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OTRA MIRADA DEL OESTE NORTEAMERICANO
Película "Comanchería"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Banda sonora |
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¿Se imaginan a Montoro recorriendo Los Monegros en busca de delincuentes que han defraudado a la Hacienda pública? Pues eso es “Comanchería”, la oferta más reciente de David Mackenzie. A pesar de conseguir un trabajo sólido, ni él ni su guionista Taylor Sheridan se han devanado los sesos para convertirla en una película singular. El quemado suelo de Texas levanta polvoriento la belleza salvaje de esa aridez desértica sobre el colorido indómito que despiertan las persecuciones en un Oeste moderno. En medio de este campo de batalla surgen las fauces bancarias como instigadoras del delito cometido por los Howard: dos tipos que, de perdidos al río, se lanzan a la carretera atracando bancos con la sana intención de devolver el dinero religiosamente a sus anteriores “dueños” tras saldar las deudas contraídas con ellos. “Comanchería” es la historia de toda la vida, edulcorada con un barniz de western actual que acerca esa apariencia salvaje del lejano Oeste a los Estados Unidos del siglo XXI. |
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En un gesto que les honra, Ben Foster y Chris Pine sólo se dedican a asaltar bancos pertenecientes a la misma entidad que pretende mandarles a la calle lo antes posible. Los diálogos entre ambos no superan la eficacia de sus robos pero demuestran una química en perfecta combustión. Son dos rebeldes sin causa, y futuro incierto, con un objetivo tan diáfano como la osadía de sus acciones. Estos roba bancos, convertidos en la cima de los antisistema anticapitalistas, van de legales lanzando un “sí se puede” (desplumar a los buitres) sin complejos, emulando al Robin Hood moderno. En paralelo a este trotar sobre cuatro ruedas, corre la persecución de un Ranger durante su última galopada tejana. Mackenzie ofrece una visión rebelde de la política norteamericana, un más de lo mismo sostenido por la presencia insustituible de Jeff Bridges, más fondón y domesticado con los años, que no ha perdido su necesidad vital de capturar al infractor bajo el aura justiciera que le excluye de cualquier consigna patriótica al estilo de Donald Trump. Este representante de la ley, dueño de su sencillez campechana, pretende capturar a unos diablillos de espíritu salvaje y ardor adolescente. |
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Sus idas y venidas pavimentan una gira hilarante por los caminos más recónditos de la América escondida que trabaja de sol a sol sin pararse a descansar, la que vive entrampada, la que aspira a alcanzar el sueño americano. Los diálogos guardan balas en la recámara mientras se hacen chistes sobre la inmigración ilegal.
Jeff Bridges y Gil Birmingham a la caza del ladrón o Ben Foster y Chris Pine burlando los pasos de la ley aguantan bajo un sol de justicia en una carrera de galgos que se presta a prolongarse por derroteros infinitos gracias a la belleza intrínseca de la ambientación natural. El paisaje desértico se mezcla con violines clásicos y el teclado electrónico durante correrías al estilo Bonnie y Clyde, haciendo de cada persecución una melodía que alarga la presencia de sus acordes finales mientras la banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis suena tan enérgica como elegante. Su música endulza el trasfondo ácido de una América que escupe sobre los mestizos y atemoriza el mejicano mientras el hombre blanco campa despistado por un territorio en el que robos y desahucios son dos caras de la misma moneda: capitalismo puro y duro. |
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