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CINE Y ESPECTÁCULOS
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A GOLPE DE FOTOGRAMA
"7º festival de cine italiano de Madrid"


J. G.
(Madrid, España)

7º festival de cine italiano de Madrid
Ir a parte 2
Como la sanidad y la educación, la cultura del cine representa un bien patrimonial del ciudadano. El 7º Festival de Cine Italiano de Madrid sigue apostando por el cine gratuito como mejor manera de mostrar el espíritu de un país en el extranjero.
Corrupción y aislamiento son la temática general de este año en un evento que, paso a paso, se consolida en las pantallas madrileñas para convertirse en cita ineludible de la agenda cinéfila. La comedia se mezcla con el drama en un escenario en donde las historias reales buscan su protagonismo entre la ficción. Una mezcla de realidad palpable y fabulación surrealista. Así es el cine italiano: irónico, disparatado e imprevisible.
 

El cine de autor premia este año la carrera de Gianni Amelio. Tras su homenaje, y en correspondencia, el cineasta calabrés nos ha regalado el visionado de tres de sus películas, ejemplos de su paso por el drama y el documental fílmico. La apertura llega con “Le Chiavi di casa”, una película sensible y de interpretación dispar en la que las barreras se las crea el -en teoría- más fuerte, el adulto. Para Paolo, su minusvalía no supone un obstáculo para abrir la comunicación con un padre inmaduro, temeroso, desconocido y desertor. Al estático progenitor, le acompaña una inseguridad que intenta paliar sin caer en lo sensiblero; indecisión que le convierte en exhibidor de pocas sonrisas y muchas miradas bajas, difusas. Su terror ante el encuentro con el hijo se plasma en la impotencia para trasmitir sentimientos. Lucha por comprender a un niño al que abandonó al nacer y al que resulta difícil aclimatarse. Titubeante y frágil, entona un mea culpa silencioso y oscuro, contraponiéndose a la vitalidad del niño que no tiene reparos en convertirse, de manera natural, en protector, en padre; y, demostrando que estará ahí para siempre, señala el camino que la flaqueza del adulto no supo encontrar. Paolo es un trozo de vida regalada por Gianni Amelio dentro de una reflexión tan humilde como profunda.

Nicole (Charlotte Rampling) junto a Gianni (Kim Rossi Stuart)  
Gianni con su hijo Paolo (Andrea Rossi)
El contrapunto a la inmadurez paterna lo da el papel de Charlotte Rampling, impecable dentro de su rabia domesticada. Es una madre “ociosa” e integrada en su mundo de monotonía sedentaria, al cargo de una hija discapacitada. No se percibe la batuta de una dirección actoral sólida.
Lucy Salani  
Corrado Levi

El cine de Amelio rasca, con mano observadora y actitud crítica, el realismo documental, como lo demuestra su última producción. En “Felice chi è diverso”, la experiencia forma parte del sentimiento; la frustración acompaña al talante combativo. La homosexualidad, a pesar de su legalización, sigue siendo tabú, escondida en el alma de quienes la viven de manera directa. El director se pelea con el lenguaje en el uso de la palabra tolerancia ya que lo siente como la transigencia desde una perspectiva de superioridad. Para él, ser tolerante con la homosexualidad no significa respetarla sino condescender porque nos sentimos por encima de ella.
Distintas personas, de diferente clase social, relatan su experiencia con el sexo, lo que han tenido que sufrir hasta conseguir que su sensibilidad sexual dejase de estar en las catacumbas de la marginación. Muestra, a través de sus testimonios, el camino recorrido desde su negación hasta hoy; el paso por máscaras lingüísticas que tapan su verdadera identidad, como el uso de las palabras maricón, invertido, bujarrón, marica, mariquita... para denominar al homosexual. Otra muestra del cinismo burgués.
“Felice chi é diverso” es un documento sencillo y emocional; directo, en el que nadie se siente protagonista sino parte de una sociedad que va evolucionando a pasos muy lentos en la ruptura con la hipocresía.

