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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


NI FU NI FA
"VIII Muestra de cine brasileño (Madrid)"


J. G.
(Madrid, España)

VIII Muestra de cine brasileño
Ir a parte 2
El cine brasileño tiene que madurar. La octava edición de Novocine deja muchos agujeros abiertos y plantea interrogantes sobre la efectividad de sus películas. Esta muestra, organizada por la Embajada de Brasil y la Fundación Cultural Hispano-Brasileña, necesita adquirir sus propios códigos identificativos: largometrajes que la muestren como elemento garante de cultura visual. Este año ha apostado por la exhibición de títulos que intercalan temática social junto a otros que se decantan por el contenido ligero, en ocasiones anodino. El foco de atención se pone en la clase media-baja brasileña; aquélla que está saliendo de la pobreza, la que desea convertirse en prisma de identidad nacional. La visión de estas películas, difícilmente exhibidas en salas comerciales españolas, contribuye a palpar de primera mano el pulso del cine brasilero, proporcionándonos, filtrada por el ojo de la cámara, una valiosa información de vida, pensamiento y costumbres.
 

Los niños, con su perspectiva infantil, insuflan optimismo actuando, a veces, como adultos; mientras que éstos, muy a menudo, hacen gala de la mentalidad más pueril.

À beira do caminho  
Afonso (izd) junto a João (dch)
El enfoque social, con vahos de canción nostálgica, inaugura la muestra. Su arranque se sirve de un nombre conocido. El multipremiado director Breno Silveira (“Gonzaga: De Pai pra Filho”) firma un trabajo en donde el aspecto humano acompaña a la solitaria vida de un camionero incapaz de reconciliarse con su pasado, de hacerle frente para olvidarlo y conseguir que sea sólo un episodio más de su vida errante. “À beira do caminho” es un ejemplo de la impotencia para enfrentar los problemas y de los esfuerzos para huir a esa confrontación, arrastrando una vida en éxodo perpetuo. Es un homenaje a la figura del transportista vagabundo, del desterrado sobre ruedas, del caminante de una carretera que recorre las rugosidades del alma. Las canciones de Roberto Carlos transmiten la serenidad melódica que no posee la ruda figura de Afonso; aportan luz a una vida tan gélida como los colores de la fotografía. Los protagonistas salvan este metraje a pesar de contar con un final previsible, y meloso. Sin abandonar el mundo del neumático, y por honda similitud, es obligado hacer referencia a “Las acacias” del argentino Pablo Giorgelli, en donde la hostilidad inicial entre dos personas va fraguando en un proceso de conocimiento y aceptación.
Escena de 'O Homem das Multidões'  
Juvenal (Paulo André) junto a Margô (Sílvia Lourenço)
La soledad sigue como vértice de esta edición gracias a un cinta particular. El vacío que provoca este ostracismo, como lo demuestra “O Homem das Multidões”, es un gran compañero del hombre. Sus protagonistas son la sombra de un fantasma. La soledad respira vacío, se convierte en un espectro andante y latente que inunda sus corazones hasta ahogarlos en el sofoco del destino. Aceptado y, ¿sin quererlo?, compartido. Su filmación en formato de 3x3 es intencionada y bien elegida. Sin este recorte visual, la sensación de agobio que proyectan sus imágenes hubiera quedado muy mermada. Así, los planos nos introducen por el ojo del maquinista de tren que lo ve todo a través de una ventanilla. Su arranque tiene guisa de interesante para ir bajando nivel hasta quedarse en elucubración. Algo que sucede porque muchas escenas quedan sin resolver o nacen de la misma manera que desaparecen: sin ofrecer un desarrollo mínimo, coherente. La película que dirigen Cao Guimaraes y Marcelo Gomes es una comunión de miradas, de ojos que lo escudriñan todo y bocas mudas, de quien busca perderse entre la multitud; es una inmersión en el profundo océano de la soledad humana. Un ser anónimo que trabaja transportando a miles de personas pero vive en el aislamiento casi absoluto. Alguien que no aspira a más que a sentirse parte de una mecánica ferroviaria sin destino. Juvenal quiere continuar sumido en el sueño del retraimiento admitido y vacío. El otro pilar de la película, Margô, un personaje singular, da señas de estar involucrada en el mundo real; sin embargo, se descubre más sola que el coprotagonista ya que, de entre todo su entorno de conocidos, no encuentra a nadie a quien pedir un mínimo favor. Subyace el interrogante de si su novio cibernauta es real o ficticio, si aquella multitudinaria boda surrealista se llegó a celebrar o fue pura carnavalada; ¿cuál es la relación con el padre? Esta obra basa su potencial en la experimentación visual y en el lenguaje del subconsciente; expresamente deja muchas cuestiones en el aire: la imaginación del espectador tendrá que poner el resto. En algunos momentos nos podría recordar a “Europa”, de Lars Von Trier, si bien queda todo en mera anécdota suburbana.

El intento de hacer un cine crítico se desvanece como carmín de mercadillo en “Amor, Plástico e Barulho”. Un mosaico del negocio musical a pequeña escala; un cuento amargo, y aburrido, de artistas de barrio que sólo desean triunfar. El éxito, como fruto de la casualidad, se encuentra imbricado a la juventud, cuando las cosas se ven con poca perspectiva. Es una película vacía, retrato de esa sociedad marginal que no renuncia a soñar ni a bajarse del falso pedestal. La música Brega, de fondo, a caballo entre lo romántico y acaramelado, lo recubre todo de un aroma tontorrón. La fotografía quiere aguantar lo que el guión no ofrece. Los sueños están ahí y para conseguirlos hay que prostituirse sin miramientos, por puro egoísmo. (Seguir leyendo).

 
Estrellas de barrio en 'Amor, Plástico e Barulho'

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