El entorno educativo tiene mucho que decir cuando se califica a una persona. La escuela, después de la familia, es el segundo escenario en el que se forja una personalidad; la infancia de Stella (Léora Barbara) y Mélissa Rodriguès (Gladys), con sus miedos e ilusiones, desvela un primer plano de dulzura. Salvando la distancia, surgen tomas colegiales que recuerdan a “La mirada invisible”, de Diego Lerman, sin llegar al doctrinalismo relatado por Martín Kohan en su novela “Ciencias Morales”, génesis de esa película. En “Stella” también comienza una nueva experiencia con otras amistades, distintos profesores y responsabilidades. Stella es una firme opositora de los arquetipos, del aburrimiento que generan.

Sylvie Verheyde firma un cuento realista. El mundo estancado de los mayores convive junto al de una niña que está en constante evolución. El entorno familiar es acogedor y solitario, donde todo debería ser más cabal y menos problemático. Stella es una niña mayor con respecto a otras muchachas de su edad, 11 años. El condicionante social la ha obligado a vivir dentro de una humildad de taberna, anárquica, sólo apta para las mentes despiertas, como ella. Se desenvuelve en un mundo de mayores, se cría como un adulto, adquiere una destreza que les supera dentro del ambiente obrero que se respira en el extrarradio parisino. Es una personita con necesidad de ser querida, introduciéndose en las primeras dudas que asaltan su cabeza. La farra en la que vive advierte una disgregación familiar, ¿dónde están las manifestaciones de amor conjunto entre los padres para con su hija? Brecha emotiva que va supliéndose por una amistad colegial que llegará a fructificar en confianza. “Stella” es un paso de niña a mujer, un ceremonial adulto, su soledad; descubrirá la caducidad del amor entre los mayores y el enamoramiento adolescente de perspectivas eternas. Es desatención hacia una niña y deseo de ganársela con prebendas poco éticas; experimenta la mezquindad de la figura madura vestida con piel de oveja. Cree en sí misma, se ríe de las imposiciones adultas con un silencio elegante.

La capacidad asimilativa de Stella despierta su curiosidad, no lo que se obliga a través de mecanismos académicos para fabricar personas impersonales. Hay pocos docentes que se acoplen a la mentalidad del alumno para enseñar, que compartan su conocimiento con la misma humildad, que se adentren en su corazón provocando la curiosidad. Stella detecta un ambiente hostil para plasmarlo en el diario de su vida que va desbrozando, con lo que atraer el interés del espectador. Hay una cercanía en el mensaje con “El erizo”, de Mona Achache; una identificación entre sus personajes (Garance Le Guillermic y Stella): dos niñas ávidas de curiosidad. Es un reto autobiográfico en un nuevo ambiente, rodeado de personas desconocidas a quienes pone título (la histeria, la belleza, la amistad, la atracción, la defensa, la soledad).

Este cuento sobre una amistad juvenil va solidificándose entre sonrisas. “Stella” es un diario narrado en off, y compartido con el espectador, que conjuga soledad con aperturismo, antiguos temores con amistades encontradas.