Lo social impregna las películas de Amelio que, en ocasiones, acompaña con un halo de dramatismo romántico. Las historias, copiadas de la vida, se convierten en vivencias donde los protagonistas se codean sin remilgos con la realidad cruda que termina recubriendo de esperanza. Su cine respira humanismo y obviedad sentimental como lo refleja en “La stella che non c'è”. La confrontación cultural esconde un trasfondo común: el económico. El mundo occidental se topa con China, el gigante asiático, en su fase de colonialismo empresarial y constructor. Amelio refleja el comienzo de una crisis que no tardó en asentarse. La industria herida de la vieja Europa se desploma de manera lenta e implacable. Italia cierra sus fábricas mientras China dispara misiles de hormigón y hace que el sol nuble el horizonte.

 
Vincenzo Buonavolontà (Sergio Castellitto) y Liu Hua (Ling Tai)
Vincenzo se lanza a la búsqueda de su realización personal dentro de una historia que va palideciendo en intensidad para quedare en el retrato de un horizonte. ¿Realiza este viaje a China a modo de redención, como si se tratara de una depuración intima, o busca el encuentro de la llave que limpie la honradez de su palabra? La cinta es honesta dentro de su inverosimilitud, reflejando la figura del protagonista como el centro de un cuento que busca su lugar en el mundo: solo y obsesionado por lograr una finalidad que revela el amor hacia su trabajo y el surrealismo de su actitud. La relación establecida con Liu Hua esconde un final previsible. La ferocidad del emergente coloso empresarial chino gana en pragmatismo frente a la mirada artesanal del ítalo fiel a su palabra.
A la pregunta formulada por Photomusik («¿Con cual de las películas que presenta al festival se identifica más?»), Gianni Amelio respondió: «Yo estoy siempre con la parte más débil, con el desheredado, con el que más sufre... Invariablemente yo me siento ése: en este caso, con “La stella che non c'è”».
Giacomo Leopardi  
Leopardi de joven en Recanati

La vida de Giacomo Leopardi resulta excitante por la mezcla de intensidad y pasión literaria. Fue un pájaro al que se le negó el placer de volar desde la infancia. La mirada constante de su padre retuvo su libertad y cortó las alas del prodigio literario. Con el título “Il giovane favoloso”, Mario Martone describe su personalidad, sensible al arte de la escritura y seducida por una Europa en cambio constante.
Sus 134 minutos la convierten en un metraje diseñado sólo para los "italófilos" y aquellos que gustan de las citas literarias sin dejarse seducir por el alma de sus palabras. Es densa y aburrida, planteada para convertirse en serie televisiva, pretenciosa a la hora de abarcar la intensidad creadora del personaje. Barroca y preciosista en su fotografía; en ocasiones, la música de Sascha Ring ensucia con sus notas la belleza del silencio que se respira en la campiña italiana con Leopardi en primer plano.

La desolación de 'Le Meraviglie'
 
