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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


CUANDO LA LUCHA DE PODER SALTA DE LA TV AL CINE
Película "La corona partida"


J. G.
(Madrid, España)

La corona partida
  Ficha Técnica Video  
La idea de recordar la historia de un país a través del cine satisface tanto al ocio como a la educación. Las generaciones crecidas recuerdan con chirriante nostalgia aquello de que “la letra con sangre entra”, cuando aprenderse la lista de los 33 Reyes Godos de memoria se convertía en una gesta memorística de escaso valor intelectual: era un calvario histórico.
Los tiempos han cambiado y la forma de adentrarse en nuestro pasado se amolda a nuevos soportes de difusión y maneras de aprendizaje. Las series televisivas apoyadas en la Historia, con legiones de seguidores, han acercado el conocimiento de nuestras raíces al público masivo, convirtiendo el estudio en un juego.
 
Maximiliano de Habsburgo (Jose Coronado)  
La corona partida
El pasado, lleno de confabulaciones con derecho a sucesión, da para cientos de telenovelas que alimentan el hambre de secuela historicista. “La corona partida”, refrito de las series “Isabel” y “Carlos, Rey Emperador”, y fenómeno de seguimiento mediático, es el buque insignia de RTVE en su impulso cultural. El remate de un proyecto convertido en sueño cinematográfico de exterior refinado y corazón enfermo; ambientada en un mundo donde los títulos nobiliarios, en vez de los sentimientos, unían a las personas. La película de Jordi Frades se urde entre muros palaciegos convertidos en sanatorio mental y cónclave donde se confabula sobre la titularidad del poder regio. Un espacio por el que transita, con libertad bufa, la manipulación del poder en Castilla y Flandes; las luchas abiertas entre Fernando el Católico y Felipe I de Castilla, llamado el Hermoso; la conversión en víctima de Juana la Loca. Ajeno a esta batalla real, el pueblo duerme. Es un libro reescrito sobre otro libro que se centra en los entramados cortesanos para rellenar minutos. Excepto para los amantes de la Historia, y quienes viven de ella, “La corona partida” distrae la atención a pesar del atractivo visual desplegado. Es un cuidado viaje turístico a través de su ruta por vistosos edificaciones que sobreviven al tiempo. Un universo Marvel, impregnado de la marca España, invade la pantalla; regocijándose en el ambiente de época sin que, a parte de los escenarios reales, las imágenes resplandezcan por su fuerza. Iglesias y castillos defienden una elaboración cuidada a nivel de localizaciones: España se convierte en un gran plató cortesano.
La muerte de Isabel la Católica precipita una carrera hacia el poder con el ímpetu de un jaguar hambriento.
Castillo de Guadamur (Toledo)  
Felide el Hermoso (Raúl Mérida) junto a Juana I de castilla (Irene Escolar)

Es monótona, espejismo de un producto que en lo televisivo funciona bien aunque incapaz de romper este cliché en formatos mayores. La Historia contada marca el carácter lineal sin más sorpresas que las marcadas por el elenco. Su amenidad se ensalza en boca de quienes rastrean el estudio comparativo de la imagen con los acontecimientos antiguos. Es más lineal que la distancia existente entre mi casa y la parada de metro más cercana: 200 metros de escaparatismo repetitivo.
Se nota que “La corona partida” proviene de cuna adinerada, pero la niña mimada de TVE no es más que un estéril muestrario de la transición entre la Edad Media a la Edad Moderna: una obra concebida para los amantes de las series e intrascendente para quien no participa de esta ilusión televisiva. Frades hilvana el capítulo final de “Isabel” en un retal de épocas pasadas con la intención de crear un tapiz con sabor a pata negra. Los personajes, imbuidos en su ambientación solariega, actúan para ellos en un ejercicio de imagen preciosista. La realidad se pliega ante la ficción en un parto donde los espacios naturales tapan las lagunas de interpretaciones poco creíbles: una decepción dinástica que sucumbe ante el fenómeno que arrastra la teleserie. Este éxito televisivo adaptado al cine no tiene intención de permanencia. Poseedora de caducidad inmediata, sólo puede ser rescatada por los amantes de los relatos culturales. “La corona partida" es ya historia.

J. G.


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