La fiesta hipnótica estalla atufada de hermandad ideológica que descarga empatía. El furor de la música machacona construye mundos de libertad creyente. La comunión del espíritu ha dado paso a la redención del cuerpo que espera el fruto de su semilla. La voz en
off de suavidad infantil se hace ubicua como relatora de una filosofía cercana contada en primera persona. Gabriel Mascaro plantea con originalidad otra concepción finalista de la vida en pareja con interferencias eclesiásticas. El tono impersonal pasa por apartamentos de funcionalidad casera y controles laborales montados como aduanas segregacionistas. La identificación de mujeres embarazadas y quienes no lo están es una norma social.
Los sentimientos no incomodan a lo secular hasta que Joana se entromete con su burocracia del alma. Además de trabajar como funcionaria, se atribuye el cargo de consejera matrimonial ante rupturas acordadas. Al mismo tiempo, chantajea con el enredo oficinesco para volver a la rutina cómoda del matrimonio; practica el intrusismo ligero, se deja arropar por guías con aura narcotizante.
La asepsia ética decora con expedientes anónimos muros invisibles, la importancia del grupo anula al individuo. La hermandad quiere arreglar el mundo a través de reconciliaciones mientras el engranaje de la
secta Divino Amor lo preside todo. La vigencia de
hasta que la muerte os separe o
contigo pan y cebolla no acepta la separación como el medio convenido para comenzar una etapa nueva.
La persona es soldado y testigo del clan religioso, un sentimiento convertido en purificación bautismal a través del desnudo corporal. Las catequesis son encuentros genésicos que culminan con fiestas aceleradas por la música electrónica como colofón del abrazo liberal. El dios esperado se propaga por templos al aire libre, sin techumbre.