La aparición de la directora Alice Rohrwacher en esta edición del festival no resulta novedosa. Su presencia en la cuarta muestra con su opera prima “Corpo Celeste” la señala como un nombre a tener en cuenta dentro de este certamen. En 2014, “Le Meraviglie” se presenta como una película floja y apocalíptica, donde el armazón cinematográfico se reduce al desconcierto de una historia cruda. Imágenes ásperas que no llegan a impactar con la fuerza de su brutalidad. No alcanza la culminación del dramatismo deseado. El metraje está aupado por la acritud paterna que se convierte en su corazón.
El inicio avala el logro del Gran Prix conseguido en la última edición de Cannes; es una escena prometedora que deja paso a una molesta oscuridad de linterna, donde los apagones de luz recuerdan a las incursiones norteamericanas en Irak sobre civiles inocentes. Lo que prometía ser el principio de un misterio atractivo y trágico, se reduce al recuadro de una imaginación donde la intriga desparece para convertirse en figurante fantasma. Rohrwacher ilustra la vida de una familia que padece un paternalismo esclavista, irrompible, sin pensar en los demás. Muestra, al mismo tiempo, la ruptura de los sueños que una niña, convertida en hombre y trabajador, tiene que afrontar y aceptar; la frustración de un padre que se niega a contemplarla como mujer.
Gelsomina se transforma en hija sumisa que acepta las garras de un destino al que no encuentra salida. Sobran personajes y falta emoción que retuerza el estómago. La alusión al término de circo televisivo acuñado por Berlusconi ahoga ilusiones en el ámbito del Reality show sobre un entorno que espera más el fin del mundo que un nuevo amanecer. Es el contrapunto entre la Italia rural y la Italia mediática.
La fotografía, tan fría como arrugada, va perdiendo intensidad; hay figuras que aparecen y desaparecen en forma de amigos-espectro, metidos a capón, como Martin (Luis Huilca Logroño) -elemento superfluo de una trama floja y poco vibrante-. Sobran personajes y falta intensidad.
Protagonistas de 'Soap Opera'  
Una casa de muñecas

Los italianos son artistas en hacer de la carcajada el protagonista de sus comedias. Así lo demostró “Soap Opera”, sin dejar de lado el surrealismo romántico. En su primera exhibición fuera de Italia, Alessandro Genovesi presentó una comedia de título claramente fílmico, recordando a “Sopa de Ganso” y “Una Noche en la Ópera”, ambas de los hermanos Marx. Genovesi urde una cinta diseñada para divertir de manera refrescante. Su trama, ligera y alegre, hace de la confusión el elemento propicio para crear situaciones. Los personajes derrochan comicidad esperpéntica y amigable. Todo sucede en una pequeña casa de muñecas, en donde cada vecino posee su propia historia.

La reconciliación entre padre e hijo es un tema recurrente en el cine. Se tilda de particular cuando el primero acaba de morir y el segundo descubre aspectos del progenitor hasta entonces desconocidos. En “Un ragazzo d'oro”, coge fuerza la proyección filial en la figura de un padre odiado y lejano, del que Davide se avergüenza profundamente y por el que se siente rechazado. La muerte aparece como factor de unión entre ambos gracias a un texto inexistente. Las indagaciones en los secretos del padre le hacen ver a alguien por descubrir y que, en el fondo, idealizaba a su hijo: es el momento de la reconciliación. Es el momento de mostrar su potencial creativo y rehabilitar la figura paterna. Es el momento de la venganza para alguien que está buscando un comienzo como escritor y sólo encuentra portazos a sus expectativas. Mientras su inventiva literaria crece, Davide Bias va cayendo en una espiral de deterioro físico y mental bajo el paraguas del nombre paterno. Poco a poco, como algo asumido, mimetiza su físico al del padre y, con la misma complicidad que en la infancia, comparte su meta de realizar una obra genial.

 
El escritor que descubre a su padre, ya muerto
La mutación de Davide Bias
“Un ragazzo d'oro” ayuda a entrelazar dos figuras: la del hijo, que asume su locura, de la que no desea apartarse porque gracias a ella se siente más cerca que nunca del padre, y la de éste que, pese a las apariencias, se sentía muy unido al hijo. Se mantiene un pulso constante pero plano, donde solo cuaja el entretenimiento del misterio que se va convirtiendo en complicidad filial. Su inventiva y creatividad darán vida a esta venganza intelectual haciendo pasar la obra del vástago como autoría del progenitor y mostrando al mundo que un mediocre escritor de guiones vulgares pudo ser capaz también de construir una joya literaria.
La figura de Sharon Stone, restos del infiel amor paterno, es un gancho comercial menor.
(Seguir leyendo).

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