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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
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NAVIDAD ES UNA PALABRA VACÍA
No es momento para villancicos
JGS

El horror no celebra la Navidad en Gaza
 

La publicidad y la fe nos han enseñado que la estamos en un tiempo de paz, un momento para regalar aunque estemos pensando desde el primer día (meses antes) en recibir. Si es a través de la suerte lotera, más que nos reímos del mundo. Nace la etapa para entregarnos al placer de soñar despiertos, emborrachándonos de una alegría envuelta en papel de regalo. Se debe estar alegre, eufórico mientras llenamos el estómago de viandas que nos acercan al colesterol, la caries y los kilos de más. No pasa nada porque somos civilizados, modernos, felices y vivimos en paz. ¡Qué ironía enfangada por lo políticamente correcto! Es difícil compaginar todo esto cuando las masacres diarias de Gaza se han convertido en entremeses informativos que amargan el protagonismo del turrón. Y todavía dicen que en estas fechas hay que ser felices. ¿Felices porque se elimine a inocentes o felices porque debemos ignorar el sufrimiento provocado por asesinos que dejan a los crímenes del nazismo obsoletos? Resulta irónico comprobar cómo quienes provienen de generaciones marcadas por el Holocausto están haciendo de la limpieza étnica su bandera. Y me dicen que el 25 de diciembre es tiempo de felicidad y unión. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué reconocemos el horror sin denunciar a los matarifes? ¿Por qué jugamos con los harapos de las víctimas? ¿Tendremos que quedarnos sin regalos para plantar cara al monstruo Netanyahu?

No puedo encarar este momento con entusiasmo, tampoco quiero envolverme en la toquilla del martirio que se golpea el pecho con oraciones sin eco. ¿De qué valen las misas protocolarias cuando el resto del año no hemos hecho nada para ser personas mejores? Seguimos odiando el color de la piel, la pertenencia a razas que nos invaden. Esa presencia apestosa e incómoda quita el trabajo a quienes no quieren hacer tareas de naturaleza indigna.
En Gaza se asesina y en España se disfruta con lechazo e indolencia. Es muy fácil encargar el trabajo mediador a los políticos, para eso se les paga. Mientras, cargamos contra las pateras que se acercan por desesperación a un país considerado paraíso. La Navidad revoluciona a hordas de ciudadanos que compran ilusiones caducas. Las cenas de empresa y las reuniones familiares inundan de artificio un encuentro social, de caras ensayadas, de palabras que no deben pronunciarse, de cuñados molestos. El discurso anual del rey Felipe VI acalla esta camarilla. El silencio antecede a la juerga con el silencio que prepara el ataque. Es turno de la llamada institucional, sólida y bien armada. Hace equilibrios entre el apoyo y la crítica. La tranquilidad hogareña desaparece cuando miras al exterior. Su negrura te zampa sin avisar. Los pelos se ponen de punta escuchandon Do They Know It's Christmas?l con la misma intensidad que en 1984.

La calma enmascara lo que ocurre a distancia. Como tiene que haber de todo, estallan petardos para celebrar no se qué. Es una borrachera de flatulencias rotas. Su explosión nos pone al día. Me asustan porque recuerdan a las calles de Rafá, el campo de Jabalia hermanándose con Jersón o Mariúpol. Esto me ha convencido de que la Navidad es un invento para que unos se llenen los bolsillos mientras otros se quedan tiesos. El juego de la opulencia choca con la obligación a sobrevivir ante lo imprevisto de las guerras. Ni tan siquiera el tiempo acompaña debido al deterioro que la emergencia climática provoca sobre la Tierra. Me avergüenzo de pertenecer a una especie tan inhumana.

 


JGS

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