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CINE Y ESPECTÁCULOS
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Histórico
 
 
 


FRÍO COMO EL HIELO
Película "House of Usher - La caída de la Casa Usher".

J. G.
(Madrid, España)

House of Usher
Ficha Técnica Video
Adaptaciones visuales Adaptaciones musicales

Edgar Allan Poe supo hacer del terror literatura. Su vida, marcada por la tragedia, el alcoholismo y la fantasía lúgubre, traspasa épocas. Su obra en celuloide se acoje a la tensión que crea el director: Es un acto macabro de recreación subjetiva, ponzoñosa y nocturna acosado por la interpretación del actor.
La película de Roger Corman, “House of Usher (La caída de la Casa Usher)”, tiene un efecto narcótico. Es capaz de ahogar a la mente del espectador en un mundo alucinógeno, fantasmal: respiradero de poesía tensa. Es un cuento imaginado de las paranoias humanas.

El cuento de Poe es una enajenación psicótica del tenebrismo: desde los decorados hasta los personajes pertenecientes a una dinastía maldita y un presente decadente. En la narración original de Edgar Allan Poe, la amistad se convierte en cómplice del asesinato. La adaptación de Corman crea una historia con protagonistas enfrentados. En ambos mundos, la maldad envuelve y manda sobre la Casa Usher.

La Casa Usher es un edificio que resiste a fuerza del oscurantismo; disfruta de una vejez lapidaria. Sus cimientos respiran en un subsuelo de poros atascados, se retuercen entre las raíces de los árboles. Su esqueleto está astillado, el orgullo Usher se mantiene pétreo. Desaparecen los edificios, no el recuerdo que han ido labrando.

Vincent Price da vida a un Roderick Usher Nosferatuniano. Su interpretación es un cúmulo de obsesiones enfermizas: los remordimientos, el fatalismo, la desidia, la aceptación del final trágico... Es un ser frágil hasta lo intangible, elegante y casi vampiresco. Su presencia chupa el poco oxígeno que hay en la estancias donde se desarrolla la película. Amante de la música, respira un aire viciado por la desgracia familiar, romántico y algo burgués. La escasez de diálogo engrandece a la película. La expresividad se traduce en golpes, silbidos de un aire que se siente, miradas verbales: todo inmerso en un interiorismo sobrio.

Price escribe frases con su prosa culterana. El travelling de sus movimientos sigue el compás de la palabra, le convierten en recitador del suspense. Su lenguaje delicado es una perla. Poesía acompañada de sonoridad: suave, seductora.
La preocupación por su hermana Madeline Usher, Mirma Fahey, descubre un amor filial paranoico cargado de proteccionismo, no correspondido; creándose un mundo ficticio en torno a su atormentado presente.

Se dan cita el culto a la muerte, el masoquismo, el sentimiento de culpa, la decadencia, el asesinato... Pero en ningún momento se manifiestan como una idea sangrienta ni dura, son sentimientos por los que sus protagonistas se desplazan con soltura.

En la traducción que Cortázar hace de la obra de Poe, encontramos que los hermanos Usher “eran mellizos y que entre ambos habían existido siempre simpatías casi inexplicables” (Poe, 1992:330). Quizás de ahí podrían derivarse las presuntas enfermedades que atacan a esta familia y que han predestinado su final, plagada de asesinos, violadores y contrabandistas.

La decadencia se mezcla con la aristocracia en un mundo repleto de matices religiosos.

Las vigas se abren, las paredes se convierten en lienzos agrietados por su vejez y el remordimiento. Las arañas de cristal se trasforman en luminarias invocando a la muerte; su luz es precaria. Un espíritu maligno invade la mansión Usher mientras la locura se apodera de este silencio cada vez más estruendoso.

La vieja casa es cueva de la demolición, sus personajes marionetas del Destino. Unos muñecos que tienen en Roderick Usher al galán atormentado de la madurez aislada. Madeline Usher es la hermana condenada a padecer del cobijo del machismo. Es mujer, es un fantasma, es venganza.

Criptas, ataúdes, esqueletos se cuentan entre el patrimonio de la Casa Usher. Es la bacanal del miedo sin sangre; el terror con clase; se mezcla el psicoanálisis con la imaginación, los sueños con la pesadilla. El ruido es un elemento estético que va más allá de su sonoridad. El ruido de las bisagras mal engrasadas, chirriantes; las puertas que se cierran por un golpe de viento inexistente hacen que la vida se reproduzca en la Casa Usher. Son personajes con rostro, de fuerte presencia, sutiles; no pasan inadvertidos. Más diálogo sin vocablos en el cual el hombre es un soporte gestual. El fratricidio elimina el dolor del enfermo. Es el final de una estirpe maldita donde morir forma parte del barroquismo que Roger Corman ha dado a la obra de Poe.

 

 

J. G.


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