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CINE Y ESPECTÁCULOS
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LAS EMOCIONES CONGELADAS
Película Hope


J. G.
(Madrid, España)

Hope
Ficha Técnica Video    
Pocas veces reconocemos que la vida incluye la muerte. La tendencia natural nos conduce a ignorar esta presencia siamesa e inhalamos esperanza ante la adversidad. Su aceptación es mayor cuando ataca al bienestar privado que cuando personas en medio se sienten afectadas. Lo diáfano se oscurece de manera peligrosa. La familia empuja a compartir estrechando el cerco a un recogimiento que no todo el mundo entiende. Si, además, la existencia de seres cercanos impide asimilar la proximidad del fin ni ayuda a aceptarlo, el optimismo es un sufrimiento desapacible. La aparición de un cáncer terminal se niega a escapar hacia el vacío tramposo. La frialdad nórdica con que la cineasta Maria Sødahl aborda Hope pone a la protagonista por encima de lo terrenal en un camino que busca apoyo y exige respeto. Esa frialdad cerebral en las palabras, los gestos y los sentimientos desarma por su honestidad. Anja busca un hálito de sosiego interno que esconde sin someterse a la dejadez. La digestión de un fallecimiento sobrevenido y la postura de una pareja desunida hace años acendran la seguridad de una mujer frágil.
 
Tomas (Stellan Skarsgård) junto a Anja (Andrea Bræin Hovig), su pareja, en el hospital  
Anja está nerviosa ante las noticias médicas
La convivencia dinamita el amor cuando se somete al convencionalismo social de vivir bajo un mismo techo sin más tejado que la distancia. Estamos sometidos a un contrato que olvidamos analizar. La letra pequeña estipula que la cláusula de relación incluye nubarrones ocultados por la ilusión. La esperanza y la muerte van juntas. Esperanza para abandonar lo que estrangula de manera civilizada, para acogerse al derecho individualista que la incomunicación permite. Anja y Tomas son una minoría privilegiada que goza de un entorno burgués con matices liberales. El reducto familiar es un océano de sensaciones con procedencia distinta reunido en una cabaña acomodada durante las últimos días de una muejr que tiene asumido su destino. La tribu actual se ha fusionado manteniendo vivos los orígenes diversificados. La exposición del problema a dos descendencias convertidas en bloque viene con árbol de Navidad incluido como paquete doméstico. El recogimiento de estos momentos inquieta con una preocupación educada observando la muerte como un tránsito existencial. Todo es tranquilidad casera y algo de perturbación en un marido que ve pasar los errores maritales de un plumazo y sin que el equívoco pueda ser defendido. El desenlace fatal es lo único que acerca al padre y la madre en la pantalla sin interferencia en el terreno personal, muestra una limpieza respetuosa sobrecogedora. Impactante. El todo fragmentado acepta vivir la fatalidad hasta el desenlace sin buscar soluciones a un problema médico irreversible. La falta de querencia golpea el roce doloroso de la ausencia. La tragedia emocional entre dos personas que dejaron de amarse hace años sin el impulso juvenil corre en paralelo.
Anja con su familia comunicando la existencia de una metástasis en su cerebro  
La relación entre Anja y Tomas carece de amor

La potencia de los diálogos clava dagas sin compasión mientras Anja recrimina los errores de un pasado irrecuperable que fue sentando las bases del presente destructor. Exige respeto. La enfermedad diagnosticada sirve de hilo conductor para singularizar el drama. Su entereza a la hora de asumir la valoración final choca con el derrumbamiento de un marido incapaz de mostrar cariño, apego, solidaridad afectiva o respeto en las decisiones más drásticas. No busca remiendos hospitalarios, toma el presente como parte de un proceso degenerativo acelerado. Acata la sentencia médica con entereza quirúrgica, mira hacia su interior, respira compulsiva y tranquila. La hiperactividad irascible se justifica con el óbito para matar el sufrimiento sin plantearse reestructuraciones. Tres meses le recuerdan el fracaso afectivo de dos décadas, la falta de pragmatismo que la juventud impone. Antes de conocer la relevancia del daño físico cabría preguntarse el porqué de una cohabitación sin ternura. ¿Hipocresía, estabilidad, cobardía? El peso de la institución chirría en una película fría, directa, dura y real. El argumento no mama de lo ficticio sino que nace de la experiencia personal de Maria Sødahl.

Anja se funde en un abrazo con su hija Julie (Elli Rhiannon Müller Osbourne  
Anja y Tomas besándose en su boda

Hope denuncia el vínculo dañino que el tiempo alimenta. Hope incide sobre la decisión personal de no impedir el deceso especificado por la certeza científica. Hope es la mujer fría turbada en la locura de una soledad que no disfruta. Hope descubre una historia de recriminaciones, juicios sin perdón, cariño hogareño y ganas por recomponer lo irreconciliable; habla sobre el poder de las decisiones personales. Hope se manifiesta con dureza inevitable: es la radiografía de una carencia romántica; el momento en el que la sinceridad se apodera de un hundimiento cariñoso. Hope es una joya interpretativa de Andrea Bræin Hovig (Anja) y Stellan Skarsgård (Tomas) que machaca y reconforta el músculo cinéfilo ajeno a la lágrima fácil. Hope ataca al cerebro y al corazón. Es un epitafio escrito con mayúsculas: He sobrevivido sola y sola quiero desparecer. La directora lanza el señuelo a los personajes para decidirse entre mantenerse fieles a su moral o dejarse arrastrar por el peso de los recuerdos frustrados. El matrimonio se convierte en una trampa social decorada con el sentimentalismo de quien quiere enmendar el error pasado y quien cae rendida ante un proposición indecente. Los dos se autoengañan con una trampa mutua: pena masculina e infantilismo femenino. El final abierto deja paso a la recomposición del inicio sensato en otra oportunidad para arreglar el presente. El desenlace critica los cuentos de hadas con capilla incluida mientras un espíritu malicioso susurra con su risa vengativa: ¡Creo que después de veinte años me lo merezco!

J. G.


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