Cuando Paramount lanzó a la pantalla los primeros capítulos (o lo que sería el comienzo de un largo amor con la televisión galáctica) nada era previsible. Todo se imaginaba como una aventura que sobrepasaría los límites hasta entonces conocidos en las historias espaciales; y lo consiguió (antes que
George Lucas). La idea de Roddenberry se convirtió en serie referente de la ciencia ficción, en inovadora telenovela futurista, en producto inventor del fenómeno
atrapa espectadores: adictivo.
En 2013, después de once largos y siete versiones para televisión, la relación entre el capitán James T. Kirk (Chris Pine) y su comandante, y mejor amigo, Spok (Zachary Quinto) sigue manteniéndose distante y cordial, si bien los actores han bajado el listón de William Shatner y Leonard Nimoy. Las emociones esperimentadas entre humanos y vulcanos, con la versión de J.J. Abrams, pierden ese punto de rivalidad amigable que los diferenciaba de los demás tripulantes. La agresividad y duda de Kirk se enfrenta a la frialdad de Spok, que deja entrever un toque interesante y sombrío.