La muerte planta cara a la vida en Profesor Lazhar envuelta en poesía. La sobrevaloramos al silenciarla ante la infancia. La escuela es el hogar donde nuestras ilusiones crecen, nuestra sociabilidad madura; compartimos cosas buenas y malas; conocemos el valor de la amistad. Este entorno docente es el nicho donde los niños descubren la enseñanza libre y el peso de la tutela adulta. La tragedia del suicidio no debe manchar su inocencia e indefensión. Philippe Falardeau deja colgando su legitimidad o clandestinidad; su inclusión en el debate social con una infancia partícipe o la omisión del tema por razones morales. Al mismo tiempo, se les niega el derecho a contarles la verdad. El respeto se convierte en una una tapadera. La sociedad occidental hace aguas por el exceso de proteccionismo en el entorno educacional. El ahorcamiento de un ser querido abre las puertas a alguien que huye de su pasado, intentando construir un futuro dentro de la normalidad que significa escapar del ayer. El reemplazo abre un camino nuevo en la pedagogía.
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El despertar a la vida estalla con la llegada de un ser desconocido, lleno de poesía y dulzura. La normalidad reemplaza a la tragedia con un todo sigue lleno de amor. El descubrimiento de unos se acerca a la huida de otro.
El espectador no contempla el cuerpo colgando de la profesora anónima con los mismos ojos que sus pupilos. Se los arropa en torno a la idea de continuidad sin explicar lo sucedido. El accidente opaca la reflexión sobre lo tétrico. La manipulación benigna ejercida sobre la infancia les aleja del dolor, despista su interés por el pasado oscuro: ahondar en la desaparición extraña de su profesora anterior. Los niños son objetos de cristal fuertes en su naturalidad sincera. |
El instructor especial domina con cariño la rebeldía inicial de una clase desconocida. Su dedicación a los alumnos cosecha frutos. Profesor Lazhar cuenta con momentos poéticos compartidos a través de la palabra. El maestro une mundos sin pensar en su transitoriedad sustitutiva. Lazhar también es el vehículo que suple la carencia del amor familiar, el compañero que nunca defrauda. Es docente, es padre, es amigo y es un sustituto laboral.
El profesor de la vida escapa de su hogar dejando atrás los recuerdos; abandona un país, Argelia, donde la muerte no se busca: te la ofrecen. Bachir Lazhar aparta los problemas individuales de su vida como inmigrante para conseguir la integración social y hace de sus alumnos, personitas que evolucionan a través de la cultura. La tolerancia religiosa, hablar de otras culturas o vivir con la globalización bullen en el alma de una película con intensidad solidaria. Profesor Lazhar despierta una poética afilada, sin rima, incisiva y envolvente como un abrazo en silencio, duradero. |