de una catástrofe no asimilada
JGS

Luces que recuerdan las columnas del World Trade Center
 

Casi 3.000 personas de 93 países perdieron la vida el 11 de septiembre de 2001. Por aquel entonces, la economía estadounidense se encontraba atravesando la crisis de la burbuja puntocom. Lo que Bin Laden lanzó contra las Torres Gemelas de Nueva York se considera como el peor ataque en suelo norteamericano desde la ofensiva japonesa a Pearl Harbor en 1941. Se han cumplido 22 años de un desastre que todavía no se ha asimilado. Un minuto después de la tragedia neoyorquina, cuando las mentes aún no habían despertado de la pesadilla, la polvareda de su remembranza juró no desaparecer. Lo primero que impactó (y se recuerda con más autoridad) es la potencia visual del desastre, el espectro macabro. Luego vinieron las elucubraciones político-sociológicas que, quizás, no han rascado con acierto para desentrañar un misterio del que todos creemos conocer la solución. De su génesis atacante y la filosofía de las represalias/pesquisas/odios posteriores. ¿Nos interesa profundizar en evidencias que todos damos por sentadas? Ahora, sólo quedan rescoldos de la hecatombe. Las ruinas fantasmales del World Trade Center son un Titanic arquitectónico contra el que colisionaron meteoritos dirigidos con intenciones asesinas.
Se extermina en nombre de motivaciones patrióticas, muchas veces con el respaldo de Occidente a una defensa que ignora los límites del sentido común, y todo sigue igual. El continuismo genocida con vocación de gerundio motiva al radicalismo que se viste de Democracia. Que se lo digan a los palestinos de Gaza. ¿Nos rasgamos las vestiduras por ello? Nadie se inmuta. La raíz de la venganza humana, igual de sencilla que demoníaca, es la médula espinal de nuestra inapetencia dialogante. Su brutalidad ilimitada, la lección que nos queda del 11S que no debemos aprender.

El paso del tiempo aviva el morbo del recuerdo convertido en memorial y juguete mediático. En septiembre de 2007, una colección de reliquias pertenecientes al suceso que concierne se expuso en Nueva York coincidiendo con el sexto aniversario de los ataques terroristas del 11S. Stephen Edidin, comisario de esta muestra, afirmó que “las grandes tragedias evocan de alguna manera gran belleza, por eso se presentan así estas piezas, con todo el respeto, pero con la voluntad de tratarlas como reliquias”.
El 11S rompió el techo de la repercusión internacional. Despertarlo como pasajero del tiempo patriótico con periodicidad anual le convierte en espectro alentador de miedos ultranacionalistas. Siempre caeremos en el error, a veces intencionado, de medir la intensidad del acto violento en términos numéricos en vez de condenar la naturaleza de la barbarie. El que se considera mayor atentado contra la paz mundial no es el más devastador, ganó enteros cuando le convertimos en espectáculo retransmitido minuto a minuto. El golpe contra las Torres Gemelas fue una masacre de repercusiones económicas desconocidas. La Bolsa de Wall Street cerró durante seis días y el índice Dow Jones se desplomó un 14%. Impensable pero no imposible. Mientras los muertos caigan como un goteo insignificante que no teme a la sequía, nadie se mojará. Cuando la tormenta jarrea en cuestión de segundos, la conmoción es tremenda. Escribir sobre la embestida del 11S fuera de fecha, sin atender a aniversarios ni cercanías ceremoniales, ¿tendrá algún sentido para el lector?

 


JGS

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