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DOS PERSONAS DISTINTAS Y UNA MISMA SOLEDAD
Película "Toni Erdmann"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Banda sonora |
Entrevista a Maren Ade |
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El dolor más molesto no es el que se desvanece en su estallido sino aquel que se mantiene intacto en su incomodidad constante. La actriz Ellen Burstyn decía que estar solo no es necesariamente sentirse solo. Peor aún resulta sentirse acompañado sin saber, o ignorando, que vivimos rodeados de soledad. El sentido del ridículo se convierte en salvavidas que tiende a rescatar afinidades cuando la persona que se ríe de sí misma es capaz de hacer sonreír a los demás. Algunas, sometidas a una compostura de embajada, alimentada por el éxito profesional, se convierten en lacayas de la sumisión social. La personalidad, supeditada a la erótica del ascenso en el trabajo, se justifica en esa meritocracia que hace del ser humano una máquina diseñada para alcanzar objetivos. Entonces, ¿porqué indagar sobre el sentido de la vida cuando el materialismo moral asfixia a una sociedad abierta al hambre despiadado de las multinacionales?
El corpus de “Toni Erdmann” araña, entre el dolor y el auxilio, el nervio que paraliza en Ines la capacidad de amar y dejarse querer, mientras fabrica metas que se desvanecen en un prestigio volátil.
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A nadie le gustan las visitas que se presentan sin llamar y a nadie le apetece toparse con la frialdad de un recibimiento distante. Aunque nadie se atreva a reconocer en la figura de Winfried Conradi parte de sí mismo, y muchos menos aseguren parecerse al témpano de su hija Ines, todos llevamos un poco de ambos dentro de nuestra genética social.
Se las trae tildar a “Toni Erdmann” de comedia cuando el drama domina el comportamiento de personajes opuestos en el apartado sentimental; planos y explosivos, dentro de un poema amargo a la soledad, al egoísmo y a la preocupación. No sólo es el dibujo de una hija ensimismada en su mentira individualista y un padre convertido en esperpento de lo que no es: un personaje irreal buscando romper la incomunicación de una hija irreconocible.
Ines, cuya contención interpretativa enfría el tuétano, no duda en mostrar su fortaleza pétrea, desafiante; Toni, el sentido del ridículo caricaturizado en dentadura postiza y melena despeinada. Dueña de una hostilidad incómoda hacia la figura de Toni Erdmann, su exigencia profesional hace el juego a un sistema económico que la utiliza mientras se blinda en una soledad que esconde más miedo al fracaso del que quiere mostrar: fracaso en el trabajo, en los sentimientos, en el sexo y absorbida por la incomunicación de quienes la rodean: ese amante, prototipo de ejecutivo triunfador, que no sabe sonreír y en ningún momento participa de emociones colectivas, ni, mucho menos, de intimidad emocional; o la secretaria que se impone más de lo necesario para caer bien en el mismo escenario servil. Maren Ade los esculpe con mimo mientras una potencia siniestra genera el enfrentamiento que conduce al reencuentro personal. |
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Filmada con sobriedad impactante, “Toni Erdmann” navega por un mar muerto que no encuentra desembocadura, en el que un oleaje submarino forma corrientes de esquizofrenia asustadiza. Toni, en su necesidad esperpéntica de llamar la atención, busca el zarandeo que desmonte la vida de una mujer asépticamente organizada. La ternura de la farsa parida por Winfried Conradi se topa con la impunidad prepotente de empresarios en una Rumanía de industria emergente, donde el lujo de los spas convive con el chabolismo a escasos metros de sus oficinas. Todo es soledad, hedor desangelado de la condición humana que va desde la inocencia de quienes son desposeidos de la tierra hasta la despreciativa mentira del especulador. |
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La separación ha creado un distanciamiento entre almas con la misma sangre. La soledad de Winfried e Ines es el espejo de las carencias afectivas en esta relación paternofilial que chorrea violencia. Los pasos de ambos convergen en un camino en el que el encuentro se produce a través de desencuentros.
Somos presa de una mentira forjada en el tiempo para convertirla en compañera inseparable de una existencia vacía y rutinariamente soportable.
“Toni Erdmann” es tan delicadamente agreste que tienta al peligro de la adjetivación superflua. |
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