¿Qué sería del cine sin los amantes desdichados, los amores imposibles o los celos maritales? Posiblemente nada. El enigma, aderezado con algunas gotas de humor, hacen que “El beso” se haya convertido en una de las películas iniciáticas dentro del melodrama intrigante, conjugando amor y asesinato con sutileza. Es una obra maestra de la sencillez en pantalla grande gracias a la cual figuras como Brian de Palma o Alfred Hitchcock han encontrado inspiración. A pesar de que el realismo poético de Jacques Feyder establece el juego entre varias figuras protagónicas, la presencia de Greta Garbo eclipsa la pantalla con la dulzura radiante de su rostro. Su mirada mezcla ternura y pasión, drama y erotismo. Se mantiene solemne escondiendo la verdad de un secreto que incita al suspense. La tortura interna va desgranando la crudeza de un secreto que prefiere ocultar con su dolor. La aventura adúltera de Irene y André cuenta con carantoñas sensuales, propias de enamorados, hasta que el asesinato se convierte en hilo conductor de una conmoción intensa, a pesar de un final feliz con guiño cómico incluido. |
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La naturalidad campa junto a imágenes que se leen por sí mismas, construyendo escenarios donde la intriga crece sin abandonar la carga emocional. El trabajo dramático de Greta Garbo no necesita expresión verbal.
“El beso” tiene la ventaja y desventaja de ser una película avanzada a su tiempo. Huye de la ampulosidad visual optando por la incertidumbre que abre caminos a la imaginación, a la trama sugerente que conspira secretista. El gusto por el cuidado estético destaca gracias a una finura narrativa impresionante, lúcida y particular. |
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Poco a poco, los sucesos atraen al espectador hacia una espiral de acontecimientos que derivan en catástrofe. Esa atracción no correspondida de Pierre (Lew Ayres) es producto del fervor juvenil que caracteriza a la sensibilidad inmadura en terrenos amatorios. El papel de la actriz sueca, alejado de la ligereza inicial, se debate entre la incomodidad propia de esposa insatisfecha y mujer deseable.
La dirección de Jacques Feyder hace del encuadre un elemento ágil para resolver con maestría holgada un argumento que, fácilmente, podía haber caído en lo banal. Absorbe por su guión estilizado: el paso del asesinato a la frialdad judicial como apoyo cinematográfico para desarrollar el conflicto ocasionado por un asesinato que la ley se encargará de sentenciar. Irene, gracias a la personalidad de Greta Garbo, manda sobre la actitud de mujer incursa de ligereza sentimental permaneciendo inamovible en su papel de esposa deseada. Esta diva de las primeras producciones de Hollywood es, ante todo, dramatismo dirigido a través de su mirada, carcajadas coquetas y feminidad vestida de largo; la elegancia de una estrella cinematográfica inmortal. |
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